martes, 18 de septiembre de 2012

Pablo Gómez: Cisma en la izquierda-- Equipo RadioAMLO

Se ha producido la más grande división orgánica de la izquierda mexicana. Después de que México fue el país de América Latina donde se había logrado la mayor unidad orgánica (en un solo partido) de la izquierda, la decisión de Andrés Manuel López Obrador ha cambiado esa situación para inscribir al país en la regularidad continental de esa corriente política.
De nada serviría negar la importancia que tiene la decisión de López Obrador de formalizar su separación del PRD y lanzarse a crear un nuevo partido orgánico. Es verdad que la separación se había dado desde antes de la formación de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), pero la escisión orgánica no se había producido. Hasta hace unos días, cualquier afiliado a Morena podía también ser miembro del PRD.
Es evidente que, en el plano político –no siempre programático–, el alejamiento de la dirección del PRD por parte de López Obrador –y de aquélla respecto de éste– se fue haciendo cada vez mayor aunque durante la campaña electoral las distancias visibles se redujeron muchísimo.
Las consecuencias de la formación de un nuevo partido de izquierda en México no podrían estar a la vista en el momento actual. Por lo pronto, muchos miles tendrán que tomar una decisión personal: mantenerse en el PRD o integrar el nuevo partido. Al mismo tiempo, muchos que no tienen partido podrán ahora asumir la decisión de adoptar una membresía en una formación diferente al PRD, con lo cual se verá aumentada la militancia en la izquierda organizada.
Existen dos factores determinantes en el surgimiento del nuevo partido: la existencia de una propuesta política diferente y el aglutinamiento de muchos alrededor de un dirigente, pues la creación de Morena como partido empezó desde que AMLO tomó la decisión de construir esa formación política como algo abierto a cualquiera y sin que la afiliación tuviera requisito político alguno.
A partir de ahora podría iniciarse en la izquierda una especie de emulación sobre la propuesta política y la táctica. Sería lógico que Morena, como partido, surgiera con una propuesta propia, bien definida, y con una táctica explícita, es decir, escrita. Esto podría llevar al PRD a definir su propuesta y asumir una táctica cierta, sistemática y suficientemente clara como para poder hacer los contrastes indispensables en la nueva situación. El primer problema va a ser si Morena desea ubicarse en la oposición o sólo en la crítica. Es fácil entender que existe una diferencia entre un partido opositor y un movimiento exclusivamente contestatario. La oposición más completa suele ser aquella que lucha contra la política imperante y presenta un camino para el día de hoy y no sólo para dentro de unos años cuando cambie el poder por efecto del combate contra el mismo.
Los problemas que tiene frente a sí el nuevo partido deben ser muchos, pero el PRD tiene ahora más que antes. Este partido no debería continuar sin definir propuesta y táctica. Dentro de esta última es preciso asumir una posición opositora que no sólo mantenga la lucha contra el programa del PRI hecho gobierno sino también contra el de sus socios más cercanos, es decir, los líderes panistas. El PRD debería hacer una interlocución con el poder sin caer en la parafernalia propia de todo grupo gobernante, sin hacer la corte para obtener soluciones o simples interlocuciones. No se trata sólo de la forma sino de un contenido político que no puede caer en las confusiones que promueven los rituales. Para el PRD, Peña llegará a la Presidencia después de haber violado las reglas de la lucha democrática, él no es un demócrata en sentido alguno. La dirección perredista no debería hacer lo que hace la panista, la cual, después de haber denunciado la violación de la ley por parte de Peña, olvida todo y se aboca sólo a ver por lo suyo como si la República no estuviera dañada.
La emulación entre las izquierdas adquirirá nuevos caminos en México y será mucho más fuerte. Esto no necesariamente debe llevar a un retroceso.

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