17 de Marzo, 2009 - 00:00
Bien lo dijo el Presidente Legítimo; la mancha de un fraude no se quita ni con toda el agua de los océanos.
Los chuchos recibieron el domingo pasado una lección muy bien merecida. El fraude que los llevó a la presidencia del PRD los seguirá siempre y nunca serán olvidados sus cochineros y trampas en la elección interna del año pasado.
El grupo de los chuchos tiene mucho dinero (producto de sus traiciones), tienen estructura política en casi todo el territorio nacional, sin embargo, les hace falta lo más importante: el pueblo.
Durante el recorrido que el Presidente Legítimo realizó por municipios cercanos y muy, muy lejanos la gente le dejó bien claro que los chuchos no cuentan con la simpatía de la mayoría. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que las intenciones de esta corriente bastante corriente no son buenas. Que están muy alejados de la verdadera causa que impulsa a nuestro Movimiento y que su objetivo principal es mantenerse en el partido sólo para seguir recibiendo el presupuesto anual que el IFE manda.
El mal no prevalece por mucho tiempo. Lo que los chuchos hicieron en las elecciones del 2006 se les está regresando y con mayor fuerza. Los prianistas no fueron los únicos que utilizaron guerra sucia en contra de Andrés Manuel López Obrador. Jugaron sucio en contra de sus propios intereses, pero son demasiado tontos como para darse cuenta de que imponer a un pelele como Felipe en la silla nos perjudica a todos los mexicanos. El poder los ha cegado.
Con la paliza que les dieron en las elecciones internas en el Distrito Federal a los chuchos no les queda de otra que recapacitar y trabajar para el bien del PRD y de todos los demás. Algún día tienen que entender que sólo jalando parejo podemos cambiar la situación de millones de mexicanos a los que no les queda tiempo para estar viendo como se agarran del congo las señoritas en lugar de ponerse a trabajar en serio.
No tienen pretexto para seguir en el mal camino, frente a sus narices estamos los que sí queremos vivir mejor, los que queremos dejar un México que valga la pena para que las próximas generaciones lo disfruten y lo hagan florecer aún más. Aunque renieguen, tienen la oportunidad de reconocer al único líder capaz de transformar de raíz los problemas en soluciones, la pobreza en crecimiento; un líder noble cuya misión, y única meta por alcanzar es el bien de México y de su pueblo.
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