Agradezco a @Nurialpik la propuesta del tema, y a todos los tuiteros que votaron el día de ayer.
Don Beltrone, el gran negociador del Senado, en un acto de premio post exhibición de mea culpa, recibió un sentido reconocimiento de parte del poeta “rebelde” Javier Sicilia, quien lleno de un aire triunfal, tras su segundo diálogo fallido, se acercó al buen capo mexicano, y -estrechándolo entre sus brazos- lo besó efusivamente para aceptar las disculpas hipócritas que inundaban el alcázar del Castillo de Chapultepec.
Y el problema esencial no es a quién besa o abraza Sicilia, cada quién sus filias o sus perversiones; el problema es quién es Don Beltrone y qué representa el abrazo que el día de hoy recibió de parte del portavoz del dolor de muchas familias que han perdido integrantes a causa de una “guerra” infundada y perdida.
Manlio Fabio Beltrones es uno de los grandes dinosaurios priistas que sobrevivió el golpe del asteroide del cráter de Chicxulub, o en otras palabras, la alternancia (por así llamarle) del poder cuando el PAN llegó a la presidencia.
Personaje de historias corruptas o truculentas y victorioso vencedor de miles de sospechas levantadas en su contra, es quien ahora, tras la victoria de Enrique Peña Nieto ( o Eruviel Ávila, como ustedes gusten llamarle) en Estado de México, ha decidido que para sobrevivir otro ataque de iridio que pueda ponerlo en peligro de extinción cual dinosaurio cretácico, tiene que emplear la experiencia que otorga gobernabilidad (según sus propias palabras en twitter) y, de manera experimentada, se ha colado como solo los campeones saben hacerlo, en la bendita y casi milagrosa solución a los problemas de Sicilia.
El valor de Don Beltrone reside solamente en que puede ser el único que le arruine la fiesta a los peñistas, y para ello, está dispuesto a lo que sea: coquetear con el PAN, aprobar reformas express que le ganen popularidad, sonreír bonito ante movimientos sociales y sentarse a dialogar y hasta –por qué no-, ser el abanderado en la Cámara de Diputados, del movimiento que hasta hace unos meses versaba: estamos hasta la madre… y sí, pero no siempre ni con todos.
¿Se le ha olvidado a Javier Sicilia que los diputados y los senadores son los únicos que podían haber puesto ya un freno a las acciones de Felipe Calderón, que han costado la vida de más de 40,000 personas y que son la base de la lucha de su movimiento?
Mario Benedetti (por citar a la poesía de esa que siempre lucha) dijo muy certeramente en su poema “Decir que no” lo siguiente:
“Ya lo sabemos, es difícil decir que no, decir no quiero… no obstante cómo desalienta verte bajar tu esperanza, saberte lejos de ti mismo. Oírte primero despacito decir que sí, decir sí quiero, comunicarlo luego al mundo con un orgullo enajenado…”
A Javier Sicilia le ha resultado muy difícil decir que no: decir no a Calderón, a los diputados, a Emilio Álvarez Icaza que ruega por que la reforma política enviada por el senado, se apruebe tal cual por los diputados, a ver si así pesca una candidatura ciudadana, en fin, “no” es una palabra que le cuesta sostener al hombre de las letras.
Ha dicho con orgullo enajenado: “Sí, se me ha criticado por los abrazos que he dado, pero hoy abrazaré a todos” y efectivamente, abrazó a todos, incluso a la ambición, la desesperanza, la traición y el descaro. Todo en un solidario abrazo en Chapultepec.
Sicilia se ha vuelto portavoz de un mandato ciudadano inexistente, que está exigiendo que se apruebe cosas que en el Pacto de Ciudad Juárez no se acordaron, incluida una reforma política peligrosísima para la nación. Está pidiendo, en ausencia de conocimiento de todo procedimiento parlamentario, que se apruebe vía levantar la manita una ley que definiría mucho más que la justicia para 40,000 personas y contando, sino la ruina de todo un país, de ser aprobada como está.
Esta reforma política no es la bandera adecuada de las causas progresistas. La única forma de salir adelante, es renovando las fuerzas políticas de fondo, radicalmente, y no promoviendo las mal planteadas candidaturas ciudadanas que permitirían que cualquier particular con deseos de lavar dinero, ganar dinero o controlar el ambiente político nacional y todo lo que esto conlleva pudiera hacerlo.
Los partidos políticos se han convertido en mafias, que de alguna extraña y maravillosa forma aún son medianamente controladas por las leyes. Esta reforma política pone en peligro el escaso control que se tiene en la vida política nacional y serían, sin duda alguna, la ruina del sistema electoral mexicano, o lo que queda de él.
Esperemos que el poeta recuerde que millones salimos a las calles a apoyarle porque luchaba precisamente contra los personajes a quien hoy besa y abraza. Ojalá no se cumpla el resto del poema y en unos meses tengamos que decir de Javier: “pobre diablo y para siempre pordiosero, poquito a poco abres la mano y nunca más puedes cerrarla”.
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