Con falsa humildad, los representantes del Legislativo pidieron perdón a los integrantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que encabeza el poeta Javier Sicilia, luego de que éste les reclamara: ustedes son también corresponsables de nuestros muertos y de nuestro dolor. Tristeza de utilería la expresada por los inquilinos de San Lázaro y de Reforma, en el nuevo cuan oneroso recinto senatorial, quienes escuchaban los reclamos sociales como si fueran novedad, como si apenas se enteraran de la lacerante realidad nacional que, de la mano del Ejecutivo y el Judicial, han promovido.
Pero Sicilia se quedó corto, porque si bien el Legislativo es corresponsable, junto con el Ejecutivo y el Judicial, del lúgubre saldo de la guerra contra el crimen organizado desatada por el inquilino de Los Pinos (50 mil muertos, más de 10 mil desaparecidos, más de 120 mil desplazados y la inseguridad y el miedo de millones de mexicanos, como resumió el poeta), lo es también de mucho más: de la miseria de millones de mexicanos, de las condiciones de sobrevivencia de la mayoría, de la espeluznante concentración del ingreso y la riqueza, del saqueo permanente de la nación, del desvío de recursos públicos para fines privados, de la sistemática violación de los derechos sociales y económicos de los mexicanos, del desmantelamiento del país. De la otra violencia, pues.
Los actuales integrantes del Congreso son los mismos (cuando menos de la misma rama familiar) que han participado en la toma de decisiones en los últimos 30 años; es la misma monarquía política que de liana en liana ha brincado, brinca, de una diputación local a una federal, de allí al Senado, para más adelante aterrizar en una gubernatura, una secretaría de Estado o un organismo estatal, para después regresar a San Lázaro o la sede senatorial, para reiniciar el periplo en movimiento perpetuo. Tres décadas al hilo abrazados al presupuesto, al poder y a la impunidad, en un partido u otro, desmantelando a la nación. Pero tal vez lo más delicado es la corresponsabilidad que en todo esto tiene la ciudadanía, silenciosa y pasiva, que lo ha permitido. Sólo con esta actitud social se puede entender por qué la clase política ha llegado tan lejos sin freno alguno.
La acusación de Sicilia, sin ser falsa, es limitada, porque se enfoca a la guerra calderonista y a sus violentas consecuencias. Pero la violencia en México va más allá, tiene múltiples manifestaciones y acumula muchos años: salarios de hambre, apartheid económico, expulsión de mano de obra (primer lugar mundial), desempleo creciente, impunidad absoluta (allí están los niños de la guardería ABC, por citar un doloroso ejemplo), explotación, saqueo de los bienes nacionales, desmantelamiento de las instituciones del Estado y, en fin, el interminable inventario de atrocidades en contra del pueblo de México. Y en todo esto han caminado de la mano los cinco inquilinos de Los Pinos, el Legislativo (desde luego con los partidos políticos) y el Poder Judicial, pero no a partir de la guerra calderonista.
Les reclamó el poeta la autorización de un presupuesto multimillonario para aceitar la guerra calderonista, el barril sin fondo del sexenio. Y sí, 500 mil millones de pesos son un mundo de dinero en un país que nunca lo tiene para atender las urgencias sociales. Pero el poeta olvidó que esos mismos legisladores también palomearon y legalizaron el billón 200 mil millones para el saqueo del Fobaproa, los subsidios cambiarios al gran capital, y los miles y miles de millones de pesos –todos ellos de los mexicanos– desviados para rescatar empresas privadas (desde carreteras hasta aerolíneas, sin olvidar ingenios azucareros, constructoras, consorcios hoteleros, etcétera), por citar sólo algunos casos.
Puntualmente, Sicilia les recordó: “ustedes, hasta ahora, sólo han sido operadores políticos de los intereses partidocráticos (y oligárquicos, anoto yo) y no lo que deberían ser desde el momento en que asumieron sus cargos de legisladores: servidores de los ciudadanos. Para ustedes la educación, la cultura, la ciencia, la vida de los pueblos y de los barrios, la participación ciudadana en los asuntos del Estado y la tragedia de las víctimas de la guerra, no han sido prioridad ni de su corazón ni del gasto público. Lo han sido y lo son, en cambio, sus partidos y sus elecciones onerosas y corruptas, y decimos sus elecciones porque no son las de los ciudadanos. Vean simplemente los votos que obtienen y la manera dispendiosa y corrupta en que recaudan gran parte de ellos. Lo son también el armamento, la violencia y las obras suntuarias como las que los albergan.
“Otras millones de víctimas: los destrozados por una equivocada política económica, los niños y los jóvenes, a quienes a causa de esa política les hemos arrasado el presente y cerrado el futuro –y que conforman la mayor parte de las víctimas tanto inocentes como culpables de esta guerra–, los desplazados, los que han visto, en nombre de la economía global y de los intereses del dinero y de la muerte, arrasados sus territorios, sus familias, sus relaciones de soporte mutuo y han sido arrojados al desempleo, a la mendicidad, a la migración y al abandono, los ciudadanos todos que a causa de esa economía hemos visto destrozado nuestro aire, nuestra agua, nuestros árboles, nuestra naturaleza. En nombre de ellos y de la justicia que reclamamos, en nombre también de esta corresponsabilidad que tienen en esta guerra y en este dolor, venimos, en primer lugar, a que reconozcan ustedes también su deuda como representantes del pueblo y pidan perdón a las víctimas y a toda la nación, que no han defendido ni representado con dignidad… ustedes se encierran a espaldas nuestras para en nombre nuestro negociar privilegios personales y partidistas.”
Bien por el poeta, pero ¿basta que Ejecutivo, Legislativo y Judicial pidan perdón para lograr su exoneración? ¿Borrón y cuenta nueva en aras de qué? ¿Será suficiente para un pueblo agredido, saqueado, humillado? Eso sí, con falsa humildad los legisladores, entre ellos dos aspirantes al 2012, respondieron que ahora sí se pondrán a trabajar y que bla, bla, bla.
Las rebanadas del pastel
Hoy, y no ayer, como erróneamente se anotó en la entrega previa de México SA, el Coneval actualizará el de por sí abultado inventario de pobres en el país, cuya sociedad parece tener ojos y capacidad de análisis sólo para una de la manifestaciones de la violencia, crudísima, sí, pero no exclusiva. Es la misma sociedad que lleva tres décadas soportando, en silencio, la brutalidad de la política económica, la cual, todo indicaría, es ya tan cotidiana que los mexicanos se habrían habituado a ella sin más, pasivamente.
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