Tan entretenidos están los patriotas y revolucionarios que se olvidan que ya se van 12 años de administraciones del PAN y con ellos, muchos vacíos informativos sobre el destino de miles de millones de dólares del “boom” petrolero del sexenio de Vicente Fox y del destino que ha dado Felipe Calderón a los ingresos extraordinarios en su administración.
Para nadie es un secreto que del 2001 al 2008 se mantuvieron en constante crecimiento los precios internacionales del petróleo: de $ 18.6 dólares por barril en el primer año hasta $80.4 dólares, lo que permitió al FoxiCalderonismo contar con finanzas públicas sanas y un adecuado nivel de reservas internacionales que ahora nos presumen, ¿pero por qué no se aprovecharon para elevar la calidad de vida de los millones de mexicanos en pobreza extrema o impulsar la microeconomía?
Coincidiendo con esta preocupación, Reporte Índigo hace una denuncia a tiempo: un quebranto por unos mil millones de dólares en los primeros cinco meses del año que, de acuerdo a un informe de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, Petróleos Mexicanos perdió 2.8 por ciento de su producción. Es la merma más alta en la última década, y coincide con los meses del proceso electoral, lo que se sospecha, como hace seis años, usados para las campañas panistas.
Pero vayamos a algo más simple. Ahora que está por entrar de nuevo a escena un nuevo debate sobre otra reforma energética, habrá de recordarse aquella propaganda de hace dos décadas que decía: “Pemex en mi baño, Pemex en mi auto, Pemex en mi cocina, Pemex en mi clóset”, tendiente a revalorar entre los mexicanos la importancia de la paraestatal en nuestra vida cotidiana.
Una campaña dirigida al público urbano y alejado de lo que significa para la presencia de instalaciones de Pemex en su vida cotidiana, como sí la tienen importantes comunidades de los estados de Tamaulipas, Veracruz, Hidalgo, Guanajuato, Tabasco, Campeche y Chiapas, principalmente.
Dos visiones contrastantes de lo que representaba la paraestatal más importante del país para los mexicanos. Pero, en el fondo, la campaña escondía otra realidad, la realidad de Pemex que, desde mi particular punto de vista, debiera ser superada una vez que pase la actual reforma energética.
¿Cuál es la realidad que yo no quiero ver más de Pemex?
El Pemex deje de ser el motor central de la economía nacional, porque la dependencia fiscal del Estado mexicano de los ingresos petroleros ha obligado a que un sector muy pequeño de contribuyentes cautivos, entre los que me encuentro, seamos los que paguemos la evasión fiscal que supera el 40%.
Si nuestra economía tuviera cimientos fuertes, nuestras actividades productivas más diversificadas, Pemex sería el sostén del crecimiento integral y no lo que hoy representa junto con las remesas, el turismo y el narcotráfico: los pilares por los cuales este país no se ha colapsado. ¿O me equivoco señores Francisco Gil, ex secretario de Hacienda de Vicente Fox y ahora flamante ejecutivo transnacional? ¿En algo miento Dr. Agustín Cartens, Dr. Ernesto Cordero o Mtro. José Antonio Meade?
Tampoco quiero el Pemex que ha creado una industria que pocos conocen: la de la reclamación, esa que se ha asentado en los estados petroleros y que exigen, algunas con razón y otras no tanto, que la paraestatal pague indemnizaciones millonarias anualmente por daños a terrenos, campos de cultivo, animales y demás. El mal que ha provocado esta industria es tal que estados como Tabasco, Campeche y Veracruz, principalmente, una subcultura se ha impuesto para que haya amplias zonas improductivas porque sus habitantes viven de las reclamaciones.
Pemex monopolio bueno o malo, ya no lo sé, pero no conozco a un ciudadano común que no se queje por la falta de control de calidad de los productos que llegan a los centros de distribución como gasolineras, gaseras y refinerías; y más aún, los riesgos que ello conlleva. Basta con conocer el número de instalaciones y de ductos que requieren mantenimiento urgente para saber que no hace falta el EPR para hacerlas explotar.
No quiero más al Pemex de ahora, que un centro intocable de las mafias del sindicato petrolero, donde las plazas cuestan 50 mil, 100 mil o más; donde las diferencias entre los líderes se arreglan en ocasiones a balazos y donde desde hace tiempo el sentimiento de nacionalismo revolucionario se identifica sólo con Joaquín Hernández Galicia, la Quina, y no con los ideales de Lázaro Cárdenas.
Por cierto, eso de la autonomía de gestión para Pemex debe leerse desde ya como la luz verde para que el sindicato petrolero, que nunca ha dejado de ser el tesorero del PRI, pueda reclamar todas las prestaciones que como empleados desconcentrados merecen. Es decir, si nos sorprendemos con todos los beneficios que recibe el sindicato de la paraestatal, espérense a que se apruebe una nueva ley con esas cláusulas para que vean quiénes saldrán más beneficiados. Ahí sí, ni PAN ni PRD, sólo el PRI.
Ya sea por funcionarios ligados al PRI o al PAN, Pemex es el mayor establo para que las vacas del tráfico de influencias saquen lo que quieran de los dineros de la paraestatal. Los casos que han salido a la luz pública sobre los negocios durante la gestión de Juan Bueno Torio al frente de Pemex Refinación, que involucran al extinto secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, fueron apenas una pequeña muestra de los muchos que han ocurrido y están ocurriendo por las leyes tan flexibles y poco claras que hay en la materia.
Ya no podemos seguir con un Pemex generador de contaminación y principal destructor de las cada vez menores reservas naturales que tiene el país. Se gana mucho con el petróleo, pero se pierden enormes campos de cultivo, pastoreo, bosques y yacimientos de aguas.
Es urgente una revisión de Pemex como promotor de la sinergia económica nacional, porque no puede ser que la paraestatal sea corresponsable de la crisis de la marina mercante al alquilar buques de banderas extranjeras, o transportes foráneos o empresas transnacionales, en lugar de invertir más en los mexicanos.
Pemex estará de nuevo en el centro del debate político nacional. Los días que vienen se tomarán grandes decisiones que alterarán nuestra forma de entender el tema energético.
Sin embargo, el debate político no va a estar a la altura de las circunstancias: el movimiento progresista aferrado a no dejar pasar la reforma, pero sin presentar una propuesta propia; el PAN alineado totalmente a los poderes económicos extranjeros; y el PRI, como viejo lobo de mar, cazando el desgaste de sus dos adversarios principales para hacer negocios con quienes detentan la riqueza petrolera tanto nacionales como extranjeros. A menos, claro, que me equivoque y el debate lo protagonicen verdaderos patriotas y auténticos revolucionarios para pedir un Pemex realmente al servicio de la mayoría de los mexicanos
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