lunes, 3 de septiembre de 2012

AMLO y los indignados-- ANEL GUADALUPE MONTERO DÍAZ

En “El México Indignado”[i], Ricardo Raphael afirma que la indignación es el sentimiento de cólera provocado por una injusticia escandalosa. Aclara también que no debe confundirse con la frustración o la exasperación, porque la primera es estéril e incontrolable y la segunda conduce con facilidad a la violencia.

“Una tensa corriente de indignación atraviesa hoy a todo México y es que, como pocas veces, la violencia y la injusticia se han apoderado de la casa” afirmó en 2011 el autor de Los Socios de Elba Esther.

Estas reflexiones son ahora más pertinentes que nunca ¿qué hacer ante el panorama que se nos presenta, donde la crisis de las instituciones en México son sólo un pálido reflejo de la corrupción, nepotismo, tráfico de influencias y pago de prebendas y favores que vive el ciudadano común todos los días?

Si apelamos al coraje indignado, entonces podremos convocar a cambiar el estado de las cosas.

Ríos de tinta han corrido respecto al dilema que tiene frente a sí Andrés Manuel López Obrador respecto de las acciones que tomará ante la decisión del TEPJF. De nuevo, la decisión no es sólo del líder de las izquierdas, porque a todos incumbe y a todos involucra. Todos somos iguales en la lucha de un México diferente, lo único que cambia es la trinchera.

Enrique Peña Nieto promueve desde ahora la creación de instituciones paralelas al IFE que, según él, combatirán la corrupción y transparentarán el ejercicio del poder a través de la rendición de cuentas, como si la respuesta a la crisis de las instituciones en México se resuelve multiplicando como esporas las secretarías, instituciones y burocracia. Es absurdo.

No creo en las medidas radicales, violentas, viscerales. Para mí, el 9 de septiembre Andrés Manuel López Obrador no mostrará únicamente el “músculo político” en el Zócalo, sino que refrendará el hecho de que hay políticos que tienen valor, a diferencia de los que tienen precio.

La lucha de AMLO, desde mi perspectiva, es mucho más sutil pero no por eso menos efectiva.

Algunos de sus antiguos colaboradores olvidan que para el político tabasqueño no es opción negociar en las cloacas ni buscar el poder por el poder. Si así hubiera sido, el apoyo de la lideresa magisterial y del SNTE lo hubieran hecho Presidente de México desde 2006.

Hoy, por ejemplo, se habla de que el arribo del PRI a los Pinos estaba pactado desde tiempo atrás, en una posibilidad que no suena descabellada para un Presidente de México que se ha empeñado en legitimar su estadía al frente de la nación dejando una estela de muerte y corrupción a su paso.

Existe una indignación creciente de que a las víctimas de esta guerra se les criminalice, maltrate y difame por aquellos que tienen la obligación de cuidar y proteger a quienes no tenemos los medios ni la forma de repeler las agresiones derivadas de las acciones “necesarias” para combatir el crimen organizado. Y todo ¿para qué? ¿Seguirá Enrique Peña Nieto combatiendo esta guerra o pactará con los líderes de las organizaciones delictivas? ¿A quién benefició este baño de sangre?

No sé cómo hubiera comenzado su mandato Andrés Manuel López Obrador, de lo que sí estoy segura es de que el flamante nuevo avión presidencial, el de los 750 millones de pesos, sería un dispendio que jamás avalaría el líder de las izquierdas.

Cuando escucho frases como “pues ya ni modo, esperemos que pasen estos seis años”, me pregunto qué tiene que pasar para que nos decidamos a cambiar las cosas de fondo, de raíz, llamando a las cosas por su nombre y enfrentando la corrupción.

Si, estimado lector, nada de eso es fácil. Existen textoservidores, funcionarios corruptos y gente ad hoc que se vende al mejor postor para transar su voto, su testimonio y su dignidad. Están dedicados exclusivamente a la preservación del statu quo de la élite en el poder. No importa. Si alguna lección puede dejar Andrés Manuel López Obrador es que existe la posibilidad de perder ganando y de ganar perdiendo, sin duda.

No es fortuito que Eduardo Galeano afirme con toda convicción, que el mundo se divide entre indignos e indignados.

¿Usted qué opina, estimado lector?

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