sábado, 1 de septiembre de 2012

El Dictador

La película El Dictador, del director Larry Charles, escrita y actuada por Sacha Baron Cohen, entraña no sólo un buen rato de diversión asegurada, sino sobre todo mensajes muy fuertes sobre la vida política de nuestro planeta.
Aparentemente, se trata sólo de una crítica satírica de las dictaduras que aún existen en el mundo entero, pero en realidad va mucho más allá. Obviamente son cuestionados con mensajes de distinto tipo los regímenes dictatoriales, pero también, de manera más fina, sutil y poderosa, es criticada la llamada democracia occidental. Contradicciones, dobles discursos, hipocresías, entre otros aspectos de nuestras élites políticas en el mundo, salen a relucir en la película El Dictador.
Evidentemente, es cuestionado el gobernante unipersonal que decide todo por sí, pero en el fondo la película nos dice que todos los regímenes políticos son iguales.
Por ejemplo, se critica a los regímenes de partido único, sin pluralismo, sin voto libre, sin democracia política, en las páginas de los grandes diarios occidentales, pero un sistema de partido único, como el de China, es perdonado en la crítica de occidente, por el solo hecho de tener abiertas relaciones comerciales con el gran mundo capitalista. En la película, la crítica a esta situación contradictoria es contundente.
Aparecen además escenas que exhiben al exilio político de países con regímenes autoritarios, que nos recuerdan mucho al exilio cubano en Miami, que nada tiene de democrático ni de antiautoritario.
Pero la crítica más fuerte es a la llamada democracia occidental. Por ejemplo, cuando frente al conjunto de representantes de las naciones del mundo, El Dictador presume las “ventajas” de una dictadura: tener llenas las cárceles con personas de grupos étnicos minoritarios, violar los derechos humanos de los presos de guerra de otros lugares del mundo, manipular a los medios de comunicación para aislar a los opositores, el auditorio de la película no está pensando en algún régimen dictatorial, sino en lo que ocurre precisamente con las llamadas democracias.
En efecto, en países con regímenes llamados democráticos existe control de los medios de comunicación, discriminación de los grupos étnicos minoritarios, violación de los derechos humanos, fraudes electorales, persecución de la disidencia, coalición con los grandes intereses económicos para apropiarse de las riquezas de la nación, e incluso entregarlas a potencias extranjeras. Todo ello es exhibido de manera magistral en la película El Dictador.
De hecho, el régimen político de nuestro país, México, queda retratado a lo largo y ancho de la película. Un régimen autoritario donde el partido de la dictadura perfecta es arrojado del poder, para después regresar por quienes supuestamente lo echaron fuera, un régimen político gatopardista, que cambia sólo en imagen para que todo siga igual, una “democracia” hecha sobre la base del control de los medios de comunicación, e incluso de los fraudes electorales.
El Dictador es una película que no hay que dejar de ver, es una crítica demoledora a los sistemas políticos de todos los países “dictatoriales” o “democráticos”. Es una reflexión que nos invita a pensar, en efecto, que tanto en las dictaduras como en las democracias, estamos aún, pero muy lejos, de la verdadera democracia y de la verdadera libertad.

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