jueves, 30 de mayo de 2013

Dos preguntas a pro-reformistas y pro-peñistas 

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristomié 29 may 2013 22:00
  
El diagnóstico general de la economía mexicana arroja que ésta se encuentra estancada y que ello se manifiesta incluso al grado de condiciones de miseria en amplios sectores de la sociedad. Por esto, el equipo detrás de Peña Nieto y el PRI plantean una serie de reformas que buscarían activar la economía (no necesariamente la productividad). Estas incluyen dos reformas básicas, la hacendaria y la energética. La primera procura, entre otras cosas, elevar los impuestos. La segunda, la participación directa de la inversión privada en la extracción del petróleo para compartir así parte de la renta petrolera, el producto mismo del recurso que por ley es propiedad de la nación.
Mientras que algunos son optimistas en relación a las reformas, otros, por el contrario, son altamente escépticos. Los primeros son los mismos que desde Miguel de la Madrid han impulsado la “apertura” de los recursos nacionales a los inversionistas privados nacionales y extranjeros (¿qué abrirán cuando acaben con todo?). Los segundos no sólo poseen una perspectiva “nacionalista” como se les “acusa”, también una visión crítica con base en la fallida experiencia de la economía propugnada por los primeros.
Dos visiones contrastantes que convergen:
Federico Arreola, en “Una sola coincidencia entre @EPN y @LVidegaray y @lopezobrador_ y @martibatres”, señala: “La experiencia nos ha enseñado que, con las actuales estructuras económicas de México, si la economía NO crece, aumentan la desigualdad y la pobreza, pero el problema terrible radica en que, cuando la economía SÍ crece, también aumentan la desigualdad y la pobreza.” (SDPNoticias.com; 28-05-13).
Álvaro Delgado, con base en una serie de datos e índices oficiales establece pormenorizadamente que “Con Peña, México está peor” (Proceso, 27-05-13).
Ambos coinciden en lo indeseable del presente. Presente sin duda resultado de una continuidad política económica –que pasó del PRI al PAN sin cambios- conocida como neoliberalismo. Sin embargo, mientras que uno propone profundizar las reformas para reactivar la economía, el otro realiza una crítica implícita al pasado y un diagnóstico a su presente agravado en manos del gobierno vigente.
Por otro lado, en México y el mundo se sabe que millones de mexicanos viven en crisis y en la miseria a causa de la corrupción de los gobiernos y políticos que han mal dirigido al país, que se han servido personal y familiarmente de la riqueza de la nación.
Las preguntas:
Pregunta 1: ¿Por qué creer que los programas económicos fallidos durante 30 años ahora sí fructificarían aplicando reformas que proponen más de lo mismo e incluso peor y, para agravar el asunto, con aplicación a cargo de quienes han fallado esos tres decenios?
Pregunta 2. ¿Por qué creer que si se ejecutan las reformas ahora sí beneficiarían a la sociedad, cuando siempre se dijo lo mismo y nunca llegó tal beneficio debido, entre otras cosas, a los privilegios, la impunidad y la corrupción a cargo de quienes ahora buscan “profundizar estructuralmente” las reformas?
No se trata de defender la parálisis. No obstante, una lógica natural propone un cambio ante la manera en que ya se ha abusado del país, de sus ciudadanos y sus riquezas. Tal como quiere el gobierno actual, difícilmente ocurrirá el cambio, por no decir que se trata de un imposible. Demandar que de los actuales senadores, diputados, funcionarios y partidos políticos -agrupados en un ente llamado “Pacto por México” que procura nulificar la crítica y la oposición- germinen acciones en beneficio de la población, es abusar de la ingenuidad. Tanto en 2006 como en 2012 la ciudadanía votó ampliamente por una fórmula distinta; por esa lógica natural. La primera ocasión fue evitada por el fraude. La segunda, por un proceso de compra y manipulación del proceso electoral.
Si la condición de precariedad y miseria es objetiva, a menos que se trate de un país totalmente anestesiado, la realidad forzará las modificaciones necesarias y expulsará lo ya probado como fallido. ¿Cuánto tiempo tomará y quién lo llevará a buen cauce? Esa es otra historia

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