miércoles, 29 de mayo de 2013

Una sola coincidencia entre @EPN y @LVidegaray y @lopezobrador_ y @martibatres

FEDERICO ARREOLA@FedericoArreolamar 28 may 2013 12:42
  
La experiencia nos ha enseñado que, con las actuales estructuras económicas de México, si la economía NO crece, aumentan la desigualdad y la pobreza, pero el problema terrible radica en que, cuando la economía  crece, también aumentan la desigualdad y la pobreza.
Eso le escuché decir, esta mañana, al analista Mario Luis Fuentes en un programa de radio de Grupo Imagen, el conducido por Pedro Ferriz de Con. Significa que hemos vivido en una trampa, la de haber logrado durante algunos periodos un crecimiento (nunca tan espectacular como para destacarlo) que solo ha beneficiado a unos cuantos, la pequeñísima minoría que en México nunca pierde, situación que ha terminado por meternos en gravísimos aprietos.
En nuestro país, tristemente, ni en la recesión ni en el auge se ha conseguido crear un sistema que verdaderamente brinde mayores oportunidades a los pobres, que son millones, demasiados millones.
Estoy en Monterrey. En esta ciudad parece estar de moda el diagnóstico, entre empresarios y analistas financieros, de que sufrimos ahora en México una “recesión inducida”, es decir, que el gobierno federal deliberadamente frena el crecimiento para convencer a todos, por las malas, de que urge la aprobación de la reformas energética y hacendaria.
Me parece excesivo y hasta irresponsable decir, sin argumentos racionales, que la falta de crecimiento es consecuencia de acciones del gobierno que, pudiendo incentivar la economía, la paraliza como una forma de presión para que las reformas se den.
La segunda parte del mencionado diagnóstico es correcta: urge que se complete el esquema de las reformas económicas que están planteando el presidente Enrique Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
Solo con las reformas volveremos al crecimiento, pero no al crecimiento sin oportunidades que ha sido incapaz, en el pasado, de reducir la desigualdad y la pobreza, sino un crecimiento que no solo beneficie a la minoría privilegiada de siempre, sino que se traduzca en mejores condiciones de vida para todos.
En internet leí un análisis sobre el tema, elaborado por el señor Alfonso Novales Cinca, en el que se afirma que “el crecimiento económico tiene efectos prácticamente inevitables sobre la desigualdad, aunque el signo e intensidad de tales efectos dependen, por un lado, de la velocidad y de los aspectos estructurales del crecimiento y, muy en particular, del mecanismo distributivo dominante, que está determinado en buena medida por la calidad de las instituciones políticas y económicas”.
Creo que todos, en México, estamos de acuerdo en que se necesitan grandes reformas para que la desigualdad y la pobreza disminuyan. Tal vez esto es lo único en lo que coinciden los líderes políticos de los distintos partidos, a saber: Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Luis Videgaray, Miguel Ángel Osorio Chong, Miguel Ángel Mancera, Jesús Zambrano, Ricardo Monreal, Martí Batres, Gustavo Madero, Ernesto Cordero, Margarita Zavala…
De que hay que hacer cambios para que el crecimiento de la economía se acelere y, al mismo tiempo, sea más equitativo, no hay la menor duda. Todos hemos llegado a esa conclusión. Las diferencias de criterios empiezan, y llegan a ser enormes, cuando cada quien propone los cambios en los que cree.
El gobierno y el PRI (Peña Nieto, Videgaray, Osorio Chong) han planteado y trabajado para que se concrete un paquete de reformas. El partido político de izquierda en formación, MORENA (López Obrador, Monreal, Batres), ya dijo con absoluta claridad que no está de acuerdo con nada de lo propuesto por el gobierno, y si no ha tenido fuerza política para impedir las reformas aprobadas hasta el momento, ya anuncia este sector mayoritario de la izquierda que usará su capacidad de movilización de las masas, que es notable, para oponerse a las reformas energética y hacendaria. La izquierda menos radical, la del PRD (Mancera, Zambrano), ha apoyado hasta hoy los cambios diseñados por el gobierno federal, pero no sabe si seguirá en el Pacto por México, o lo abandonará para movilizarse con MORENA cuando llegue la hora de las reformas que la izquierda por simple dogma no puede defender (hacendaria y energética). Y el PAN (Madero, Cordero, Zavala), que por lealtad a sus principios tendría que ir de la mano con el gobierno en la aprobación de las reformas, está atrapado en la mezquindad de la lucha interna por el control del partido, y no hay garantía de qué hará.
Las reformas “fáciles” ya se dieron. Vienen las “difíciles”. Tendrán que aprobarse para que el crecimiento económico regrese y para que, ahora sí, beneficie a todos, no solo a los muy poquitos de arriba. El PAN no debe fallar, la izquierda debe actuar con responsabilidad. ¿Es posible?
Sé que la izquierda busca otras reformas, pero ni la izquierda ha explicado suficientemente cuáles son. Las que sean (que espero no reproduzcan el simple y vulgar populismo a la venezolana), la izquierda tendrá que conseguirlas con más legisladores y aun conquistando el poder ejecutivo, para lo que necesitará en las próximas elecciones más votos de los que ha obtenido hasta el momento.
Cuando la izquierda gobierne, si propone cambios sensatos, habrá que apoyarlos. Ahora mismo, la izquierda no gobierna, sino el PRI, y sus reformas parecen adecuadas, así que urge concretarlas para que la desigualdad empiece a disminuir.
Sin reformas seguiremos inmovilizados en la trampa, muy lamentable y mucho muy compleja, de que el poco crecimiento logrado hasta el momento no ha reducido la desigualdad, sino todo lo contrario, de tal forma que en la actualidad los excesivos niveles de desigualdad se han convertido en el principal freno al crecimiento.
Las reformas estructurales lo que pretenden es una nueva institucionalidad que corrija imperfecciones en los mercados, aumente las oportunidades, genere incentivos, eduque y capacite con eficiencia y verdaderamente tienda la mano a tanta gente que, aun gozando de empleo, debido a los bajísimos salarios vive, sin condiciones mínimas de higiene y nutrición, en la más espantosa pobreza.
Tal como está construida la vigente estructura económica, el crecimiento no es suficiente para superar los problemas. Hay que cambiar esa estructura. Es la tarea a la que se ha entregado el gobierno de Peña Nieto, que hasta hoy lo ha hecho bien. Hasta hoy.
Viene lo duro. Esto es como el montañismo: cuando más cerca se está de alcanzar la cumbre más se fracasa, porque los últimos metros, sobre todo en la alta montaña, suelen ser complicadísimos, a veces imposibles de recorrer, aunque se cuente con el mejor equipo y se haya tenido la mejor preparación, por simples perturbaciones climáticas.
Si el clima político no se descompone, las cosas saldrán bien. Ojalá los intereses de corto plazo, las pasiones ideológicas y los fanatismos partidistas no lo echen todo a perder.
No sobra pedir que seamos prudentes todos, ya que no son tiempos en los que se pueda generar tormentas políticas sin consecuencias fatales e irremediables..

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