Muerte de Pérez Gay, pérdida para la cultura y la lucha por la democracia
Cuando muere alguien valioso, se repite el lugar común de “una irreparable pérdida”, esto -aparte de una obviedad en la parte de irreparable-, aunque el fallecido frise los cien años. La frase suena es esta condición un tanto burocrática, innecesaria y hasta ridícula, pues es de suponer que una persona a esas alturas ha vaciado lo mejor de sí.
Sin embargo, cuando la persona fallece relativamente joven, la frase cobra su entero significado. Es el caso de José María Pérez Gay, cuyo deceso ocurre a los 69 años. Con una constante labor en la escena pública como académico, escritor, traductor y diplomático, su muerte significa hoy una pérdida irreparable. Ahora es de suponer que vendrán los reconocimientos. Es la ley en México, se reconoce y homenaje a quien muere, escasamente al vivo.
Así condensa sinembargo.mx el tránsito del escritor: “José María Pérez Gay (Ciudad de México 1944) obtuvo el Premio Nacional de Periodismo en Divulgación Cultural en 1996, y la Cruz de Honor para las Ciencias y Artes de parte del gobierno de Austria. Alemania le confirió la Orden de la Cruz al Mérito, y Francia lo nombró Caballero de las Artes y las Letras.
“Se desempeñó como agregado cultural en varias embajadas y estuvo al frente de la representación mexicana en Portugal.
“Fue subdirector de Radio Educación, y director fundador del Canal 22; durante su gestión al frente de la televisora cultural ganó el Premio Cámara de la UNESCO.
“Entre sus obras destacan El imperio perdido, La profecía de la memoria: ensayos alemanes y El príncipe y sus guerrilleros.
“El Gobierno de Austria le otorgó la condecoración de la Cruz de Honor para las Ciencias y las Artes, y el de Alemania la Orden de la Gran Cruz al Mérito, entre otros reconocimientos.” (sinembargo.mx, 26-05-13).
No obstante, quizá lo más destacable de Pérez Gay durante los últimos años haya sido su compromiso político con una causa en la cual creyó, su apoyo abierto a la opción política representada por López Obrador, quien por cierto señaló en su momento que había votado por él para presidente en la pasada elección, como un reconocimiento a la persona y al hombre de cultura.
Si bien tal vez queden obras o artículos en el tintero ya imposible, Pérez Gay deja testimonio de su paso vital en obras que ojalá alcancen una proyección mayor en beneficio de los aún vivos. Lo cierto es que, en términos del compromiso político, su muerte es una pérdida irreparable. No es común en México que el intelectual, el hombre de cultura, se abra hacia una clara postura de oposición. Ya sea porque se aspira a un cargo en la burocracia cultural o por mantener una supuesta objetividad. Pérez Gay fue contra esa corriente egoísta a veces dominante, de manera apacible y admirable.
Si un tipo hace falta en México hoy, es el tipo José María Pérez Gay: hombre de cultura comprometido con la lucha por el mejoramiento de la vida democrática del país, no desde su pedestal de supuesta objetividad, sino desde el compromiso social. Larga vida para José María Pérez Gay.
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