miércoles, 4 de marzo de 2009

AQUI ESTA LA REVOLUCION.

04 de Marzo, 2009 - 01:22
El ambiente político tiene un ligero saborcito a revolución. En este medio lo hemos venido diciendo desde hace dos años, pero ahora se hace un eco generalizado en los medios de comunicación, en las conferencias de los académicos, juristas, periodistas, políticos, economistas y hasta los tecnólogos y científicos que nos han acompañado en este proceso de concientización acerca de la realidad nacional. Pero entendamos lo que significa una revolución; es simple y llanamente un cambio radical en la forma en que concebimos y construimos la realidad, respecto a un tiempo anterior y sus condiciones. No necesariamente estamos hablando de armas, estallidos y conflictos, que sí los hay en nuestro panorama actual, pero la revolución es mucho más que eso, es una reconstrucción del papel de cada ciudadano en su contexto, y la reconstrucción de la concepción del ente rector.

La administración actual y la anterior le han dado un giro ya a la concepción del Estado, que es el ente rector de nuestra sociedad dentro de las delimitaciones de nuestro territorio. Primero, desde De la Madrid, comenzaron a destrozar al Estado protector y lo convirtieron en Estado enemigo; después en el Estado fugitivo y hoy en el Estado invisible. La declaración de guerra contra el narcotráfico no tuvo otro fin último que el siguiente: corramos el telón del teatro y veamos quién dirige en la realidad esta tramoya. Desafortunadamente el Estado ha estado dimitiendo tan sistemáticamente a favor de cualquier tipo de delincuencia que ahora que el telón se levanta, vemos a la delincuencia organizada ya dueña de todo; y no sólo hablamos de aquellos delincuentes que portan armas y ejecutan a sus competidores, sino a la delincuencia organizada que hace su vida defraudando a todos los mexicanos: bancos, consorcios de “comunicación”, partidos políticos, y un largo etcétera. Por lo tanto la violencia que permea en el ambiente, es solamente la evidencia de lo que ha venido ocurriendo tras bambalinas todo este tiempo en el que las caras felices, luces y sonido han tapado lo que la realidad grita en cada esquina, en cada comunidad, por teléfono, en pláticas de banqueta. Hoy parecen muy catastróficos los reportes que sobre nuestro país versan en el extranjero, pero son los más objetivos: un Estado nulo, fallido, falta de respeto por los derechos humanos, impunidad en todos los niveles de la criminalidad, devaluación crisis y desempleo.

La buena noticia es que ahora, que muchas de las soluciones erróneas que nos ha otorgado la institucionalidad están canceladas, se abre la puerta a las opciones racionales, analizadas, nacidas de la conciencia y trabajadas de corazón en pro de un bienestar. En este sentido, los revolucionarios, que seremos todos a partir de ahora, tenemos un trabajo muy arduo en idear las nuevas formas de participación para concebir una convivencia social diferente, pero lamentablemente ésta participación no será trascendente en las urnas para las elecciones de este año. En el poder a todos los niveles sigue enquistada esta desorganización perpetuada únicamente por la inercia, pero si son tiempos de romper inercias, es tiempo también para la revolución. Esta no empezará cuando caiga toda la mafia que nos gobierna, sino ahora, en el trabajo ciudadano y se hace particularmente importante ahora que vemos la derrota del Estado en todos los ámbitos a favor de poderes casi monárquicos, que van desde la delincuencia organizada hasta las corporaciones faltas de ética que promueven la utilidad como un fin último, pasando sobre el bienestar de todos.

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