domingo, 1 de marzo de 2009

RICARDO ALEMAN

Itinerario Político
01 de marzo de 2009


El solitariode palacio


La mítica frase “el solitario de palacio”, se acuñó durante la hegemonía del PRI en el poder presidencial y —luego de evolucionar del porfiriato— alude a la soledad en la que el mandatario en turno asume decisiones trascendentales de su gestión


Calderón dice estar solo contra el narco
Podrían caer cabezas de PRI, PAN y PRD


La mítica frase “el solitario de palacio”, se acuñó durante la hegemonía del PRI en el poder presidencial y —luego de evolucionar del porfiriato— alude a la soledad en la que el mandatario en turno asume decisiones trascendentales de su gestión.

Ejemplos del peso político e histórico de las decisiones que toma el “solitario de palacio” son, entre muchas otras, la represión estudiantil de Díaz Ordaz en 1968; la disputa con empresarios de Nuevo León y la devaluación del peso en 1976, de Echeverría; el endeudamiento para hacer frente a la abundancia petrolera y la nacionalización de la banca de López Portillo; el pacto con las bandas del narco con De la Madrid; la alianza de Salinas con el PAN para legitimar su gobierno; el rescate bancario y el Fobaproa de Zedillo y, apenas en años recientes, el desafuero contra AMLO que decidió Fox.

En todos los casos se trató de decisiones que moldearon buena parte de los gobiernos del último medio siglo y que, a querer o no, han cambiado, desviado o trazado el rumbo de la historia de México.

CALDERÓN, SOLITARIO

Y viene a cuento el ejercicio memorioso porque apenas rebasado el primer tercio del gobierno de Felipe Calderón, todos saben desde cuándo y por qué razón el presidente Calderón es un permanente “solitario de palacio”. La decisión de convertir la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico en el centro de su gestión, fue personalísima y tomada desde los días iniciales de su mandato.

¿Se trató de un error? ¿Fue un acierto?

Unos argumentan a favor de la primera premisa, y otros apoyan la segunda. Lo cierto es que nadie lo sabe de cierto. ¿Por qué? A poco más de dos años de gobierno, nadie puede hacer una evaluación seria, sostenida y menos definitiva. La razón es elemental: falta más tiempo —hasta 2012—, que el recorrido hasta ahora en este sexenio. En los casi cuatro años que le restan al gobierno puede pasar cualquier cosa.

Lo que sí se sabe, en cambio —y no hablamos de una mera percepción y menos de una ocurrencia—, es que el presidente Calderón se dice solo, si no es que abandonado por la clase política —en la guerra del segundo gobierno azul contra el flagelo criminal—, y que está claro que involucra a todo el Estado, a la clase política toda; a la de ayer, de hoy y la que se gesta para mañana. ¿Quién, entre instituciones del Estado y del sistema de partidos, puede estar ajeno de esa guerra? Nadie.

Y es que quienes han platicado en semanas recientes con Felipe Calderón han escuchado a un presidente preocupado y que asegura “estar solo” frente a su más importante decisión: la lucha contra al narcotráfico. Pero lo grave no es que diga que está solo en esa guerra, y tampoco el asunto se queda en la soledad de las decisiones —en el mítico y hasta picaresco “solitario de palacio”—, sino que según el propio mandatario, los opositores tricolores y amarillos parecen estar dispuestos a gobernar sobre las ruinas del país. ¿De qué estamos hablando?

ESTAS RUINAS QUE VES...

Está claro para todos que a partir de asumir la responsabilidad de jefe del gobierno y del Estado, Calderón vio algo que todos conocían, percibían y padecían, pero que hasta entonces nadie se había atrevido a llamar por su nombre y con claridad: que el cáncer del crimen organizado y el narcotráfico ya invadió a casi todo el Estado mexicano; que se metió en partidos, gobiernos, empresas, iglesias... e instituciones en general.

Al arranque del gobierno, al tiempo que lanzó los operativos policiaco-militares en las regiones de mayor influencia de los cárteles, el Presidente ordenó un diagnóstico regional sobre la penetración del crimen organizado y el narcotráfico. Lo que vio, prendió no sólo los focos rojos de su gobierno, sino las alarmas en casi todo el país y en todas las instituciones del Estado; que gobiernos de todos colores y filiaciones —incluidos azules—, servidores de los tres órdenes de gobierno, líderes sociales, políticos, empresariales y religiosos aparecen, en mayor o menor medida, involucrados.

Frente a esa situación, la pregunta no sólo resultaba obligada... sino que todos la conocen. ¿Qué hacer frente a todas esas evidencias? La reacción natural, a botepronto, podría ser la de emprender una persecución generalizada, capaz de impactar como si se tratara de una reacción nuclear y en cadena. Pero una decisión como ésa provocaría una de las más graves crisis políticas de la historia. Muy pronto se desechó esa “salida fácil”, y se prefirió el trabajo político para que —en teoría—, cada uno de los grupos sociales involucrados empujara la cirugía y amputación que cada cual requería.

Pero entonces aparecieron todos los obstáculos posibles. Al olfatear que desde el gobierno federal se indagaba sobre los vínculos de gobiernos, liderazgos y grupos con los cárteles mafiosos, los gobernadores de todos o casi todos los partidos cerraron filas. Resulta que tricolores, amarillos y azules, no sólo cerraban los ojos al florecimiento del narcotráfico en sus regiones —¿cuántos alcaldes, gobernadores y líderes locales se voltean cuando ven pasar frente a su nariz a los criminales—, a la penetración en sus propios gobiernos, sino que nunca aceptaron tener algo que ver con el narcotráfico y el crimen organizado. “Es asunto federal”, decían.

Es decir, alcaldes y gobernadores de todo o casi todo el país —y del partido o filiación ideológica que se quiera—, se negaron de manera sistemática a reconocer una realidad que los ciudadanos de todo el país ven pasar frente a su nariz —y que desde Los Pinos se veía como la mayor amenaza no sólo para el gobierno, sino para el Estado todo—, pero que por razones políticas y de supervivencia electoral nadie quería aceptar.

GUERRA ENTRE AZULES Y TRICOLORES

Todos saben que desde diciembre de 2006 y hasta diciembre de 2008, se vivió una luna de miel entre el gobierno azul y el cogobierno tricolor. Pero arrancado 2009, empezó la disputa electoral que cambiará la correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados y en una quinta parte de los gobiernos estatales del país.

Los electorales, todos lo saben, son tiempos en los que alianzas, pactos y acuerdos viven momentos de receso, porque cada partido y gobierno busca ganar el voto popular. Frente al tiempo electoral y ante una creciente ola de violencia, el PRI se negó a meter en cintura a sus dirigentes, gobernantes y políticos locales que tienen vínculos con los grupos mafiosos, como lo había solicitado el gobierno de Calderón. ¿Por qué la negativa del PRI a realizar en tiempos electorales la cirugía y amputación que reclama la guerra contra los barones de la droga? Por dos razones: políticas y electorales. Es decir, por estrictas razones políticas... y políticas.

El priísmo, como todos saben, se dijo víctima de las perversidades del poder federal azul que, según los señores del PRI, pretende politizar la guerra contra la violencia y el crimen. Más aún, se dijeron ofendidos y hasta negaron lo que todos saben: que el florecimiento del crimen organizado y el narcotráfico es una genética tricolor que, en efecto, encontró caldo de cultivo en los gobiernos azules. En ésas andan los señores del gobierno de Calderón y las mujeres y hombres del PRI.

¿Qué va a pasar en los próximos cuatro meses? Puede pasar todo, incluso que la justicia corte cabezas azules, tricolores o amarillas. Claro, vinculadas con el crimen. Al tiempo.

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