Me dicen que desde hace unas horas casi todas las búsquedas en internet tienen que ver con la boda real, es decir, la de Kate Middleton y William, príncipe del Reino Unido.
Me piden, por lo tanto, que escriba sobre la boda real si es que quiero que alguien me lea en este momento.
¿Escribir sobre la boda real? ¿Y qué digo?
Solo sé que la anterior gran boda real, la de Lady Di y el príncipe Carlos, terminó siendo un desastre porque este tipejo siempre estuvo enamorado de una dama bastante fea, Camila Parker Bowles.
Y bueno, se supone que Diana no se accidentó, sino que la mataron… De eso y más son capaces en la casa real británica.
Recuerdo cuando eso ocurrió. Diana murió, o la asesinaron, el 31 de agosto de 1997. Es que un día después nació, en la Ciudad de México, la revista Milenio.
Cuando algunos de los fundadores de ese semanario celebrábamos por nuestro logro en un restaurante de Polanco, alguien dijo: “Qué lástima que Diana no se murió unos días antes, de tal forma de que hubiéramos podido sacar su foto en nuestra primer portada”. El comentario fue de mal gusto, pero nos hizo reír.
Eso sí, el primer número de Milenio llevaba la foto de un muerto célebre: un hermano de Guillermo Ortiz, entonces secretario de Hacienda. Recuerdo cuánto se molestó Ortiz por aquel reportaje, realizado por la gente que dependía de uno de los editores más jóvenes, Fernando Rivera Calderón.
Dos cosas enojaron al secretario de Hacienda: la foto de su hermano en la morgue, que tomamos por casualidad, y el título de la nota: “Todos los muertos son igua…”. “Igua”, sí, no “iguales”, ya que por un error de impresión esa palabra se publicó incompleta.
No sé si Kate es o no una nueva Diana. Ya nos enteraremos cómo la trata la vida o como la alcanza la muerte. Cuando muera, joven como Lady Di o vieja como la actual reina, ella entenderá que, al final, todos los que nos vamos a morir somos iguales, aristócratas y plebeyos, ricos y pobres, poderosos y oprimidos.
Espero que Kate sea feliz con su príncipe, pero lo considero improbable. Si no por otra cosa, porque los príncipes ingleses suelen ser muy mal portados.
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