¿Qué hacer con el futuro de la nación, como cínicamente los califica la inoperante clase política? ¿Qué hacer con los millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, los ninis, para quienes la única respuesta del régimen ha sido la minimización del problema (sólo suman 285 mil, según Gobernación y Educación Pública) y los discursos? Más de 7 millones (y contando) de jóvenes en el país se encuentran en tan precaria situación y las alternativas para ellos van de la militarización (César Duarte, gobernador de Chihuahua) a la justificación ramplona (su existencia no es culpa del gobierno federal ni de la SEP, sino de las autoridades laborales que no han creado espacios de trabajo, como asegura Alonso Lujambio, en pos de la candidatura panista).
El universo de ninis en el país representa cerca de 20 por ciento de la población económicamente activa, pero tal circunstancia apenas le empieza a causar preocupación al gobierno mexicano, pues algunos de esos jóvenes que ni estudian ni trabajan pueden ser presa del crimen organizado (Javier Lozano Alarcón, el veloz secretario del Trabajo, quien también quiere la candidatura blanquiazul para 2012). Otros calificativos: Felipe Calderón los acusó de herejes (los ninis están como están, porque no creen en Dios); las secretarías de Gobernación y de Educación Pública (con Fernando Gómez Mont y Alonso Lujambio a la cabeza) negaron rotundamente la existencia de 7 millones de ellos (no exageren: sólo son 285 mil); Heriberto Félix Guerra, titular de la Sedeso, los consideró esquezofrénicos por echarle la culpa a los demás). De esa altura es la relevancia que tiene el futuro de la nación para los autodenominados gobernantes.
Mientras la clase política dedica tiempo, esfuerzo y creatividad para encontrar más pretextos, nunca soluciones, el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la UNAM analiza el panorama del futuro de la nación (La situación de los jóvenes en México: la informalidad como destino) que tantas ronchas provoca en los autodenominados gobernantes.
En la Encuesta Nacional de la Juventud 2005 el gobierno mexicano reconoció que en el país 22.1 por ciento de los jóvenes no estudiaban ni trabajaban, lo que significó 7 millones de mexicanos. Cinco años después, la misma (autodenominada) autoridad solamente reconoció a 285 mil jóvenes en tal situación. Al analizar los datos de desempleo juvenil en el periodo 2005-2010 queda una duda. Si se incrementó la tasa de desempleo a nivel nacional, ¿cómo es que se redujo el número de jóvenes que no trabajan y no estudian?
El número de jóvenes que migra por falta de oportunidades de empleo, de acuerdo con la ANUIES, llega a 8 por ciento tan sólo de los profesionistas jóvenes, sin considerar a los que no terminan su educación para buscar trabajo fuera del país (lo que no significa que lo encuentren, sean profesionistas o no). A lo anterior hay que sumar a la población indígena, que sigue siendo la más marginada en los indicadores sociales, incluido el educativo, según se desprende de las cifras oficiales. El grueso de la población indígena joven (62.6 por ciento) tiene un nivel de secundaria incompleta. En otras palabras, más de la mitad de los jóvenes indígenas no tiene oportunidad de terminar la educación básica.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2009, el 91.8 por ciento de la población indígena menor de 15 años asiste a la escuela, pero solamente lo hace 28.3 por ciento del grupo de entre 15 a 24 años de edad. En agosto de 2010, el Consejo Nacional de Población advirtió que 4.3 por ciento de la población indígena joven no contaba con ningún nivel de escolaridad, 11.7 por ciento tenía primaria incompleta, 21.3 por ciento primaria completa y 62.6 por ciento secundaria incompleta.
Con respecto a los datos laborales disponibles y con los propios datos del Conapo, que claro que mientras 67.5 por ciento de los varones jóvenes se dedican a trabajar, 32.5 por ciento no lo hacen, las mujeres se ocupan mayormente en labores domésticas (50 por ciento). Una quinta parte de la población indígena entre 15 y 24 años estudia, guardando proporciones similares entre ambos sexos (22.9 por ciento hombres, 21.5 por ciento mujeres) y el resto no trabaja ni estudia (9.3 por ciento de los varones y 5.1 por ciento de las mujeres).
Lo anterior significa que 578 mil 678 jóvenes indígenas no estudian ni trabajan por las condiciones de desigualdad en el país, cifra que duplica lo reconocido por las propias autoridades gubernamentales de 285 mil jóvenes a nivel nacional, lo que es totalmente inconsistente. Ser joven y no tener trabajo y paga bien remunerada es el color que pinta la clase política como futuro para los jóvenes, pero un dato muestra el tamaño del despojo del trabajo para los jóvenes: por la falta de empleos formales y con buena paga, se encuentran en la economía informal 25.7 millones de personas, dato reconocido por el Inegi. Una cuarta parte de ellos son jóvenes. Lo anterior muestra no sólo el desprecio que el sistema político mexicano tiene por los jóvenes, sino cómo para la clase política, el gobierno federal y los partidos políticos ser joven no es más que ser un número para la estadística, y una presa más de la informalidad, sin derechos laborales.
Los jóvenes son promovidos como un gran ejército de posibles trabajadores para las trasnacionales y las empresas que contratan sin derechos laborales de ley. Muestra de lo anterior es lo que hacen las llamadas organizaciones sociales del PRD, PRI y PAN en las colonias populares de Jalisco, estado de México, Zacatecas, San Luis Potosí, Tamaulipas, Sonora, Guerrero, Veracruz y Distrito Federal, donde ya no son organizaciones sociales, ahora son organizaciones que funcionan como nuevos enganchadores o subcontratistas de jóvenes, amas de casa, ancianos y en algunos casos de menores de edad, para contratarlos en las peores condiciones laborales en las empresas de los llamados corredores tecnológicos, sin posibilidades de un trabajo digno y un salario bien remunerado.
He allí el futuro de la nación.
Las rebanadas del pastel
¿A dónde van a parar nuestros impuestos? Pues bien, más allá de canalizarse a los gustos y pasiones de Calderón (mundial de futbol, Vaticano, etcétera) y su séquito, se destinan a fortalecer la salud financiera de las trasnacionales: en 2010 la Comisión Federal de Electricidad pagó 15 mil millones de dólares a extranjeros por electricidad; Unión Fenosa, Iberdrola, Gas Natural, Intergen y TransAlta, beneficiarias de los compromisos; se firmaron 22 contratos por 25 años cada uno para comprar energía a empresas privadas; CFE compró caro y vendió barato el gas para la operación de centrales privadas (La Jornada, Israel Rodríguez). El paraíso, pues.
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