de Conny Arias, el Martes, 26 de abril
El autobús de la línea ADO hacia su parada obligatoria en la ciudad de San Fernando, Tamaulipas con destino a Reynosa. Llegaron a la terminal, bajaron dos personas y subieron cuatro, haciendo un total de 15 pasajeros en el autobús. Salió de la terminal para seguir su ruta, eran las 8 y media de la noche del 25 de marzo del 2011, salieron rápidamente del pequeño pueblo, no querían ser víctimas de los delincuentes que operan en la ciudad, sin embargo, esa noche sería la última que temerían, pues ya los estaban esperando.
Las calles de San Fernando se vacían a las 6 de la tarde. El pequeño poblado queda como pueblo fantasma al caer la noche, nadie sale de sus casas, todos se resguardan por el miedo a Los Zetas. Solo se pueden ver algunas camionetas de lujo circulando por las calles vacías, nadie se quiere topar con ellos.
El autobús iba saliendo de la ciudad, el chofer miró a lo lejos unas camionetas atravesadas a mitad de la calle y unos hombres encapuchados empuñando sus AR-15, en ese instante supo que todo había acabado. Los hombres le marcaron el alto al autobús, el chofer tuvo que detenerse. Los hombres se acercaron al autobús apuntando sus armas y gritando, "Abre la puerta cabron, muévete hijo de puta si no quieres que te pegue un tiro en la pinche cabeza”, el chofer temblando abrió la puerta del autobús, al instante subieron los hombres armados, uno de ellos le dio un golpe en la cara con su arma al chofer mientras otros dos entraban al área de pasajeros gritando, “Ya se los cargo la chingada a todos putos”, las personas que iban a bordo estaban aterrorizadas, las mujeres lloraban y los niños se abrazaban a sus padres llorando, todos estaban en desconcierto, pensaban que solo era un asalto, pero no era así.
Le ordenaron al chofer siguiera conduciendo, lo llevaron por varios metros de la carretera hasta llegar a una brecha, le indicaron que entrara por ahí, recorrieron 10 kilómetros aproximadamente en la terracería, los más largos en la vida de los pasajeros. Llegaron a una parte muy amplia y sin monte, en medio de la nada, alguna parcela, estaba muy oscuro. Ahí se encontraban 20 camionetas aproximadamente, de lujo, y también 3 autobuses de varias líneas, unos tenían impactos de bala, las llantas ponchadas, los vidrios rotos.
El hombre le indicó al chofer que detuviera la unidad, ahí separaron a hombres y mujeres, les ordenaron a todos los hombres que bajaran de la unidad. Bajaron aproximadamente 8 hombres que iban desde los 15 hasta los 50 años. Los formaron abajo del autobús, y unos hombres se aceraron a ellos y empezaron a clasificarlos, sacaron a los que veían que estaban viejos o débiles, sacaron a dos ancianos y dos que parecían enfermos, los amarraron de pies y manos y los llevaron con un grupo similar. A los que quedaron les ordenaron que se quitaran la camisa y que esperaran ahí.
Todos se dirigían a una de las camionetas estacionadas y gritaban “Háblenle al comandante” ahí se hizo presente ese hombre, que tenia vestimenta de comando en color negro, con chaleco antibalas y fornituras por todos lados, todos se dirigían a el como “Comandante 40”. El hombre se acercó a los pasajeros que habían bajado del autobús y les dijo con voz enérgica, tipo MILITAR: “A ver cabrones, el que quiera vivir que lo diga de una vez”, pero nadie contestó, todos miraban al suelo, ni siquiera podían levantar la mirada por el temor. Un joven como de unos 15 años se orinó de miedo en sus pantalones mientras visiblemente se veía que temblaba fuertemente como si tuviera frío y las lágrimas corrían por sus mejillas. El mentado Comandante 40 sacó su arma corta de la fornitura y sin titubear le pegó un tiro en la frente, el muchacho se desplomó de inmediato, mientras los otros hombres lo veían temblando aun más de miedo. “Quién más es maricón” preguntó el Comandante. Nadie respondió. “Les preguntaré por última vez, quién puta madres quiere vivir” esta vez lo hizo gritando. Y todos los hombres levantaron la mano. “Bien, se les hará una prueba a ver qué tan chingones son, el que lo logre sobrevivirá, el que no se chingo”, en eso le habló a varios de los hombres que estaban en otras camionetas y les dijo “Traigan los marros” y los hombres trajeron un mazo para cada hombre. “ A ver cabrones, la tranza es así, se van a poner en parejas, y se van a partir la madre, el que sobreviva se viene con nosotros a jalar y se salva, el que no, pues se lo cargó la verga” eso dijo en tono sarcástico, mientras sus hombres reían. Los pasajeros quedaron pasmados por la noticia, no podían creer que fuera cierto lo que les ordenaba el individuo que más bien parecía NAZI que narco. Todos tomaron su mazo y se pusieron en parejas y veían a su contrincante con una mirada de miedo. “Pártanse su madre”, dijo el Comandante 40.
Unos de los pasajeros se acercó llorando a él diciéndole, “Por favor señor, yo no quiero hacer esto, le doy todo el dinero que traigo y mi casa pero déjenos ir”, el Comandante 40 lo vio fijamente a los ojos, le quitó el mazo y le dijo, “Está bien pinche maricon, vete” y tan pronto el hombre dio la vuelta le pegó con el mazo en la cabeza con una fuerza brutal, el hombre cayó al suelo bañado en sangre y 40 se puso como loco dándole golpes en la cabeza con el mazo como 20 veces hasta que quedó deshecha totalmente. “Esto es lo que tienen que hacer hijos de puta, usar los huevos, el que no quiera que me diga y yo le parto su madre”, todos los hombres comenzaron a pelear entre si.
El chofer del autobús seguía con el hombre que lo interceptó junto con las mujeres y los niños dentro de la unidad. Ahí subieron varios hombres armados mas y bajaron a las muchachas que les parecían más guapas, mientras les gritaban “Muévete puta”, todas lloraban y gritaban al igual que los niños, uno de ellos dijo, “A ver perras, denme a sus cachorros” y las madres lloraban abrazando a sus hijos, que iban desde recién nacidos hasta los 8 años máximo. Los niños se aferraban a sus madres mientras se los arrebataban los sicarios. Los bajaron a todos y se los llevaron, mientras unos sicarios golpeaban a las mujeres que quedaban en el autobús.
A las jóvenes que bajaron las llevaron a una casucha donde había más mujeres jóvenes, todo estaba oscuro y sucio, y se escuchaban gritos y lamentos, ahí les arrancaron sus ropas y las comenzaron a violar. Dentro de esa casucha había aproximadamente 30 mujeres que estaban siendo violadas, otras más estaban despedazadas en el piso.
A los niños los llevaron a otra parte, en donde había unos tanques con ácido, ahí los aventaban, se oían los gritos de dolor mientras se deshacían. Y los sicarios solo reían a carcajadas, uno de ellos les gritó a los demás, “Ya va a estar el caldo”.
El hombre le ordenó al chofer que encendiera la unidad, y lo dirigió hasta un lugar en donde vio a todos los que había separado del grupo por estar viejos o débiles, estaban tendidos en el piso en una línea amarrada de los pies y de las manos. “Pasa por arriba de ellos” le dijo el sicario al chofer. El conductor lo miró atónito, no podía creer lo que le ordenaba. “Que pases por arriba de ellos o te pongo ahí para que te lleve la chingada a ti también pendejo”, le gritó el sicario al chofer a quien no le quedó más que hacer caso. Mientras conducía podía sentir como si pasara por topes, pero la diferencia es que aquí podía escuchar los gritos de dolor de las personas que estaban abajo. Las mujeres dentro del autobús lloraban sin parar por aquel hecho tan horroroso. Y los sicarios que iban dentro solo reían. Hasta que terminó con la fila de personas, le ordenaron detenerse.
Fue ahí cuando el sicario le pegó un tiro en la sien al chofer y empezó a dispararles a las mujeres abordo. Bajaron y le prendieron fuego al autobús.
El Comandante 40 reunió a todos Los Zetas y les dijo, “Ya estuvo bueno de diversión por esta noche cabrones. Traigan a los ganadores” y trajeron a los que habían matado a su contra con el mazo y les dijo, “Bienvenidos al grupo de Fuerzas Especiales Zeta, el otro ejército”.
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