La historia y la literatura nos brindan muchos ejemplos de cómo los monstruos que crean los poderosos se convierten en un peligro, en principio para ellos mismos. Frankenstein, de Mary W. Shelley, sólo es un notable ejemplo, pero podrían citarse más.
El director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) ha dicho que la delincuencia, la pobreza y la desigualdad, la economía informal (que a veces deriva en economía criminal), el descontento juvenil, la corrupción, el terrorismo y los movimientos de migración, son todos elementos que amenazan la seguridad nacional, problemas que deberán ser combatidos si se quieren evitar opciones radicales, extremistas y violentas.
Todo lo enunciado en el párrafo anterior, más lo que se me haya pasado, fue creado por las políticas públicas de los últimos gobiernos (los neoliberales) y aumentado por Calderón. Son los monstruos del gobierno/Frankenstein.
En días pasados La Jornada ha dado cuenta de la gravedad económica y social que vive el país. Citando a José Luis Calva se afirma que de 1982 a la fecha el país ha crecido a una tasa promedio de 2.1 por ciento anual, la peor de América Latina; en el mismo periodo el salario mínimo perdió 71.3 por ciento de su poder de compra, lo que quiere decir que lo que antes se compraba con 30 ahora se compra con cien, tres veces más que la gente, en su mayoría, no tiene, no lo gana. El resultado de esta política es que los que no alcanzan a comprar la canasta básica para alimentarse suman casi 23 millones de personas (De la Cruz, ITESM), y esto se ha recrudecido durante el gobierno de Calderón y al margen de la crisis en Estados Unidos, pues no es producto de la coyuntura sino de la mala distribución de la riqueza, de los salarios que regatean las empresas a sus trabajadores, de las políticas públicas que sólo han favorecido a los que ganaban y ganan más.
Según la más reciente Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), la pobreza por bajos ingresos se ha extendido y profundizado durante este gobierno. Los más pobres ganan menos y los más ricos ganan más (La Jornada, 19/7/11).
Calva señaló que gracias a estas políticas 12 millones de mexicanos emigrados a Estados Unidos han producido, allá, el equivalente a 600 mil millones de dólares anuales. ¿Cuánto hubieran producido en México de haberse quedado? Muchísimo menos, pues aquí no se les brindan oportunidades ni empleo. Si éste existiera, no emigrarían, ni tampoco se irían a engrosar las filas del crimen organizado que, según el mismo economista, ha creado 600 mil empleos en el país, convirtiéndose en el mayor generador de puestos de trabajo.
La incapacidad de los gobiernos neoliberales para crear o fomentar empleo queda de manifiesto al observar el crecimiento de la economía informal y su consecuencia: el empleo informal. Hace ocho años el porcentaje de la población ocupada en el sector informal era de 26.7, en 2010 el Inegi la calculó en 28 por ciento (12. 4 millones de personas). Con otros criterios, como por ejemplo el número de mexicanos que trabaja sin acceso a servicios formales de salud (CEESP), el porcentaje de empleo en la economía informal es muy superior: 64 por ciento (más de 28 millones de mexicanos). Para el FMI, entre 50 y 60 por ciento de la fuerza laboral puede ser clasificada como informal y, además, con muy baja productividad. En este caso no se han incluido actividades delictivas ni de giros negros.
El dato no es secundario, pues la economía informal supera, en tamaño, a la actividad industrial y rebasa la tercera parte del producto interno bruto que, además, se mueve fuera de los canales fiscales y quienes trabajan en ella no reciben asistencia médica ni cuentan con planes de retiro.
Además de la pobreza, cada vez menos paliada por las actividades informales y las remesas de nuestros paisanos en Estados Unidos, otro de los monstruos que han creado los gobiernos neoliberales, y que ha alimentado irresponsablemente Calderón de 2006 a la fecha, es la desigualdad social. Los datos que proporciona La Jornada (fecha citada) son muy elocuentes, aunque todavía se podría decir más para apreciar la verdadera proporción de la desigualdad en México. En su nota, Zúñiga señala que en el vértice superior de la pirámide de ingresos hay 5.4 millones de mexicanos, 4.7 por ciento de los habitantes del país u 8.1 por ciento de quienes reciben ingresos, los cuales perciben más de seis veces el salario mínimo. ¿Y si calculamos a partir de los que reciben más de 15 salarios mínimos? Peor. Para simplificar, en el decil de los más ricos se concentra más de la tercera parte de los ingresos generados en el país y la diferencia entre el decil más rico y el decil más pobre es de poco más de 23 veces.
Agréguese a lo anterior otro monstruo, el de los 7 y pico de millones de jóvenes sin escuela y sin trabajo (los ninis). Es un monstruo creado por estos gobiernos y ahora no saben cómo controlarlo y evitar que sea cooptado por el crimen y las oportunidades que se ofrecen en Estados Unidos, pese a las crecientes restricciones en ese país a la migración.
De la corrupción no hay nada nuevo que decir: es congénita a todas las esferas y niveles de gobierno y, definitivamente, no se ha hecho nada por disminuirla, ni siquiera por disimularla, pues nos gobiernan puros cínicos.
La inseguridad nacional, en resumen, es un monstruo que crearon los gobernantes, y que en realidad no es una amenaza, es decir algo muy malo que puede darse, sino una realidad que incluso para un próximo gobierno, por más bien intencionado que sea, le será muy difícil disminuir o debilitar. El doctor Frankenstein murió en el intento.
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