miércoles, 6 de julio de 2011

La Villa Rica de Yunes FEDERICO ARREOLA

Dice Miguel Ángel Yunes que Elba Esther Gordillo es inmensamente rica. Ninguna novedad hay en esa expresión. La líder de los maestros se viste como señora extravagante del jet set parisino y, es de sobra conocido el dato, posee al menos una casa lujosa en la ciudad de San Diego, California. Pero Yunes no se queda atrás. También tiene lo suyo, y no es poco. En realidad, es mucho, un patrimonio superior a lo que él podría adquirir con su sueldo de político, que es lo único que ha sido durante su vida.



Hoy, el diario Reforma, informa:



“Miguel Ángel Yunes, ex director del ISSSTE, construye en un predio de Veracruz de mil 500 metros cuadrados una casa que, de acuerdo con expertos inmobiliarios, tendría un costo de 20 a 30 millones de pesos, según la calidad de los acabados. La edificación se localiza en el Club de Golf la Villa Rica, una zona exclusiva de 112 mil metros cuadrados a la orilla de un estero del municipio de Alvarado, cerca de la Isla del Amor, frente a Boca del Río”.



El Reforma prueba lo anterior con fotografías y documentos oficiales. Cito de nuevo al diario presidido por Alejandro Junco de la Vega:


“De acuerdo con información catastral, los terrenos donde Yunes levanta su residencia, fueron adquiridos por la empresa veracruzana de Bienes Inmuebles (VBI), cuya apoderada es Leticia Isabel Márquez Mora, la esposa del ex director del ISSSTE”.



“Un político pobre es un pobre político”, dijo un clásico del priismo que, a partir del año 2000, cuando Vicente Fox llegó al poder, fue adoptado por el panismo como filósofo de cabecera.



Casi todos los políticos importantes de México viven como potentados. Lo peor es que eso es algo que no escandaliza a nadie.



Nuestros políticos, la mayoría de ellos, viajan en aviones privados y en helicópteros, visten en las mejores tiendas de ropa del mundo, se rodean de guardaespaldas elegantes, se hospedan en hoteles de 800 dólares la noche, poseen grandes casas, coleccionan obras de arte, se mueven en coches último modelo, beben vinos carísimos, comen en restaurantes ostentosos y son aficionados a los deportes de ricos, como el buceo.



Y todo el mundo lo ve normal.



He dedicado mi vida al periodismo y, por lo mismo, he convivido en los últimos años con muchos de los políticos importantes de México. Conozco sus casas, me han presumido sus adquisiciones de pinturas maravillosas o de libros raros, me han contado sus aventuras en los yates carísimos desde los que se lanzan al agua para disfrutar las bellezas submarinas.



Desde luego, hay excepciones. Sé de políticos que han tenido grandes cargos públicos y que no se han enriquecido. Son los políticos que valen la pena. Uno de ellos es Andrés Manuel López Obrador, que vive como la gente de clase media, inclusive de clase media baja. Es la razón principal por la que lo apoyo. Porque, aunque considero que su ideología no es la mejor, considero que a México lo que le urge es un político honesto en la presidencia, independientemente de qué tan equivocadas sean, desde mi punto de vista, sus propuestas económicas.



Hay muchos mitos, me los han contado, acerca de López Obrador. El otro día comí con un amigo, su hijo y un compañero de escuela del muchacho. Gente del sector empresarial, próspera y honesta. El joven que no es familiar de mi amigo, casi un adolescente, me dijo que a él le constaba, ¡a él en persona!, que Andrés Manuel había adquirido una propiedad cara en una colonia llamada La Toscana.



Esta mentira la he escuchado muchas veces, pero nunca me había topado con alguien que me asegurara tener pruebas de eso. Pues el chamaco decía tenerlas, afirmaba que él presenció la compraventa, que estaba en la oficina en la que el propio AMLO sacó el dinero y pagó el inmueble. Qué cosa.



Era un buen chico el que decía eso, inteligente sin duda, muy interesado en la política, pero cuando lo interrogué acerca de sus pruebas se hizo tantas bolas... Él no mentía, simplemente repetía la mentira que seguramente ha escuchado muchas veces en su familia y entre sus amigos. Al final, admitió, de malas, que no tenía la menor idea acerca de lo que decía. Me dio pena, desde luego, la forma en que al muchacho le habían lavado el cerebro, porque eso fue lo que le hicieron: ¡lavarle el cerebro!



Es curioso que las clases medias y altas mexicanas se dediquen a criticar a López Obrador por riquezas inexistentes, que esas mismas clases sociales inventan, y vean de lo más normal el enorme patrimonio, perfectamente real, de los políticos que sí tienen dinero, como Elba Esther y Yunes y todos los otros.

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