Se me hace un insulto que los medios nos estén preparando para Peña Nieto y sólo para Peña Nieto, como si sólo hubiera un partido, como si no hubiera IFE y como si no importaran los votos que vamos a depositar
en 2012.
Ilustración: Mario Fuantos
Muchas personas me han escrito para decirme que soy un hipócrita por haberme sorprendido con el destape de Enrique Peña Nieto en el Noticiero con Joaquín López-Dóriga.
Entre insultos, me comentan que eso era predecible y que las fechas fueron las adecuadas.
No, no es que no fuera un secreto a voces que el ex gobernador del Estado de México quisiera ser candidato y presidente, o que hubiera algún problema con la fechas.
Es por algo que va más allá, que tiene que ver con esta molestísima sensación de “inevitable”.
El lunes pasado, mientras veía la entrevista con Joaquín, por más que me resistí, como que viajé hacia el pasado al mismísimo momento en que se supo que Carlos Salinas de Gortari iba a ser el candidato del PRI para 1988.
Me acordé tan bien. Todo estaba tan preparado, incluso en términos mediáticos, que el periódico para el que yo trabajaba en aquel entonces, en Monterrey, ya tenía lista una edición especial con la vida y obra de don Carlos para que se vendiera como algo extraordinario esa tarde.
Igual, mientras veía esa escena, no pude evitar hacer otro salto en el tiempo y acordarme del instante en que Jacobo Zabludovsky daba la noticia de que Luis Donaldo Colosio iba a ser el candidato del Partido Revolucionario Institucional.
No sé si fueron las palabras que Joaquín utilizó, los encuadres de Noticieros Televisa, la comunicación no verbal de Enrique Peña Nieto, las preguntas o las respuestas, pero quedé en shock.
Fue como volver a ver una telenovela vieja, como volver a escuchar una canción del pasado, como volver a vestir como se vestía antes.
Primero me puse a contar, como para tranquilizarme. Después, sin proponérmelo, me puse a cantar el himno de El Canal de las Estrellas, el que estaba de moda cuando Salinas, el que se seguía usando cuando Colosio, cuando Zedillo.
Obviamente no me gustó porque ni México, ni usted ni yo somos los mismos de aquellos tiempos. Se supone que ahora somos diferentes, que somos mejores, que tenemos más recursos. Incluso, que tenemos más reglas, más medios.
¿Por qué, si somos todo esto, nos tratan como en los 80 o en los 90? ¿De qué sirvió toda esta vida? ¿De qué sirvieron los logros? ¿De qué sirvieron estos años?
Siendo muy objetivo, don Enrique, el día de hoy, no es candidato. Por tanto, no hay manera de comparar la presentación de alguno de los nombres que le acabo de dar con la entrevista que se le hizo en Televisa.
¿Por qué entonces se sintió igual? ¿Por qué a los pocos minutos de que comenzó su participación en televisión, su nombre más la etiqueta de presidente ya estaba jugando en las redes sociales? ¿Alguien lo tenía preparado?
Por eso le digo que estoy sorprendido, e incluso molesto, con esta sensación de “inevitable”.
Es como si Enrique Peña Nieto ya fuera candidato. Es como si Enrique Peña Nieto ya fuera presidente. Como si nada ni nadie pudiera ser capaz de impedirlo, como si se tratara de una obligación, de una condena.
Y no me sorprende ni me molesta porque el señor no esté en su derecho de llegar a donde quiera, me sorprende y me molesta porque se me hace una falta de respeto para nuestra historia reciente, para la democracia, para usted y para mí.
Aunque el PRI esté donde esté, aunque las encuestas digan y aunque a varias instancias les convenga, los medios nos educan para muchas cosas y alimentan nuestro ánimo colectivo.
Se me hace un insulto que nos estén preparando para Peña Nieto y sólo para Peña Nieto, como si el PRI sólo fuera propiedad de Peña Nieto, como si sólo hubiera un partido, como si no hubiera IFE y como si no importaran los votos que usted y yo vamos a depositar en el verano de 2012.
Se me hace una ofensa porque, ¿entonces para qué votamos? ¿Entonces para que gastamos en unas elecciones? ¿Entonces para qué le hacemos al cuento?
¿Ésa es la idea? ¿Desmotivarnos para que suceda lo “inevitable”?
Pues cuidado porque, desmotivado, desmotivado, el pueblo de México, y hasta el PRI, se podría cansar de insultos y ofensas, y podríamos reaccionar exactamente en sentido contrario.
Me queda claro, nuestro presente es tan asqueroso que muchas personas quieren volver al pasado, pero hay maneras de viajar en el tiempo, y las que se están usando a nivel comunicación no son precisamente las más atinadas. ¿O usted qué opina?
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