Entiendo las razones del presidente de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, para estar enojado con Andrés Manuel López Obrador y quienes participamos en su movimiento.
En alguno de sus discursos o libros, Andrés narró una plática que sostuvo con Ealy en la que este importante empresario de la comunicación le contó que, durante el proceso electoral de 2006, el entonces presidente Vicente Fox le prometió grandes premios si alteraba, en contra de López Obrador, una de las encuestas que iba a publicar El Universal. Juan Francisco no lo hizo, lo que le honra, pero no dejó de molestarle, y mucho, el comentario de Andrés Manuel.
Cuando el director de cine Luis Mandoki y yo (que fui el productor) recorríamos algunas ciudades del país promoviendo la película “Fraude: México 2006” que se proyectó en casi 300 salas de cine, nos reunimos con Manuel Camacho a tomar un café en algún lugar de la colonia Roma del Distrito Federal.
Esa vez Camacho nos dijo, enojado, que una escena de la película le había echado a perder su esfuerzo para reconciliar a Juan Francisco Ealy Ortiz con Andrés Manuel López Obrador: se trataba de un video que obtuvimos en el que se veía orar, tan tiernos ellos, al cardenal Norberto Rivera, a Carlos Salinas de Gortari y al propio Ealy.
El hecho es que Juan Francisco, un gran empresario (admiro el éxito que El Universal tiene, sobre todo en internet), como muchos otros propietarios de grandes medios de comunicación, están enojados con Andrés Manuel y su movimiento porque durante la resistencia civil que nació con el fraude electoral de 2006 se les ha exhibido como demasiado cercanos al poder y, por lo tanto, demasiado alejados de la gente.
Así las cosas, en la lógica mafiosa de que el “enemigo de mi enemigo es mi amigo” esos empresarios de medios, como Juan Francisco y otros (Emilo Azcárraga, de Televisa; Francisco González, de Milenio, etcétera), han decidido que les conviene apoyar a Marcelo Ebrard Casaubón en su lucha, legítima, por la candidatura presidencial de izquierda que, digan ellos lo que digan, el que más la merece es Andrés Manuel López Obrador.
El Universal, lo que es su derecho, es un abierto promotor de Ebrard. Hasta un blog o una sección en su poderosa página web dedica a las actividades del jefe de gobierno del Distrito Federal. Se nota la buena relación, aun el romance, entre los editores de ese diario y Ebrard. Así que si El Universal dice que Ebrard dijo algo pues hay que tomarlo como una verdad…
Este viernes, en su columna política principal, “Bajo Reserva”, El Universal dio a conocer la siguiente información:
“El jefe de gobierno del DF va a cambiar la rutina el próximo domingo: no saldrá a ninguna entidad del país para difundir su plataforma política. Marcelo Ebrard se quedará en la Ciudad de México para monitorear el mensaje de su adversario Andrés Manuel López Obrador, quien hará la presentación oficial del Movimiento de Regeneración Nacional en el Auditorio Nacional. Por supuesto, don Marcelo no tiene pensado asomarse por el evento del tabasqueño. ‘Voy a estar aquí, yo creo que en las oficinas del gobierno’, dijo”.
Carajo, ese es un caso psiquiátrico.
Qué obsesionado está Ebrard con López Obrador. ¿Qué espera que diga Andrés Manuel en su discurso del próximo domingo? ¿A qué le teme? Digo, podría Marcelo continuar con sus actividades fuera del DF y, por internet, seguir el mensaje de AMLO (nosotros lo transmitiremos en www.sdpnoticias.com, como lo harán otros sitios). Y, si fuera necesario, responder en cualquier ciudad, ante corresponsales o enviados de los medios capitalinos, lo que el tabasqueño exprese.
Pero no, Marcelo Ebrard, solo porque AMLO pronunciará un discurso, suspenderá todas sus actividades.
Qué miedo tiene el jefe de gobierno. Con eso demuestra que le falta serenidad para enfrentar las situaciones que él juzga complicadas.
Un tipo así no está capacitado para gobernar. Porque, evidentemente, lo más probable es que en su mensaje Andrés Manuel lo elogie, lo que hará por su famosa “estrategia” de no romper con Ebrard (que muchos en el movimiento no entendemos). Y creo que Marcelo tampoco la entiende, y eso lo está volviendo loco. Pobre.
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