Obama y Peña Nieto y el arte de la política, es decir, el arte del engaño
Para entender a qué viene Barack Obama a México lo mejor que se puede hacer es leer, en Excélsior, la columna de Leo Zuckermann. La sintetizo:
“Alguien en Washington está enojado con el nuevo gobierno mexicano. No es gratuito que, a unas horas de que el presidente Obama visite nuestro país, se publiquen dos artículos sobre la cooperación entre las dos naciones en materia de seguridad, uno en The Washington Post y otro en The New York Times.
“Ambos son muy claros en dos asuntos. Uno: que durante el gobierno del presidente Calderón se incrementó de manera sustancial el involucramiento de Estados Unidos en la llamada ‘guerra en contra del crimen organizado’.
“El segundo asunto de estos artículos es que, desde que llegó el nuevo gobierno de Peña, ha habido un cambio en la postura mexicana que preocupa a algunas agencias estadunidenses. En el discurso y en algunos hechos, hay una reticencia de la administración actual a seguir permitiendo que los estadunidenses sigan metidos hasta el cuello en la persecución de los cárteles de la droga”.
Es decir, en Estados Unidos la visita de Obama a México es importante por el tema de la seguridad, mientras que “la Secretaría de Relaciones Exteriores de México ha expresado la intención explícita de bajarle el perfil a este tema.
“Todo apunta a que Calderón les abrió la puerta grande ( a los estadounidenses) y ellos se metieron hasta la cocina. Ahora no quieren salirse porque les conviene. Para ellos es mejor combatir a los cárteles que exportan drogas a su país aquí en México que en territorio estadunidense”.
¿Qué debe hacer Enrique Peña Nieto? Citar, frente a Obama, un párrafo escrito por el señor Zuckermann: “La guerra contra las drogas es su guerra, no la nuestra. Y, por cierto, si algo han aprendido desde que Nixon declaró esta guerra, es que nunca la van ganar”.
Peña Nieto debe preguntar a Obama cuándo veremos caer, abatidos por las balas o en prisión, a los chapos gringos, que los hay y son muy poderosos. Tan lo son que nuestro chapo es poca cosa frente a los de allá.
En privado será muy difícil el diálogo entre Obama y Peña Nieto. En público, no. Frente a las cámaras, dirán que se entienden de maravilla, que no hay problemas, que todo está bien. Así son los políticos, todos: maestros en el arte del engaño. Son seres, dijo Jorge Luis Borges, que han contraído “el hábito de sonreír todo el tiempo”.
Obama llega a México enojado porque ya no se le permite a su gobierno hacer en México su santa voluntad en el asunto de la guerra contra el narco. Pero no será capaz de expresar su molestia. Todo lo contrario, veremos a Obama bromear, mostrar su felicidad por estar en un país tan bello como el nuestro, etcétera. Lo peor es que la sonrisa de Obama nos va a seducir. Porque al tipo se le da bien eso de fingir alegría hasta cuando anda de malas. Y al revés, como en las grandes tragedias, se le da estupendamente fingir tristeza cuando está disfrutando los reflectores.
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