Mancera de la mano de Peña
El PRD acaba de elegir a su dirigente nacional después de que Agustín Basave presentara su renuncia al cargo. Debatiéndose en una crisis de deterioro interno enorme que lleva ya muchos años, el PRD se tuvo que abrir hasta el nivel que su dirigente nacional fuera un externo: Agustín Basave. A pesar del grave colaboracionismo del principal partido de izquierda (electoralmente hablando) con el gobierno de Peña y de la enorme presión que el surgimiento de MORENA representó para esta formación política, López Obrador no logró desfondar al PRD.
La pragmática alianza que el PRD mantuvo en varios estados de la República en las pasadas elecciones locales de 2016 con Acción Nacional, logró mantener con vida a esta formación política.
Pero la crisis interna no se resuelve y como ya lo comenté, Basave renunció a la dirigencia del PRD. Para entrar al relevo se manejaron tres nombres: Beatriz Mojica Morga, excandidata del PRD al gobierno de Guerrero y actual secretaria general, muy cercana a los Chuchos; Pablo Gómez Álvarez, dirigente nacional del PRD representante ante el INE y con una larguísima carrera parlamentaria y, Alejandra Barrales Magdaleno.
Cuando leí previo a la elección que sólo se habían registrado Pablo Gómez y Alejandra Barrales, anuncié por mi cuenta de Twitter que la dirigente sería esta última. Conozco bien el PRD y sabía que Pablo Gómez a pesar de su capacidad indiscutible carecía del apoyo interno necesario para ser dirigente del partido. La determinación en favor de Pablo Gómez habría significado cierto giro a la izquierda, aunque Pablo se ha caracterizado por su pragmatismo feroz y colaboró de manera activa en el pacto contra México.
La determinación en favor de Alejandra Barrales Magdaleno, desde mi punto de vista, marca la determinación del PRD de presentar candidato propio a la presidencia la República en 2018. Como ya lo declaró la propia Barrales, ir aliados con Acción Nacional o con MORENA para el PRD es en esencia lo mismo, pues es ir a la cola de ambos partidos.
Más allá de lo discutible de la aseveración, en sentido práctico la declaración tiene sentido. Ahora bien, el PRD ni siquiera debería plantearse la posibilidad de ir aliado con Acción Nacional a la presidencia la República, sería el colmo del pragmatismo y manchar la memoria de 600 hombres y mujeres que murieron por luchar contra el fraude electoral y que lucharon por construir una sociedad justa e igualitaria y que combatieron a la derecha hoy representada con dos caras: el PRI y el PAN.
Sin abundar en este debate, la determinación del PRD en favor de Barrales manifiesta su decisión de presentar como candidato a la presidencia a Miguel Ángel Mancera. Eso le daría al PRD un porcentaje que podría fluctuar entre el 5 y el 10% del electorado nacional. Porcentaje suficiente para mantener con vida al citado partido y para hacerle la tarea a la derecha, pues la división de los votos haría casi imposible que un candidato de izquierda ganará la presidencia de la República.
El gobierno de Mancera se ha caracterizado por subordinarse de manera absoluta al desgobierno criminal de Enrique Peña Nieto. No debería sorprendernos por lo tanto que jugara el papel que adelanto se perfila a realizar.
Y sin embargo, Miguel Ángel Mancera, Alejandra Barrales y la cúpula del PRD deberían plantearse seriamente presentar un candidato de izquierda, sólido y que articulara a todas las fuerzas progresistas y democráticas del país. Nunca como ahora se han dado condiciones para que la izquierda pueda acceder a la presidencia la República. Nunca como ahora la apuesta debería ser a una profunda transformación del país en el plano económico, político y social.
No deja de ser una paradoja que hoy también más que nunca están cercanas las posiciones pragmáticas de López Obrador y de la cúpula del PRD. Ninguna de las dos partes está apostando a una profunda transformación del país, se equivocan de manera absoluta y podríamos pagar todos por su ceguera y por su ambición chapucera.
Mientras esto sucede, el gobierno criminal sigue reprimiendo al pueblo en rebelión de Chiapas y Oaxaca. El movimiento magisterial se ha transformado en un movimiento popular de rebelión y a las cúpulas el PRD y MORENA pareciera tenerles sin cuidado este importante viraje.
La buena noticia es que falta mucho para el 2018, la mala noticia es que no tenemos tiempo que perder.
Peña y su desgobierno criminal deben irse ya y nuestros compañeros de partidos de izquierda siguen en una disputa de acomodos y de búsqueda de cargos; deben trascender esa posición de manera inmediata para poder construir una unidad sólida de las fuerzas progresistas democráticas del país que es evidentemente imperiosa su realización y deben respaldar la rebelión de nuestro pueblo dándole altura de miras y de objetivos, que no deben ser otros que la profunda transformación de nuestra patria. Esa transformación debe materializarse de manera práctica en estos puntos mínimos: empleo bien remunerado con contrato colectivo de trabajo a los trabajadores del campo y la ciudad; educación pública, laica y gratuita para todos los niños y niñas del país y acceso a las universidades públicas a todo joven que quiera estudiar; seguridad social para todo el pueblo; comida tres veces al día; acceso a vivienda; justicia y libertad. Este programa mínimo implica una profunda transformación económica y política del país, hay que comprometerse con este para poder llevarlo a cabo.
"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz".
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