viernes, 21 de agosto de 2009

Julio Boltvinik: Economía Moral

Como he comentado en las cuatro entregas precedentes, la medición de la pobreza que anunció el Coneval en julio no cumple con lo estipulado en la Ley General de Desarrollo Social (LGDS), porque sólo toma en cuenta los ingresos de los hogares para la medición y hace caso omiso de otros siete indicadores definidos como obligatorios en dicha ley. Desde 1994 vengo aplicando el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) que desarrollé a finales de los años ochenta para medir la evolución de la pobreza en el país, culminando en 1992. Al igual que el método de la LGDS, se trata de un método multidimensional.

Mientras con el método que ha aplicado el Coneval, y que fue desarrollado por el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza (CTMP) durante el gobierno de Fox, que es una variante original, pero muy defectuosa, del método de Canasta Normativa Alimentaria que viene aplicando desde hace 30 años la Cepal para medir la pobreza en América Latina, en México 47.4 por ciento de la población (50.55 millones de personas) vivían en condiciones de pobreza a mediados de 2008, de acuerdo con el MMIP es 74.2 por ciento la que se encuentra en dicha situación (79.17 millones de personas). Mientras en un caso se identifica como pobre un poco menos de la mitad de la población, en el otro se identifica en esa condición a casi tres cuartas partes de ella. La diferencia es de 26.8 puntos porcentuales y de 28.62 millones). ¿Cuál es el nivel correcto?

Una respuesta inicial debe tomar en cuenta que si aplicamos la línea de pobreza 3 (LP3) que definió el CTMP y que fue eliminada por la Sedeso, la pobreza sería 58.6 por ciento y no 47.4. Todavía más, si se utiliza lo que Araceli Damián y yo hemos llamado la LP3 corregida (que calcula la LP con la ortodoxia de la Cepal), el resultado es 74.9 por ciento, unas décimas por arriba del cálculo del MMIP. Desaparece la diferencia. Las tres cuartas partes de la población nacional son pobres.

Una vía de exploración consiste en comparar la norma fijada contra la realidad observada de los hogares. No estoy postulando que se convierta el es en el debe (lo cual, como lo sabe cualquier estudiante de filosofía, sería una aberración conceptual), sino simplemente aplicando la concepción relativa de la pobreza, que tanto debe a Peter Townsend, y que sostiene que las normas deben reflejar el estilo de vida ampliamente difundido o promovido en una sociedad. Cuando una norma queda muy lejos de la práctica de la inmensa mayoría de la población, pueden surgir dudas sobre su adecuación; en cambio, cuando la norma constituye, al mismo tiempo, la práctica de una proporción amplia de la población, la norma cobra mucho más certeza. Debe tomarse en cuenta que se trata de definir normas para uno de los países más desiguales del planeta, lo que dificulta enormemente la tarea.

Los cálculos de la pobreza del MMIP se basan en la combinación de tres dimensiones: pobreza de ingresos, pobreza de tiempo y NBI (necesidades básicas insatisfechas); mientras las dos primeras dimensiones están constituidas por sólo un indicador, la tercera se conforma con ocho: educación; salud y seguridad social; vivienda; agua y drenaje; bienes durables; manejo de basura; energía doméstica, y teléfono. Al combinarse los índices de estos ocho indicadores se obtiene el índice de NBI de cada hogar, que al combinarse con ingresos y tiempo permite obtener el índice integrado del MMIP para cada hogar, con base en el cual se clasifican los hogares en uno de seis estratos: indigentes, muy pobres, pobreza moderada, con satisfacción de necesidades básicas y requerimientos de ingreso-tiempo (sanbrit), clase media y clase alta.

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