martes, 11 de agosto de 2009

México SA



En las cumbres trilaterales, para México “no es el momento”

Carlos Fernández-Vega
Concluyó una cumbre” más, y de nueva cuenta las prioridades mexicanas lo único que recibieron fue un “no ahora, después, más adelante”. ¿Cuántos años acumula México con esas “respuestas” de sus “amigos y socios” en el ámbito trilateral? Algo así como tres lustros, mientras el inquilino en turno de Los Pinos se deshace por atender la agenda de sus vecinos, la estadunidense en especial. Prioridades, las de Estados Unidos y Canadá, en ese orden, porque según el trato recibido nuestro país puede esperar eternamente a que sus urgencias se resuelvan a la hora que sus vecinos lo deseen, si es que algún día lo hacen.

¿El asunto migratorio?: “no es el momento”; ¿la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte?: “no es el momento”; ¿la incorporación del capítulo migratorio en el TLCAN?: “no es el momento”; ¿empleo digno y seguro para la paisanada?: “no es el momento”; ¿combate bilateral al narcotráfico?: “no es el momento”; ¿que Canadá recule en lo de las visas a mexicanos?: “no es el momento”. Por lo visto nunca es “el momento”, porque transcurren los años, concluyen las “cumbres”, pasan los gobiernos, y nunca “es el momento” para atender las urgencias nacionales en el marco trilateral, con la siempre complaciente y sumisa aceptación de las “autoridades” de este lado.

Todo indicaría que no hay agenda mexicana, que el encargado en turno de Los Pinos asiste a las “cumbres” trilaterales simplemente para atender las prioridades de Estados Unidos (y ahora las de Canadá), a cambio de recibir palmaditas en la espalda, “reconocimientos” por tal o cual asunto y títulos nobiliarios como “amigou” (Bush dixit) o “mi estupendo amigo” (Obama ídem en la más reciente). ¿Y las prioridades mexicanas?: “no es el momento”.

No lo es, pero sí para atender las urgencias estadunidenses y, ahora, las canadienses. Que “no hay condiciones legislativas para instrumentar una reforma migratoria en Estados Unidos, y Canadá determinó no dar marcha atrás a la imposición del visado a visitantes mexicanos” (informó el embajador Arturo Sarukhán) es una sobada respuesta por parte del inquilino en turno de la Casa Blanca, mientras la negativa canadiense se mantendrá en tanto constate que la “respuesta” mexicana se limita a tímidos boletines de prensa y al clásico “usted perdone, pero sería posible que me quitara el pie de la cara?”.

¿En cuántas “cumbres” trilaterales no se ha dicho que el objetivo es promover la competitividad global, fomentar el bienestar ciudadano y otorgar más seguridad a nuestros países? ¿En cuántas aquello de “seguridad fronteriza, seguridad energética, seguridad financiera, seguridad en salud, seguridad contra el narco”?, mientras México hace el trabajo sucio y pone los muertos, sin mayores resultados para este lado de la frontera. ¿Dónde quedó la diplomacia mexicana? ¿Dónde los grandes embajadores que sacaban la casta?

Desde su campaña electoral, Barack Obama se comprometió a sacar adelante una “reforma migratoria integral”. Ya en la Casa Blanca hizo un tímido intento para abordar el tema, y se reunió con un grupo de legisladores de los dos partidos, quienes no se interesaron mayormente por el asunto, de tal suerte que el mandatario estadunidense asumió que “no era el momento”, y con esa actitud llegó a la “cumbre” de Guadalajara, porque “primero se avanzará en la reforma en materia de salud, después en la energética y financiera, y finalmente en la migratoria, para que sea hasta el próximo año cuando se inicie el debate”. Y Canadá, el siempre diplomático y negociador Canadá, entendió perfectamente cuál es el juego con México. Se subió a la línea trabajada por Estados Unidos y aplicó el truco.
“Son otras las prioridades”, y “por el momento no es viable la presentación de un proyecto de reforma migratoria integral”, le habría dicho Obama a su feliz anfitrión, quien quedó más que satisfecho con la negativa disfrazada de calificativo (“mi estupendo amigo”). México puede esperar otra “cumbre”, un nuevo periodo legislativo en Estados Unidos o incluso un nuevo inquilino de la Casa Blanca, pero que no tarde ni un segundo más de lo acordado para que le saque las castañas del fuego a sus vecinos del norte (“seguridad energética, financiera, fronteriza, en materia de salud, narcotráfico” y las que se acumulen), porque el paciente gobierno mexicano siempre espera y no desespera.

Al de la lengua larga y las ideas cortas –cada día más– le vieron la cara de panista permanentemente. No hubo año de su sexenio que Fox no “festejara” que “ahora sí nos aprobaron la reforma migratoria”. Por aquellos tiempos, todos aseguraban que no existía un presidente más oligofrénico que Bush, hasta que vieron a Fox “celebrar la reforma migratoria”. Y toca el turno a Calderón, porque, según su embajador en Washington, Obama le dijo que “si el resto de la agenda legislativa en Estados Unidos, en el Congreso, se mueve en la dirección correcta, podría abrirse un espacio –entre noviembre y marzo próximos– pero, evidentemente, hoy por hoy, esa reforma migratoria en este momento no está lista para ser presentada en el Congreso estadunidense”, es decir, lo mismo que Bush reiteradamente le dijo a Fox a lo largo de sus seis años.

Todo es urgente, pues, menos las prioridades del lado mexicano. Y así, hasta la próxima “cumbre”, en la que el inquilino de Los Pinos recibirá una sola respuesta: “no es el momento”, y él nuevamente dará las gracias y festejará, como hizo en Guadalajara, porque “el próximo otoño inauguraremos el primer puente internacional que se construye después de varios años entre Estados Unidos y México”. Pero de acuerdo migratorio, nada.

Las rebanadas del pastel

Y mientras el aletargado proyecto de la “nueva refinería” se desvanece entre la grilla y la burocracia, los lectores lanzan un S.O.S., toda vez que las “autoridades” respectivas son fieles sirvientes del capital trasnacional: “como muchos usuarios de tarjeta de crédito, necesito orientación o consuelo. En 2008 recibí una invitación vía telefónica para una tarjeta de Santander con un crédito de 4 mil 900 pesos, la cual acepté. Resulta que por problemas de trabajo no pude seguir pagando los intereses, traté de llegar a un acuerdo con el banco y su respuesta es una mensualidad de 500 pesos durante un año, así acabaré pagando 12 mil 600 por dicho crédito, además sin la posibilidad de volver a usar dicha tarjeta. Ya acudí a la Condusef y me respondió que no podía intervenir porque el banco no estaba infringiendo el contrato. Sé que soy uno más de los que estamos en las manos de los bancos y sus intereses. ¿Habrá alguien que pueda ayudar?” (Manuel Luna, manuelbl35@hotmail.com).

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