domingo, 26 de septiembre de 2010

Bajo la Lupa La mayor oferta accionaria de la historia: la desprivatización de Petrobras Alfredo Jalife-Rahme


Será muy difícil que el genial astrofísico británico Steven Hawking persuada a los brasileños de que Dios no existe (news.yahoo. com, 2/9/10), cuando hasta aseveran que su identidad es carioca.

Ahora estarán más convencidos que Dios es brasileño cuando descolgaron la mayor oferta accionaria de la historia, al haber desbancado las similares operaciones bursátiles de Japón y China, mediante la venta de acciones de la empresa mixta de control estatal, Petrobras, por 70 mil millones de dólares (datos de Reuters que The Financial Times reduce a 67 mil millones, 24/9/10) y que incrementa su control de 40 por ciento a 48 por ciento, según el ministro brasileño de Finanzas, Guido Mantega.

Del total, 42 mil 500 millones de dólares irán directo a las arcas del gobierno por el canje de los derechos de 5 mil millones de barriles de petróleo pre-sal, es decir, 10 por ciento del oro negro recién descubierto en las profundidades del océano Atlántico debajo de un piso de sal y que se calculan en 50 mil millones de barriles –por cierto, el equivalente del hilarante tesoro de Calderón quien, para no variar, ha contribuido con sus antecesores clones neoliberales al desastre energético de México, en general, y de Pemex, en particular.

Las acciones de Petrobras se habían desplomado 25 por ciento debido a la molestia de los accionistas privados de Nueva York y la City, quienes pretendieron sabotear la oferta accionaria que diluía su participación minoritaria (que deseaban en una fase ulterior transformar en mayoritaria controladora).

Fue el megaespeculador cosmopolita George Soros quien encabezó la estampida contra Brasil al soltar un suculento paquete de acciones de Petrobras a las hienas bursátiles (Bloomberg, 14/8/10).

Soros –presunto controlador del ex canciller foxiano Jorge Castañeda Gutman con otros tutti quanti que despachan desde la Torre Omega (presunto edificio de blanqueo del Irán-contras) hasta la Torre Mayor: ambas torres ubicadas en Paseo de la Reforma de la ciudad de México)–, navega con travestismo de filántropo cuando el perturbador libro La guerra de las divisas, del chino Song Hongbing (ver Bajo la Lupa, 22/9/10) lo desnuda como vulgar instrumento de las jugadas financieras letales de los banqueros esclavistas Rothschild (The Financial Times dixit).

La perturbación de los circuitos financieros anglosajones es desgarradora y uno de sus voceros globales, The Financial Times, no lo oculta (lleva un mes de jeremiadas al respecto) al tildar la oferta como una desprivatización (sic) que favorece el control estatal mediante la supraempresa a 100 por ciento estatal Petrosal (Bajo la Lupa, 6/9/09) que controla la propiedad catastral y jurídica del tesoro brasileño en las aguas profundas, mientras Petrobras se consagra a su operación extractiva.

El nominal control estatal siempre ha existido discutiblemente, pero era meramente decorativo y no implica sus alcances efectivos que proveen ahora tanto la dilución privada del restante de las acciones de Petrobras como la supremacía catastral y jurídica de Petrosal.

Es comprensible que a los patrones de Soros (los Rothschild), ya no se diga a sus marionetas tropicales/locales que abominan todo aquello que huela a BRIC (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China), les perturbe la desprivatización de Petrobras que significa una derrota geopolítica mayúscula a los intereses israelí-anglosajones de la City y Nueva York (en ese orden) que no digieren la alianza muy creativa del BIT (Brasil, Turquía e Irán; ver Bajo la Lupa,19/5/10).

Jonathan Wheatley, reportero de The Financial Times (24/9/10), coloca en el foco de la acción al presidente Luis Inacio Lula da Silva, quien desde el piso de remates de la bolsa de Sao Paulo exclamó: No era Francfort. No era Londres. No era Nueva York. Fue aquí en Sao Paulo. ¡Olé!


De izquierda a derecha: el ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega; el mandatario Lula da Silva; el presidente de Petrobras, Sergio Gabrielli, y Edemir Pinto, presidente de la bolsa de Sao Paulo, el viernes pasado antes de la apertura de operaciones en esa sedeFoto Ap
Las palabras de Lula resonaron en todos los rincones del planeta con excepción del país de los sordos y ciegos de la sindéresis, pero de pletóricos locuaces frívolos, al que después de dos centenarios los neoliberales convirtieron a México: En contraste con el pasado (sic), no estamos aquí para debilitar al Estado, o para rematar (sic) los activos públicos. Un Estado débil nunca ha sido sinónimo de un sector privado poderoso. Otro ¡Olé!

El disgustado Wheatley explaya que el gobierno saliente de Lula recibirá casi 24 mil 500 millones de dólares de capital fresco, como contribución vital a su ambicioso programa de inversiones, la mayor exploración petrolera del mundo, por 224 mil millones de dólares en los próximos cuatro años, mientras conserva así su autoimpuesto techo de endeudamiento a 35 por ciento.

Wheatley, quien habla en nombre de los inversionistas privados anónimos, muy bien representados por su periódico, comenta el temor (sic) de que el gobierno usaría la oferta accionaria para incrementar su control de Petrobras al reducir la participación de una minoría de accionistas. ¡Todo lo contrario de lo que ejecutan (en el doble sentido del verbo) los neoliberales priístas y panistas con Pemex cada vez más desmantelado!

La mayor oferta accionaria de la historia fue sobresuscrita en más de 20 mil millones de dólares, casi 30 por ciento, por lo que hay que aprovechar al mercado que ahora anda caliente en búsqueda de papel brasileño.

Es probable que después del triunfo electoral de Dilma Rousseff, candidata ungida por Lula para preservar el patrimonio petrolero estatal de los brasileños, Petrobras lance otra oferta que seguramente se pelearán los Fondos Soberanos de Riqueza (SWF, por sus siglas en inglés”) –fondos con sumas monumentales propiedad de los estados que participan en las bolsas globales.

Amén que los SWF, primordialmente provenientes de Medio-Oriente y Asia, exhibieron su poderosa musculatura bursátil durante la mayor oferta accionaria de la historia, Wheatley conjetura que “entidades (sic) del sector público (sic) de Brasil adquirieron 65 por ciento de las acciones vendidas.

¿Bien usó Brasil parte de sus reservas foráneas de divisas, octavo lugar mundial, que ascienden a 273 mil millones de dólares (hasta el 10/9/10, Banco Central de Brasil)?

El otrora obrero metalúrgico Lula, merecedor a carta cabal del Premio Nobel de la Paz, no sólo se ha encumbrado como óptimo estadista a escala global (basta compararlo con la diminutez involutiva de los panistas Fox y Calderón y sus gabinetes respectivos: verdaderos voladores Papantla pero sin mástil), sino que, además, le dio el pase presidencial a Dilma Rousseff, eficiente operadora de la desprivatización de Petrobras, según la expoliadora semiótica británica, cuando para nosotros significa primigenia y semiológicamente más una restatización de la linealidad histórica: una dinámica más geopolítica que financierista que ya habíamos advertido y que expusimos ante los sordos y ciegos de la sindéresis pero muy locuaces senadores frívolos del México neoliberal: una cuestión de enfoque filogenético, catastral y jurídico nada despreciable. Porque no se puede desprivatizar lo que fue adquirido por la pirata conquista bursátil durante el neocolonialismo y la desregulada globalización financierista anglosajona.

Lula no desprivatiza, sino restatiza. No es lo mismo.

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