El discurso oficial ante la situación de violencia que se vive en México está permeando en la sociedad la idea de que "saber actuar" es responder con violencia a la violencia.
No se explica de otra manera la serie de comentarios difundidos en los medios respecto a la agresión verbal y física que recibieron los policías del D.F. por parte de dos mujeres en la zona de Polanco, los cuales van encaminados a descalificar la actuación de los policías más que a reflexionar sobre el comportamiento de las "damas".
He aprendido, y aprehendido, en estos años de lucha pacífica que se requiere de más valor para responder sin violencia a la violencia.
La conducta reprobable de estas dos mujeres, que ameritó una llamada de auxilio a la policía, no debe quedar impune. Existen pruebas y evidencias de lo sucedido antes y después de su agresión a los policías.
Comparto totalmente la opinión del Secretario de Seguridad Pública del D.F., Dr. Manuel Mondragón, en el sentido de que la prudencia de los policías en ese acto deleznable fue lo mejor que pudieron hacer.
No se pude apagar el fuego con gasolina. En eso consiste la estrategia de la guerra emprendida por Calderón, que sólo ha ocasionado derramamiento de sangre por todo el país y exacerbación de la violencia.
Existen leyes para castigar a quienes las violan. En un estado de derecho se debe garantizar ante todo la integridad física de los ciudadanos y la aplicación irrestricta de la ley. Al menos a eso tenemos que aspirar si queremos reconstruir el país.
Alimentar la venganza o aprovechar un cargo público para someter a las personas ha sido el camino equivocado que han seguido tanto los gobiernos priístas como panistas para acabar con la paz social y continuar el salvajismo.
Necesitamos verdaderamente un cambio de mentalidad para desalentar el deseo de venganza y caminar hacia la civilidad.
Quienes dicen respetar a las instituciones hacen muy mal en descalificar públicamente la prudencia de estos policías y tacharlos de ineptos sin autoridad.
La autoridad es otra cosa. No se impone, se conquista mediante el convencimiento. El respeto nada tiene que ver con el temor o el miedo.
¿Hacia dónde encaminan los padres a sus hijos cuando les recomiendan que "no se dejen" de sus compañeros en la escuela, cuando les aconsejan: "si te pegan pega para que te tengan miedo", o cuando delante de los niños las madres descalifican a las maestras? No es una ocurrencia mía, lo viví en carne propia cuando impartí clases de inglés en una escuela particular.
Las conductas se aprenden en la vida, seguramente estas mujeres tuvieron en su infancia terribles ejemplos de prepotencia, de agresión, de racismo y de falta de respeto a sus semejantes, y las repiten porque en su formación académica no tuvieron la contraparte, una escuela que las acercara a la filosofía, a la buena literatura, al arte, en fin, un ejemplo de dignidad humana que se quedara grabado en su memoria.
A fin de cuentas ellas son producto de un sistema en el que predomina el egoísmo, el dinero y el poder, promovido desgraciadamente por los medios de comunicación.
Este acontecimiento, ya no tan aislado, nos tiene que llevar a reflexionar en la necesidad que existe en el país de apostarle a la educación y al cambio de esa mentalidad del "éxito personal" a costa de lo que sea
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