Tanta es su felicidad porque en el séptimo mes del año alrededor de 43 mil mexicanos por fin lograron emplearse en el sector formal de la economía (60 por ciento de ellos de manera eventual), que los tres tristes tigres del calderonato (Lozano, Cordero y Karam) una vez más olvidaron incluir otro dato en su fiesta mediática: que en igual periodo casi 100 mil trabajadores perdieron su plaza laboral o, lo que es lo mismo, el doble de los que finalmente se colaron –quién sabe en qué condiciones– al mercado de trabajo, de tal suerte que la tasa oficial de desocupación en el país, en el lapso referido, alcanzó la mayor cota de 2011.
Así es. Puntualmente, en los primeros días de cada mes esos tres tristes tigres (de papel) sonríen ante las cámaras para festejar, según ellos, la nueva cifra histórica en generación de empleo formal, pero siempre dejan fuera de la fiesta la creciente tasa de desocupación. Tan grande es su alegría, que siempre dejan de lado un hecho aterrador: a lo largo del calderonato, según cifras oficiales, el número de registros laborales en el IMSS ha crecido 8.2 por ciento, mientras la tasa oficial de desocupación se ha incrementado 57 por ciento, una diferencia de casi siete tantos, favorable, lamentablemente, al último de los indicadores citados.
Resulta que el Inegi divulgó ayer los resultados de su más reciente encuesta nacional de ocupación y empleo, correspondiente a julio del presente año, y entre ellos destaca que la tasa oficial de desocupación en el país se elevó a 5.62 por ciento (proporción equivalente a 2 millones 750 mil mexicanos), contra 4.94 por ciento al cierre de 2010. Las mujeres resultan las mayormente afectadas por este flagelo. Pero esta realidad, desde luego, queda totalmente fuera del show mediático que mes tras mes organizan los susodichos.
A nivel urbano, donde habita 75 por ciento de los mexicanos, la tasa oficial de desocupación es mayor al promedio nacional. Si se consideran las 32 principales ciudades del país (aquellas con 100 mil y más pobladores), en julio tal indicador llegó a 6.71 por ciento de la población económicamente activa, apenas 0.2 puntos porcentuales por debajo de un año antes. Las entidades con mayor tasa oficial de desocupación durante julio fueron Tamaulipas (8.81 por ciento), Aguascalientes (7.23) y estado de México (7.2). En sentido contrario aparecen Michoacán (2.48 por ciento), Chiapas (2.65) y Yucatán (2.69). El Distrito Federal aparece con 6.67 por ciento.
Otro resultado espeluznante que documenta la citada encuesta es el siguiente: 73 de cada 100 mexicanos en desocupación abierta (alrededor de 2 millones de personas) cuentan con los mayores niveles educativos, es decir, a mayor instrucción, menor posibilidad de colarse en el mercado laboral, lo que da cuenta de la ínfima calidad de las escasas plazas que tanto cacarean los tres tristes en su referido show mediático mensual. En el caso del subempleo la situación es parecida: 56 de cada 100 corresponden a mexicanos con mayor nivel educativo (media superior y superior), de tal suerte que 2 millones adicionales se encuentran en tan deplorable situación.
Lo anterior hace recordar las siempre sabias cuan documentadas palabras del inquilino de Los Pinos, pronunciadas tres meses atrás en el marco conmemorativo del 75 aniversario del Instituto Politécnico Nacional: mi gobierno está rompiendo el círculo vicioso de egresados universitarios sin empleo. Valgan las siguientes cifras oficiales para documentar la brillante alocución del susodicho: en octubre de 2008 (cuando el muy buen equipo económico, tal vez el mejor, al mando de Felipe Calderón –según su propia definición–, reconoció la existencia y contundencia de lo que desde muchos meses atrás en otras partes del mundo registraron como crisis), el 28 por ciento de los desocupados en México correspondió a trabajadores con mayores niveles educativos: en julio de 2011 la proporción había crecido a 73 por ciento del total.
¿Cuántos universitarios o politécnicos sin acceso al mercado laboral sobreviven en el mercado informal? No menos de 2 millones, de acuerdo con las cifras del Inegi, más un monto igual que están subocupados. Y eso acontece en la realidad mientras, encerrado en su burbuja, el inquilino de Los Pinos presume inexistentes rupturas de círculos viciosos. Cuatro millones de hombres y mujeres capacitados, creativos, académicamente bien formados, que deberían estar integrados a plenitud en el proceso productivo del país, gozando de estabilidad laboral, de tranquilidad económica, pero que más allá del discurso oficial a duras penas obtienen lo estrictamente necesario, y en ocasiones ni eso, para no morir en el intento de vivir en este país.
Sobre la población ocupada el Inegi reporta lo siguiente: alcanzó 94.38 por ciento de la población económicamente activa (incluida la que no obtiene ingreso) en el séptimo mes de este año. Del total de ocupados, 65.6 por ciento opera como trabajador subordinado y remunerado ocupando una plaza o puesto de trabajo, 5.2 por ciento son patrones o empleadores, 22.4 por ciento trabaja de manera independiente o por su cuenta sin contratar empleados y, finalmente 6.8 por ciento se desempeña en los negocios o en las parcelas familiares, contribuyendo de manera directa a los procesos productivos pero sin un acuerdo de remuneración monetaria. En el ámbito urbano de alta densidad de población, conformado por 32 ciudades de más de 100 mil habitantes, el trabajo subordinado y remunerado representa 74.6 por ciento de la ocupación total, nueve por arriba con respecto del nivel nacional.
La población ocupada por sector de actividad se distribuyó de la siguiente manera: en los servicios se concentró 41.1 por ciento del total, en el comercio 19.7 por ciento, en la industria manufacturera 15 por ciento, en las actividades agropecuarias 14.8 por ciento, en la construcción 7.8 por ciento, en otras actividades económicas (que incluyen la minería, electricidad, agua y suministro de gas) 0.9 por ciento, y el restante 0.7 por ciento no especificó su actividad.
Las rebanadas del pastel
A todo lo que da se mantiene el escándalo nacional por las llamadas “ladies de Polanco”, un par de subproductos de la fábrica de sueños y empresas cárnicas paralelas. En todas partes, a todas horas, se comenta el incidente y la ciudadanía está fascinada. Qué envidia: ya quisiera este país un escándalo similar por asuntos realmente importantes, socialmente vergonzosos, como los 12.2 millones adicionales de pobres generados durante el calderonato. Pero a los mexicanos estos temas no les importan. Qué hueva. Mejor dos urracas briagas y pachecas mentándoles la madre a los cuicos panzones y asalariados. Eso sí es trascendente y hace patria
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