Conozco muy bien al alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal. Es un operador político hábil… Se entiende. Se formó en su tierra natal, Oaxaca, al lado de José Murat.
Antes de ocupar su actual cargo fue presidente municipal de San Nicolás de los Garza. Realizó un buen trabajo, sin duda.
Pero empezó a echarse a perder cuando colaboró en el gobierno federal de Vicente Fox.
Se le acusó, con pruebas duras, de actos de corrupción relacionados con la construcción de la biblioteca José Vasconcelos.
Obviamente protegido por panistas importantes, Larrazábal no fue encarcelado y, peor aún, se le premió haciéndolo candidato del PAN a la presidencia municipal regiomontana. Ganó, solo para, desde esa responsabilidad, dedicarse a proteger a los dueños de los casinos que han aparecido por todas partes en la capital de Nuevo León.
Un día lo encontré en el aeropuerto capitalino. Lo acompañaban dos personas. Una de ellas, cuyo nombre no recuerdo, era un funcionario del PAN nacional. A la otra no la identifiqué. Me sorprendió que Larrazábal no me saludara.
Si digo que lo conozco muy bien, es que lo conozco muy bien. Por trabajo, yo como periodista y él como político, nos hemos visto muchas veces. Pero en esa ocasión no me saludó.
Pensé que se había debido a mi cercanía con Andrés Manuel López Obrador, y así se lo hice saber a un amigo con el que yo estaba: “No quiso exponerse a saludarme porque soy cercano a AMLO y venía acompañado de alguien del CEN panista”.
Mi amigo, uno de esos ejecutivos de empresa de Monterrey muy bien enterados, me respondió: “Seguramente no te saludó para no quedar mal con el panista que lo acompaña, a ustedes los pejistas no los puede ver la gente de Calderón. Pero, ¡qué bueno por ti! Te salvaste de saludar al otro, ni más ni menos que el zar de los casinos. No necesitas, Federico, que te presenten a los jefes de la mafia”.
Más tarde pregunté por las relaciones de Fernando Larrazábal con los dueños de los casinos y en todas partes escuché la misma historia: el actual alcalde de Monterrey, lo mismo que el anterior, el también panista Adalberto Madero, “Maderito”, es un protector de casinos.
Hoy los diarios El Norte, de Monterrey, y Reforma, de la Ciudad de México, presentan un video en el que se ve a un hermano de Fernando Larrazábal recibiendo dinero en un casino. Un moche, pues, un pago seguramente por permitir la operación irregular del negocio.
En el contexto de la tragedia del Casino Royale, lo menos que debe hacer Larrazábal es renunciar. Antes de que termine de convertirse en el Humberto Moreira del PAN.
Y es que si el PAN piensa que exhibiendo las irregularidades de Moreira dañará al PRI, este partido y Enrique Peña Nieto ya tienen en Larrazábal el arma ideal para contrarrestar el ataque.
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