El inquilino de Los Pinos presentó su idílico quinto Informe de gobierno en un ambiente crispado por el nivel de inseguridad, el raquitismo económico y el vertiginoso descenso del bienestar social, todo ello aderezado con un abultado inventario de promesas incumplidas. Una de ellas, tema cotidiano durante su campaña electoral, fue la relativa a que él sería el presidente del empleo (del desempleo, en los hechos); un lustro después, la realidad muestra que la generación de plazas laborales es totalmente deficitaria para atender la demanda de la población, y que las escasas fuentes de trabajo creadas son de ínfima calidad.
Muchos serán los cortes de caja que se hagan con base en el supuesto informe, pero el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados se adelantó a realizar el propio, con cifras oficiales, en materia de empleo e ingreso de los trabajadores, y entre lo relevante está el hecho de que en plena presidencia del empleo, y considerando que la crisis fue superada (frase, obvio es, del mismísimo inquilino de Los Pinos) la economía nacional a duras penas ha generado, en promedio, 185 mil empleos formales por año, es decir, 15 por ciento de la demanda real en materia laboral. Sólo 15 de cada cien mexicanos han logrado colarse al mercado del empleo formal, sin que ello garantice niveles dignos de bienestar; los 85 restantes sobreviven cómo y dónde puedan.
El 50.4 por ciento de los nuevos empleos registrados en el IMSS fueron eventuales, y permanente el 49.6 por ciento restante, lo que indica que actualmente poco más de la mitad de las plazas laborales en el sector formal de la economía han sido de menor calidad, lo que pone en duda, por decirlo suave, los fundamentos para el crecimiento del mercado interno. El empleo formal en el país sólo representa 32.6 por ciento de los mexicanos con ocupación, por lo que es necesario analizar lo que pasa en el resto de la economía. De acuerdo con los resultados de la más reciente encuesta nacional de ocupación y empleo, 5.62 por ciento de la población en edad de trabajar se encuentra desocupada, es decir, 2.7 millones de personas.
La población que trabaja menos tiempo del que está dispuesta a ofrecer (población subocupada) suma casi 4 millones de personas, y 13.4 millones los que laboran en el sector informal, lo que constituye un máximo histórico. La magnitud de las cifras nos ayudan a concluir que el sector informal ha funcionado como válvula de escape por el poco empleo generado en el sector formal y que una gran parte de la población (40 por ciento) se encuentra en situación de alta vulnerabilidad, ya sea por estar desempleado, por trabajar menos tiempo del que requiere, o en un sector sin prestaciones ni beneficios sociales.
Por el lado de los salarios, el CEFP indica que el segundo fundamento del mercado interno es el ingreso de la población. Mientras más dinero tenga la gente, más posibilidades existirán de un mayor consumo, lo que impulsa la economía doméstica. Si en el análisis se corrobora que el mercado laboral está en descomposición, en el caso del ingreso la tendencia es francamente explosiva. Por ejemplo, el salario base de cotización del IMSS comenzó a deteriorarse, presentando caídas en su valor real que se acumularon mes tras mes. Después de 27 pérdidas consecutivas, a partir de febrero de 2011 comenzó su recuperación, cuando se presentó el primer crecimiento positivo del saldo real. No obstante, esto no ha sido suficiente para recuperar lo perdido durante la crisis, dado que a mayo el salario base de cotización del IMSS presenta una caída acumulada de 1.6 por ciento (octubre de 2008-mayo de 2011), que equivale a una pérdida de 118 pesos al mes.
Como se mencionó, el mercado formal sólo representa un tercio del mercado laboral total, por lo que es necesario revisar lo que ha sucedido en la totalidad de la economía. Si se toma en cuenta la distribución salarial del país, se observa que del segundo trimestre de 2008 al igual periodo de 2011, la proporción de la población que gana de uno a dos salarios mínimos aumentó (12.3 y 16.8 por ciento respectivamente), mientras la que obtiene más de cinco salarios mínimos cayó (23.3 por ciento), es decir, se presentó una clara regresión salarial. Esto refleja que el ingreso promedio de los empleos que se han generado durante la supuesta recuperación de la economía resulta notoriamente inferior al de los puestos de trabajo que se perdieron durante la fase más crítica de la recesión.
La masa salarial ha moderado su ritmo de crecimiento durante el último trimestre. Esto se ha reflejado en un menor dinamismo del mercado laboral, donde las empresas manufactureras no han enfrentado problemas de disponibilidad de mano de obra calificada. Es decir, la holgura que presenta el mercado laboral ha permitido a las empresas tener una mayor cantidad de trabajadores con disposición de trabajar, lo que a su vez les permite ofrecer un menor nivel de salarios al que tendría que ofertar en caso de mayores dificultades.
En síntesis, en sus cinco años de estancia en Los Pinos Felipe Calderón ha garantizado menor empleo, menor salario y menor poder adquisitivo. Todo ello, desde luego, para vivir mejor.
Las rebanadas del pastel
Muy preocupados andan los súbditos socialistas del rey Juan Carlos porque la trasnacional Repsol corre el riesgo, según dicen, de perder la españolidad. Ese consorcio, una empresa del Estado en su origen, y privatizada a partir de 1989, tiene metida la mano hasta el fondo, literalmente, en una treintena de países que cuentan con reservas de hidrocarburos, y cuando la metió nada le importó que esas naciones perdieran el control de sus recursos naturales, mediante generoso obsequio de los gobiernos locales. Hoy están nerviosos porque Pemex, una empresa del Estado en su origen, y privatizada a partir de Miguel de la Madrid, aumentó su participación accionaria en Repsol, en asociación con el grupo Sycar, de origen español. Pero de qué se quejan los súbditos, si el capital español en México, con la alegre participación de cinco gerentes de Los Pinos, ha desmexicanizado (valga el término) buena parte del sistema financiero, la energía eléctrica, el gas natural, la industria de la construcción, el turismo, las telecomunicaciones, el transporte, la industria editorial, el comercio, las manufacturas y mucho más. ¿Verdad que no es lo mismo colonizar que ser colonizado? Por otra parte, ¿qué coño (lenguaje adecuado para el tema) hace Pemex endeudándose para comprar acciones de dicha trasnacional, cuando tres años después de anunciar la construcción de la refinería Bicentenario, en Tula, no ha puesto un solo tornillo?
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