Ya llegó, ya está aquí, la quinta temporada del cuentacuentos de Los Pinos; calderolandia luz y sonido, el exitoso show sobre un país de mentiritas (mentirotas, en realidad), en el que todo es posible mediante mágico cuan sencillo procedimiento: onerosísimas campañas propagandísticas –pagadas con los recursos de quienes sobreviven en el México real–, aderezadas con mayúsculas dosis de cinismo, miles de machacones discursos fatuos y la siempre de$intere$ada colaboración de los medios electrónicos.
Cinco tandas al hilo de fábulas políticas, económicas y sociales para alegrar a los alicaídos hogares mexicanos, que ya no sienten lo duro sino lo tupido. De acuerdo con su gerente, Calderolandia es la octava maravilla, es perfecta, chistoretera y genera felicidad por doquier, pero ¿cuál es la realidad objetiva que la información disponible permite documentar?, como pregunta el Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, en su balance de los casi cinco años de estancia de Felipe Calderón en la residencia oficial.
Pues bien, como es tradicional, el autodenominado quinto informe de gobierno viene presidido por una avalancha mediática que hace referencia a los principales logros que desde la perspectiva oficial se han alcanzado, pero, de entrada, en materia de seguridad, crecimiento económico y bienestar social (principales ofertas electorales del candidato chaparro, pelón y con lentes), el régimen de para vivir mejor no ha sólo ha empeorado la de por sí ingrata perspectiva nacional, sino que reporta los peores resultados desde 1988. Como subraya el CIEN, si el presente año se ajustara a la expectativa de la Secretaría de Hacienda (4 por ciento de incremento en el PIB), el aumento promedio de los cinco años de gobierno sería de 1.5 por ciento, proporción inferior a la registrada en los tres sexenios pasados para un mismo periodo, los cuales, dicho sea de paso, tampoco brillaron por sus éxitos.
La crónica ausencia de crecimiento económico se vincula directamente con la falta de empleo y con la precariedad de las condiciones laborales. La tasa de desocupación promedio en lo que va del sexenio es de 4.7 por ciento, considerablemente mayor al 3.3 por ciento contabilizado en el mismo periodo del gobierno anterior. Igualmente preocupante es el hecho de que la tendencia de dicha variable se encuentra al alza, es decir, que a corto plazo no puede vislumbrarse una solución a este gravísimo problema económico-social. Más de un millón de mexicanos se han sumado a las filas de la desocupación a lo largo del calderonato, pero éste va por más. Doce millones engrosaron el ejército de pobres y a 28 millones no les alcanza para comer. La economía informal ocupa a 13.4 millones de personas, 2 millones adicionales a lo registrado a fines del 2006. Otro elemento indicativo de la precariedad lo constituye el número de gente ocupada, pero sin acceso a la prestación de seguridad social: de acuerdo con el último reporte 29.8 millones se encuentran en dicha situación, 3 millones adicionales respecto al comienzo del sexenio.
Todo ello se ha dado en un entorno fiscal poco propicio para las empresas. A lo largo del sexenio se ha vivido un aumento en los impuestos, tanto los relacionados con el consumo como los vinculados con el ingreso. A los mayores niveles de IVA e ISR debe agregarse la creación de dos impuestos adicionales: IETU e IDE. Lo anterior en principio debería facilitar la operación financiera del gobierno, sin embargo no necesariamente ha implicado que se tenga un gasto público más eficaz. Nuevamente los datos estadísticos así lo documentan, y también lo hacen en el sentido de que el escaso bienestar de los mexicanos se ha visto menoscabado no sólo por merma del ingreso neto, sino a través de mayores impuestos (en número y en tasa).
El problema para el gobierno no ha sido la falta de dinero, señala el CIEN, sino la mala distribución, así como la ineficacia de la mayor parte de los programas gubernamentales. En 2006 el precio promedio del barril petrolero fue de 53.1 dólares, pero en cinco años de calderonato ha sido de 75.2 dólares, y en 2011 la media supera los 100 dólares. Además, ha contado con recursos adicionales por el alza al precio de las gasolinas: 33 por ciento más en 2011 que en 2006. También se observa un incremento en la deuda pública: de 1.8 billones a 4.4 billones de pesos, pero ¿quién pagará dichos saldos? Mayores recursos, en principio, debieron dotar al gobierno de un ingreso suficiente para alcanzar mejores resultados, algo que lamentablemente no ha pasado. Hace cinco años el inquilino de Los Pinos afirmó que si se continuaba por el mismo camino se generará una nueva etapa de prosperidad; hoy queda claro que el susodicho tiene una enorme deuda con la sociedad.
El control de la inflación presenta un grado de avance marginal a nivel general. En salud mantiene cifras similares a las del sexenio anterior, en tanto que en vivienda presenta un logro más importante. Sin embargo, rubros como los alimentos y el transporte han tenido un incremento de precios que no es menor, particularmente, porque se trata de bienes y servicios esenciales para el consumo de los mexicanos, afectando directamente la capacidad adquisitiva de aquellas personas que destinan la mayor proporción de sus ingresos a estos rubros, es decir, los más pobres. Este nulo avance, en términos de inflación, sobre todo en lo más básico para el bienestar de la población, influye en el bajo desempeño del consumo y del incipiente desarrollo del mercado interno, lo cual se ha visto exacerbado tras el incremento vertiginoso de la pobreza”.
Por el lado de la inseguridad, el número de denuncias a nivel nacional evidencia cómo ha evolucionado la delincuencia, llevando al país a la situación actual. Su crecimiento deja en claro el avance casi exponencial, particularmente a partir de 2006 y sólo considerando las cifras oficiales. Esta situación se ha visto exacerbada debido al detrimento de las condiciones socioeconómicas, es decir, la falta de generación de crecimiento económico, la mala distribución de la riqueza, las precarias condiciones del mercado laboral y el incremento de la pobreza, lo que da cuenta de las fallas estructurales del modelo económico mexicano.
Todo lo anterior en el México real, aderezado con una corpulenta corrupción en pleno gobierno de las manos limpias, algo que nada tiene que ver con la fábula calderonista.
Las rebanadas del pastel
¡Felicidades!: la película mexicana El infierno arrasó en la entrega de Diosas de Plata. Lo malo es que el infierno real también arrasó, pero al país.
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