viernes, 16 de septiembre de 2011

PERFECCIONAR LA DEMOCRACIA

La construcción de la democracia en el país no ha sido un proceso lineal ni exento de sufrimientos. Aun así, mucho se ha avanzado desde hace 201 años, cuando el país se revolvía en la inestabilidad que producía la independencia de España, o de hace 101 años, cuando la revuelta social dio origen a un nuevo régimen político y social que representaba un gran avance respecto de lo que se tenía.
En la actualidad contamos con instituciones y procesos democráticos, que requieren reformas continuas, que, de no hacerse, nos harían correr el riesgo de perder lo ganado y de permitir involuciones. En México los votos cuentan, sí, pero la democracia no se agota en lo electoral, sino que se debe extender a todos los ámbitos de la participación política, donde no siempre el ciudadano tiene pleno acceso y donde sólo algunos deciden el futuro del país.
Por eso son oportunos los llamados hechos ayer, Día Internacional de la Democracia, por actores políticos como el presidente Felipe Calderón, quien advirtió que la democracia puede perderse si se alteran los equilibrios de fuerza político-electorales en México. También el llamado de la Secretaría de Gobernación al Poder Legislativo para que apruebe la reforma política pendiente y nombre a los tres consejeros electorales del IFE faltantes.
Pertinentes también fueron los llamados del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Silva Meza, quien advirtió que la democracia efectiva requiere que ninguno de los tres Poderes de la Unión esté por encima de los otros, sino que marchen juntos y con pleno respeto de sus respectivos ámbitos de acción. Y el del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Chuayffet, en el sentido de que los enfrentamientos ideológicos deben resolverse mediante la discusión, buscando siempre en consenso entre los actores opuestos.
Todos esos planteamientos van en el sentido de reforzar la democracia mexicana. Cada uno con su matiz y su respectivo interés, pero que ya sumados son congruentes con el tipo de democracia y civilidad en la que debe vivir la nación, para que vivamos en un Estado de derecho, con efectivo equilibrio de poderes, donde los votos cuenten y se cuenten bien; donde los ciudadanos no agoten su cuota de participación en los comicios, sino que puedan intervenir de manera cotidiana en la aprobación o sanción de sus representantes populares.
Tenemos que fortalecer la democracia y trasladar las buenas intenciones discursivas a los hechos. La ciudadanía tiene en sus manos la obligación de que esos cambios se cumplan y le beneficien.


PERFECCIONAR

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