Una vez por semana AMLO juega beisbol, deporte que se da bien en el trópico y que suministra lecciones para el uso de la astucia y el sentido del tiempo y la oportunidad, tan importantes en política. El martes pasado AMLO y Ebrard se asociaron para lograr una jugada espectacular equivalente a un triple play o a un home rum con las bases llenas. Fue una maniobra diseñada a largo plazo con extremo cuidado, cumplida en un proceso zigzagueante de varios años, sin un error y culminada con elegancia.
AMLO y Ebrard se pusieron de acuerdo cuando apenas despuntaba el gobierno de este último en el DF, para correr en paralelo hasta definir una sola candidatura viable. Hicieron un pacto que han cumplido en detalle. El pacto señalaba que si Andrés no lograba remontar la campaña de lodo o colapsaba por cualquier razón, habría un fuerte candidato sustituto.
AMLO y Ebrard engañaron con la verdad al PRI, el PAN, los oligarcas más reaccionarios y el gobierno de Calderón, que querían descarrilarlos y dividir a la izquierda. Al final fueron inútiles las promesas, la promoción masiva en favor de Ebrard, las cenas, los regalos y las invitaciones. Bien dijo López Obrador que Marcelo, como Ulises, se puso cera en los oídos para no escuchar el canto de las sirenas. Los astutos fueron burlados.
El acto del martes pasado cuando se consagró la candidatura de AMLO contrasta por su limpieza, precisión y hasta elegancia con todas las demás fórmulas. El cochinero del PRD, la promoción mediática aplastante de Peña Nieto y la ingenuidad perversa de Calderón para imponerse en el PAN. En tiempo y forma quien perdió lo reconoce y quien ganó ratifica la alianza y apoya al vencido, quien se vuelve vencedor. Ambos actuaron como demócratas maduros. La renovación ética es la primera propuesta de esta alianza.
La parte más virtuosa del pacto cumplido es la forma inteligente en que AMLO y Ebrard cultivaron clientelas distintas. Andrés Manuel empleó estos años en crear un Movimiento popular, que es el soporte de su candidatura, mientras Marcelo trabajaba con los sectores medios altos, organizaba a una izquierda urbana y establecía relaciones estratégicas con los empresarios. Ahora fusionarán sus capitales políticos para crear una sola masa crítica. Esto deberá sellarse con una buena candidatura al Gobierno del Distrito Federal.
Pero los partidarios de AMLO y de la alianza debemos evitar el triunfalismo. Lo más duro de la oligarquía, la vieja y corrupta clase política que busca la restauración y la voluntad de Calderón de impedir la derrota de su partido, conspiran contra el nuevo frente progresista.
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