Con la presentación reciente del documento Un México para todos, ante un grupo importante y representativo de la izquierda mexicana y con la presencia de Andrés Manuel López Obrador, quien en ese mismo acto resaltó la afinidad de sus objetivos con el documento presentado, Cuauhtémoc Cárdenas se constituyó en figura central del próximo proceso electoral y apoyo decisivo para que las fuerzas de la izquierda puedan finalmente tomar el poder y enderezar el rumbo de la nación, luego del desastre a que nos han llevado los pésimos gobiernos sufridos por el país en los últimos 35 años, que han culminado con la tragedia nacional inducida por el gobierno criminal y corrupto de Felipe Calderón.
Artífice del movimiento político que en 1988 marcó el alto a los regímenes autoritarios que habían gobernado el país por más de 40 años, Cárdenas logró unificar a los diferentes grupos y movimientos de la izquierda mexicana, para conformar un movimiento sorpresivo al que el gobierno en turno sólo pudo detener mediante el despliegue ilimitado e ilegal de recursos y, finalmente, mediante la consumación de un gigantesco fraude, en el que el Partido Acción Nacional, traicionando sus principios, se convirtió en cómplice, abriendo el camino a la debacle que vino después.
Hoy no podemos ignorar que en todos los años que siguieron al fraude de 1988, México se ha deteriorado en sus instituciones, en su soberanía, en la calidad de vida de su población, en su liderazgo ante los países latinoamericanos, en los niveles de justicia social, en los derechos humanos de su población, en el estancamiento de su economía y en los niveles de inseguridad en que vive la población, como consecuencia directa de esos pésimos gobiernos, por lo que hoy, las fuerzas de la izquierda y los miles de hombres y mujeres honestos y comprometidos con una visión de cambio hacia la justicia social, el crecimiento económico, el fin de los privilegios a los grupos económicos coludidos con los malos gobiernos, tenemos el compromiso de impedir que esos dos partidos que tanto daño han hecho, puedan continuar dirigiendo el gobierno y controlando a la nación.
El gesto de Cárdenas de apoyo a la candidatura de López Obrador seguramente no influirá de manera alguna en los millones de simpatizantes que él tiene y que ha tenido desde antes del proceso electoral de 2006, en el que un nuevo fraude fue cometido contra el pueblo de México, por las mismas autoridades y tribunales establecidos para garantizar la limpieza de esos procesos comiciales, pero sí tendrá un efecto determinante en otros cientos de miles y quizás millones de votantes, que por ningún motivo desean que los partidos que hasta hoy se han repartido el poder sin recato ni compromiso alguno con México, sigan saqueándolo a partir de falsas promesas y discursos demagógicos, pero que ven con desconfianza a López Obrador, por los errores cometidos por él y por algunos de sus colaboradores, magnificados, desde luego, por la televisión y por algunos medios interesados en golpearlo para servir a quienes les pagan.
Con su acción, el ingeniero Cárdenas está dando no sólo su simpatía y apoyo a un miembro distinguido de su partido, sino un aval de la mayor importancia, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, los cuales seguramente tendrán un impacto importante para tiempos que seguramente serán muy difíciles, pues el desafío que hoy enfrenta López Obrador no es un mero proceso electoral contra contrincantes bien intencionados y comprometidos con el bienestar de los mexicanos, sino una lucha contra las fuerzas más oscuras que han mantenido al país en una pesadilla permanente, y que lo ven como un botín al cual pueden seguirle extrayendo más riqueza al costo que sea.
Con la presentación del documento Un México para todos, Cárdenas ha puesto en manos del candidato presidencial de la izquierda una contribución importante que va mas allá de las elecciones, por las ideas que contiene en torno a los problemas medulares que enfrentaría su gobierno para cambiar el deteriorado contexto nacional actual. Seguramente, para muchos mexicanos la unión de voluntades de los líderes actuales de la izquierda constituye una señal de esperanza para un futuro mejor del país, mediante un triunfo en las próximas elecciones que pueda ser tan avasallador como para hacer imposible un nuevo intento de fraude por quienes en el pasado han podido hacerlo, utilizando los recursos del poder y los métodos más oscuros y ominosos, para amedrentar y engañar a la población, comprar a números importantes de votantes y alterar los resultados electorales.
Para lograr esto, el equipo de campaña, los partidos políticos que lo respaldan y el mismo López Obrador y sus seguidores no deben cometer en esta ocasión ninguno de los errores de 2006, que incluyeron suponer –en un inicio y hasta que era demasiado tarde– que tenían la elección ganada, menospreciando la capacidad de los rivales, utilizar estudios sólidos y continuos que les permitan conocer en todo momento los perfiles, las demandas y las preocupaciones de la población, para actuar y responder a ellas en forma inteligente y coherente.
Asegurar la cobertura del total de las casillas electorales, para impedir que en algunas de ellas se introduzcan votos ilegales o se eliminen algunos que son legales, denunciando las irregularidades en las actas mismas de las casillas, ya que éste es el único medio legal establecido para determinar los resultados o para entablar demandas procedentes de revisión. Impedir el acceso a las candidaturas del PRD y partidos asociados a personas cuya solvencia moral esté en duda, con objeto de dar una imagen de congruencia y solidez ante los votantes, absolutamente diferente a la de los partidos contrincantes.
Mantener un discurso sereno, de altura, propositivo, que indique con claridad los cambios que la izquierda propone al país y las estrategias para su aplicación, y por último, mantener la imagen de Cárdenas como un referente central de la campaña, reconociendo la importancia política y el valor que su figura tiene para el país.
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