Petróleos Mexicanos, la paraestatal que Felipe Calderón ya salvó (él mismo dixit), una vez más reportó voluminosas pérdidas (el doble de las reconocidas en 2010), no obstante registrar ingresos históricos. ¿La causa?: el saqueo fiscal que en ella practica el gobierno que dice haberla salvado, quien en 2011 se quedó con absolutamente todos los rendimientos (784 mil 500 millones de pesos), más una sobrecuota cercana a 12 por ciento (91 mil 500 millones), de tal suerte que la empresa más importante del país de nueva cuenta aparece con números rojos y más endeudada que 12 meses atrás, es decir, antes de que oficialmente el inquilino de Los Pinos la declarara redimida. Hasta el último centavo de rendimientos (utilidades en una empresa privada) petroleros terminaron en la Secretaría de Hacienda, lo que obligó a Pemex, por enésima vez, a endeudarse para cubrir el agujero financiero provocado por dicha depredación.
A lo largo de 2011 Pemex logró mantener estable la producción de crudo (2.55 millones de barriles por día) y la plataforma de exportación (1.15 millones). Para ese año, el gobierno calderonista, por medio de los Criterios Generales de Política Económica, estimó en 63 dólares por barril el precio promedio de la mezcla mexicana de exportación; el Congreso elevó tal precio a 65.4 dólares, y así quedó establecido en la Ley de Ingresos para dicho ejercicio fiscal. En los hechos, el precio promedio concluyó 2011 en casi 101 dólares por barril (100.92 dólares, para ser preciso), es decir, una diferencia favorable cercana a 65 por ciento entre el precio avalado por los legisladores y el real.
En dicho año las ventas totales de la paraestatal sumaron un billón 558 mil 400 millones de pesos, 21.6 por ciento más que en 2010, y el rendimiento antes de impuestos y derechos ascendió a 784 mil 500 millones, monto 28.8 por ciento mayor con respecto al registrado un año antes, resultados ampliamente positivos… hasta que llegó la Secretaría de Hacienda y la dejó en números rojos, porque se llevó todo el rendimiento, más un plus por 91 mil 500 millones de pesos (más del doble que 12 meses atrás). Hacienda, pues, en total se llevó 896 mil millones de pesos. No hay empresa en el mundo, pública o privada, que aguante ese grado de depredación.
Pemex sintetiza así el resultado financiero del año pasado: los ingresos por ventas ascendieron a un billón 558 mil 400 millones de pesos, impulsados por la plataforma productiva y los precios internacionales de hidrocarburos. Los ingresos fueron aproximadamente 17 por ciento mayores al máximo histórico alcanzado en 2008; la producción de crudo alcanzó 2 millones 550 mil barriles diarios, manteniendo estable, por segundo año consecutivo, la producción de crudo; alcanzó una restitución de reservas probadas de 101.1 por ciento al primero de enero de 2012; el pago de impuestos se incrementó 33.9 por ciento y alcanzó un máximo histórico de 876 mil millones. Los impuestos fueron mayores en 104 mil 300 millones a los contribuidos en el máximo histórico anterior en 2008; el EBITDA (ingresos antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización), que es un proxy de la capacidad de generación de flujo, registró un incremento de 29.4 por ciento debido al incremento en ingresos. Las ventas internas se incrementaron 14 por ciento y las externas en casi 31 por ciento.
Así, como por arte de magia, las ganancias se convirtieron en pérdidas, porque la Secretaría de Hacienda se quedó con todo, más 12 por ciento. Y no se trata de que Pemex sea una empresa fiscalmente libre de responsabilidades, que caiga en la práctica de los grandes corporativos privados que en este país no pagan impuestos o lo hacen simbólicamente (con la venia gubernamental), sino de que la paraestatal aporte lo más que pueda, pero sin el ya tradicional saqueo que la mantiene financieramente anémica, carente de recursos para su fortalecimiento y desarrollo, a pesar de la creciente captación de recursos. Cuando Calderón se sentó en Los Pinos, Hacienda retuvo a Pemex alrededor de 583 mil millones de pesos; cinco años después se quedó con 876 mil millones. Y falta el saqueo de 2012, en pleno año de Hidalgo.
¿Qué empresa aguanta ese ritmo? Año tras año Pemex entera a la Secretaría de Hacienda el 100 por ciento de sus rendimientos, más una cantidad que obligadamente debe cubrir a dicha institución, y para hacer esto último recurre al endeudamiento. Para 2012 la propia paraestatal estima que contraerá débito neto por poco más de 52 mil millones de pesos, luego de pagar 76 mil 600 millones de deuda. Entonces, entre la espeluznante corrupción que campea en la paraestatal, los voluminosos salarios y prestaciones, los jugosos negocios privados que arman con recursos públicos, la creciente deuda y el permanente atraco de la Secretaría de Hacienda, Petróleos Mexicanos cada vez está financieramente más débil. Cierto es que esta estrategia, con fines eminentemente privatizadores, se aplica desde los tiempos de Ernesto Zedillo, y aunque los gobiernos neoliberales no han podido darle la puntilla, sin duda han avanzado.
Entonces, el gobierno que salvó a Pemex se queda con todo y, para colmo, lo dilapida: ese río de dinero no lo utiliza para estimular el crecimiento económico, generar empleo formal y/o aumentar el bienestar de los mexicanos, sino que lo destina (especialmente en tiempos de la dupla panista) a gasto corriente, particularmente a nómina burocrática, a pagar deuda del gobierno federal para seguir endeudándose, a maquillar su déficit, a rescatar consorcios privados amigos del régimen, a garantizar negocios particulares con bienes públicos y corruptelas por el estilo.
Las rebanadas del pastel
Los jóvenes panistas de Pemex cumplieron (véase el México SA del pasado martes), y de la amenaza pasaron a los hechos: de entrada, 60 trabajadores especializados de la Dirección de Tecnología y Procesos de Información de la paraestatal, a cargo de Abraham Galán Ramírez, fueron despedidos y/o jubilados anticipadamente con todo y sus 15-20 años de experiencia en esas artes. De acuerdo con la denuncia de un grupo que aún permanece en sus respectivos puestos (y no por mucho tiempo, según aclaran) la debilidad de Suárez Coppel desató una verdadera cacería de brujas, pues una veintena de empleados fue sujeta a una investigación ilegal y denigratoria, y seguramente ahora están en la lista de liquidables. A su vez, los jubilados denuncian: para nosotros la administración de Galán Ramírez ha sido desastrosa; el pago de nuestra pensión se había hecho sin problemas hasta que a este señor se le ocurrió que si algo trabaja bien hay que echarlo a perder, y el resultado de esto es que ahora hay errores frecuentes en los descuentos y los pagos.
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