Juan José Olivares
Periódico La Jornada
Jueves 23 de febrero de 2012, p. a48
Al abrir la puerta de una suite se escucha un canto casi imperceptible. Dentro, en una mesa grande de cristal, con una laptop y una taza de café, se encuentra Juan Gabriel, ataviado con una cómoda pijama de franela, cálida como el ambiente que se percibe. Se le observa tranquilo.
El embajador de México en el mundo del sentimiento, como lo llamó Carlos Monsiváis, espera a La Jornada, a la que ofrece una entrevista que se convirtió en charla sincera.
Juan Gabriel, texto y melodía de México –opina de él el francés Hervé Vilard– habla sobre la música y cómo se encontró con ella; sobre sus creaciones. También sobre el abandono de su madre, la soledad, el dolor y el amor. No olvida a mi Ciudad Juárez, mi México. Cree que el cambio no viene de los políticos, sino de la gente y su poder, y evoca alguna de sus utopías: concientizar a las madres solteras para que no abandonen a sus hijos.
La razón del encuentro: celebrar que en más de 40 años sus composiciones sean la banda sonora de la película personal de millones de mexicanos de diversas generaciones. Es un cantautor laureado. La vastedad de su acervo es desconocida incluso para él, pero se cuentan más de mil piezas grabadas por más de 800 artistas en idiomas como japonés, portugués, alemán, italiano, turco, inglés y francés. El domingo pasado fue la última de sus cinco presentaciones de este febrero en el Auditorio Nacional (que le entregó la Dalia de Plata por su trayectoria), todas con lleno total.
Irónicamente, sus ojos tristes reflejan alegría. Recuerda: Vengo de Michoacán, de una familia que se tuvo que ir de Parácuaro a Ciudad Juárez, por las razones que hayan tenido que ser; también sufrieron allá. Fue atroz para ellos. Yo estaba ya encerrado y carecí del cariño de mi madre, de sus cuidados. No hay que guardar rencores, porque hoy día, y aunque haya carecido de mi madre y de su cariño, ahora tengo el de millones. Su amor está derramado por todas las madres de México, aunque ellas no lo sepan.
–¿Le duele cómo está Ciudad Juárez hoy día?
–No lo puedo creer. He participado en ver el Juárez que yo quiero y amo, en el cual están mis canciones, el que yo viví. Me duele México, me duele mi Juárez, pero pienso que la manera en que puedo participar es cantándole, pidiendo al universo que todo sea para bien. Dicen que mientras más grande es el problema más cerca está la solución. Ojalá.
–¿Qué les pediría a los políticos?
–Mejor le pediría a la gente, más que a los políticos, porque la gente será eterna. He durado cuatro décadas como Juan Gabriel. Estoy seguro de que si me hubiera dedicado a la política hubiera durado dos o seis años. Como Juan Gabriel llevo 40; entonces sé que soy porque la gente me quiere y me respeta. Al universo le pediría que conmueva el corazón, el alma, el cerebro de todos, en todo el mundo, para una convivencia mejor, porque se vive sólo una vez. Les pediría que se abrazaran más fuerte. Que a los niños se les diera instrucción musical, porque me consta que la gente que hace cosas creativas es buena.
–¿Con el amor ha escapado del sufrimiento, de la soledad?
–Sí, aunque no hay que confundirlo con la pasión: cuando te enamoras de una persona a primera vista o te gusta para ir a la cama. El amor lo aprendí así, con mis amigos gays en Ciudad Juárez... con las prostitutas. No me acostaba y nadie se acostaba conmigo, pero una persona a quien amabas era con la que no tenías sexo; el verdadero amor. No como cuando amas a tu mamá (que puede tener un desliz o 500), a la que sigues amando. O a tu papá, que se puede ir con una, o con uno si le da su gana, pero lo sigues amando, como a los hijos o los hermanos. Eso es a lo que yo le llamo amor. Así aprendí a saber que todos somos de todos y nadie somos de nadie.
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