miércoles, 1 de octubre de 2014

Pesadilla de @RicardoAnayaC, oficio de @osoriochong y @lopezobrador_ y su multimillonario

@FedericoArreolamié 1 oct 2014 06:06
  
 
Desde ayer, Ricardo Anaya Cortés es el nuevo líder nacional del PAN. Con apenas 35 años de edad, en El Universal lo llaman “El joven maravilla”.
Se va a poner de moda el señor Anaya. En Excélsior, Francisco Garfias ha dicho que tiene “mucho futuro por delante si no despega los pies de la tierra”. Es la verdad.
La semana pasada conocí a Ricardo Anaya. Me cayó muy bien por inteligente. En una larga cena habló poco de política y mucho de física, sí, de ciencia verdadera. No me aburrí, por fortuna no.
En Milenio, Ciro Gómez Leyva ha comentado que Ricardo Anaya ya ha sido víctima del espionaje. Creo que es la forma en la que Gómez Leyva le está diciendo a Anaya lo que el subcomandante Marcos le dijo a Ernesto Zedillo cuando este tomó posesión de la Presidencia de México: “Bienvenido a la pesadilla”.
Ricardo Anaya había sido en los últimos años un protagonista importante, pero secundario, en la política mexicana. A partir de ayer es uno de los personajes principales. Conocerá, ahora sí, la fuerza de los ataques.
Pero Anaya no debe preocuparse en exceso, ya que existe la fórmula mágica para superar cualquier problema político. El consejo se lo dio Garfias: no despegar jamás los pies de la tierra, es decir, actuar con sencillez. Por ejemplo, si se va a olvidar de los vuelos comerciales porque ahora estará tan ocupado que solo podrá cumplir con su agenda utilizado aviones privados, Ricardo Anaya no tendrá larga vida como figura relevante.
Debe aprender la lección que ayer dio el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Todo el mundo lo elogia simplemente porque salió de su oficina y dialogó, en la vía pública, con los estudiantes del Politécnico que protestaban.
Reforma, en su columna “Templo Mayor”, ha dicho que Osorio exhibió “política con oficio”. Es la verdad, porque Osorio con su gesto de ser humano normal, no de divinidad del poder, se ganó los “aplausos de los enjundiosos estudiantes del Instituto Politécnico Nacional”.
Esta vez le doy la razón a Carlos Marín, quien en su columna de Milenio afirmó que “la matanza del 2 de octubre no habría ocurrido si el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz hubiera contado con un secretario de Gobernación dispuesto no solo a dialogar sino, a petición expresa, a hacerlo públicamente, comprometiéndose además a resolver ‘de inmediato’ las demandas estudiantiles”.
Me recuerda la columna de Marín lo que alguien dijo, creo que Napoleón, de que no hubiera habido Revolución Francesa y, por lo tanto, Luis XVI habría conservado la cabeza si el rey francés simplemente se hubiera tomado la molestia de abandonar sus palacios para escuchar a los inconformes.
Hasta Julio Hernández, de La Jornada, vio lo positivo del gesto del secretario de Gobernación: “Osorio, es decir, el peñismo, tienen en las manos la oportunidad de anotarse un triunfo político impactante, mientras las izquierdas se hunden entre el colaboracionismo de un partido declinante y la obsesión electoral y la recurrencia a los mismos métodos fallidos de parte de un partido naciente”.
Ya lo sabe Osorio, ya lo saben los otros integrantes del equipo del presidente Enrique Peña Nieto: si quieren que la gente deje de cuestionarlos, deben acercarse muchísimo más a la gente.
Como no es prudente salir todos los días a la calle a dialogar con manifestantes, los integrantes del gabinete presidencial, y el propio presidente, pueden empezar por bajarse de vez en cuando de los aviones privados. En los aeropuertos comerciales, en las salas de espera, tendrán la oportunidad de convivir con los ciudadanos de clase media, cuyas opiniones, en estos tiempos de redes sociales de internet, son por mucho las que más pesan en la sociedad mexicana.
Semejante receta le ha funcionado a Andrés Manuel López Obrador. Lástima que AMLO, desde hace varios años, cada día se acerque más al estilo de vida de un multimillonario alejado de la gente como Alfonso Romo. Pero, otro día, con más tiempo y ganas, hablaremos de la gran influencia de Poncho Romo en Morena, el partido recién nacido que perderá su esencia si sigue ligando su destino al de un potentado ultraconservador.

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