Ojo por ojo
Álvaro Cueva
2009-04-26•Acentos
No estoy asustado, estoy furioso con este asunto de la influenza porcina. Los habitantes del Distrito Federal no podemos tener peor suerte en el universo.
Una semana nos dicen que la ciudad se va a colapsar por la falta de agua y, a la siguiente, que se suspenden las clases porque por ahí anda un virus raro que está matando gente.
¡Bueno, pues de qué se trata! No sé usted, pero yo me sentí personaje de Exterminio.
Dije: ¿qué hago? ¿Escribo una carta de despedida para ver si la encuentran al lado de mi cadáver, me corto las venas para no morir como el personaje de Ofelia Medina en Toda una vida (que murió de influenza), o agarro un rifle y me siento frente a la puerta a esperar a que lleguen los sobrevivientes del holocausto para impedir que me vacíen la alacena?
¿Sabe qué ha sido lo más dramático de todo? La prudencia de los medios de comunicación.
Tal vez el impacto de esta nota no sería tan espantoso si estos señores, que se la pasan en la polémica, el chacoteo y la víscera, la estuvieran tratando como normalmente tratan la información.
Ya para que ellos estén luchando por escucharse responsables y hasta por cuestionar las llamadas del público que dudan de la veracidad de esta epidemia, es porque, de plano, falta poco para el fin del mundo.
Hasta la televisión pública, que es lenta cuando hablamos de noticias, rompió sus esquemas e improvisó mesas de análisis con científicos para explicarle a la población lo que está pasando.
¿Cómo recibió usted la noticia? ¿Dónde? ¿Qué pensó?
Yo no lo podía creer. La primero que hizo mi mente macabra fue analizar la comunicación no verbal del secretario de Salud y la primera conclusión a la que llegó fue: tiene miedo.
La manera como sus ojos evadían a las cámaras, el ángulo de su cabeza, sus gestos y la composición de la toma no eran las de un mensaje de salud, eran como las de los videos de los terroristas cuando van a cortarle la cabeza a un rehén pero, antes, lo obligan a leer una carta en contra de su voluntad.
Luego el contexto: once de la noche, cuando la mayoría de los maestros y de los padres de familia están dormidos precisamente porque al día siguiente se tienen que levantar temprano para ir a trabajar y llevar a sus niños a las escuelas.
¿Una epidemia en el Distrito Federal? ¿En la capital de México? ¿Por qué en el Distrito Federal y no en la selva? ¿Por qué en México y no en Angola?
Los mexicanos tenemos muy mala fama, pero ocupamos el tercer lugar mundial en el consumo de jabón. Nuestro hábito de bañarnos a diario, funciona.
¿Qué tan de verdad es esto de la epidemia? ¿Dónde están los cadáveres? ¿Cuáles han sido las declaraciones de los familiares de las víctimas? ¿Cuál es el factor común entre ellas?
¿Cómo fue que comenzó esta historia? ¿Algún día lo sabremos? ¿Hay culpables?
Debo ser un idiota, pero cuando vi el primer anuncio imaginé cualquier cantidad de truculencias, desde un poder superior que había amenazado a nuestras autoridades hasta un exceso de casualidades vinculadas al valle de México pasando por un imperdonable acto de ineptitud en el manejo de ciertos materiales, por corrupción, elecciones, el antecedente del Chupacabras y por cosas todavía más estúpidas.
Lo siento, ¿pero quién le manda a nuestras autoridades tener tan buena fama?
Como habitante del Distrito Federal había pensado vivir toda clase de situaciones: terremotos, erupciones, sequías, inundaciones, atentados, sitios, matanzas, pero nunca una alerta sanitaria.
¿Qué se hace en estos casos? ¿Escondes a tus hijos? ¿Cierras las ventanas? ¿A poco un triste tapabocas es suficiente para protegerte de un virus?
¿Cuánto tiempo va a pasar para que todo regrese a la normalidad? ¿Cuál va a ser nuestra normalidad a partir de ese instante? ¿Cuál va a ser el costo político de esta situación? ¡Cuál!
Independientemente de decenas de trastornos que todos estamos padeciendo, aquí va a pasar algo.
¿Cuál va a ser la respuesta de la sociedad en caso de que esta nota resulte ser un vil montaje, una mentira? ¿Cuál, si en verdad esto iba a ser una catástrofe que el equipo de Felipe Calderón supo detener a tiempo?
Los terremotos de 1985 generaron un movimiento social que rompió esquemas. ¿Qué va a generar el virus de la influenza porcina? ¿Nada? ¿Y qué va a romper? ¿Tampoco nada?
¡Atrévase a opinar!
alvarocueva@milenio.com
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