Por Paquita
27 de Mayo, 2009 - 01:58
Señor lector, ¿se ha percatado de la cantidad de productos del campo mexicano que han estado saliendo de circulación? ¿Se ha preguntado cómo diablos hará sus chiles en nogada en el mes de septiembre, si el acitrón se encuentra en extinción? (el verso no fue intencional) ¿Ha intentado buscar manzanas mexicanas en La Merced? ¿O quelites en los mercados? ¿Ha visto usted últimamente tortillas azules a la venta? Si la respuesta a alguna de estas preguntas es sí, seguramente no vive en el Distrito Federal, sino en algún lugar donde todavía tienen la fortuna de poder disfrutar de la comida verdaderamente mexicana.
Pero no se confunda, ésta columna no se está convirtiendo en una sección de recetas fáciles. Estos escenarios culinarios sólo son síntoma de otro de las grandes injusticias contra las que lucha el movimiento de Resistencia Civil Pacífica: el abandono del campo mexicano. Los cultivos que únicamente los mexicanos producimos y consumimos están en extinción; los productores de maíz optan cada vez más por la siembra de transgénicos, por lo barato que esto resulta, poniendo en riesgo la continuidad en la producción de las variedades de maíz que con maestría artesanal han logrado los agricultores durante generaciones. El país importa una gran cantidad de frutas con una calidad notablemente menor, también por cuestiones de rendimiento económico, y se forma un círculo vicioso. Por ser más barato, los distribuidores que llevan los productos al lugar donde se han de vender al consumidor final, prefieren las frutas extranjeras; el productor mexicano no ve salida a sus cultivos; aprovechando la falta de demanda, el intermediario le da precios cada vez más ínfimos; el consumidor, por facilidad, compra los productos extranjeros, o sustituye frescos por enlatados, o sustituye ingredientes por otros a los que tenga más fácil acceso.
Tampoco ya hay muchas recauderías. Están siendo sustituidas a una velocidad espantosa por tiendas de autoservicio de 24 horas y abarroterías donde sólo se pueden encontrar productos enlatados, embolsados, embotellados, en tetrapack, sellados al vacío, etc. No es de a gratis el dinero y el coco que le ponen las grandes empresas a la logística de sus sistemas de distribución. Le hacen la vida más fácil al abarrotero, al que ya no le resulta atractivo estar partiéndose el lomo para conseguir verduras frescas, mucho menos, verduras frescas mexicanas.
El problema del campo pasa entonces, por todos los eslabones de la cadena productiva e incide directamente en nuestro modo de vida. Para combatir este problema, que es de todos nosotros, se tiene que romper en algún punto. Los consumidores podemos tomar la responsabilidad de ser más conscientes acerca de lo que compramos; los vendedores minoristas podrían hacer un esfuerzo por tener disponibles frutas, verduras y hierbas de producción mexicana; el intermediario debería ofrecer precios justos al productor, y el productor resistir la tentación de sembrar transgénicos. Pero lo más importante de todo, nos corresponde a todos, al conjunto: exigir al gobierno que detenga la aplicación de políticas que afectan al campesino, y aún más, que vaya en el sentido contrario. Todo esto, con el objetivo de reavivar al sector económico de México con más potencial. Es solamente sentido común. ¡Comparte!
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