Lo que sí se sabe es que en Iztapalapa no habrá un resultado confiable la noche del 5, tampoco el 6 y menos el 7 de julio. ¿Por qué? Porque cualquiera que sea el resultado —gane AMLO o Los Chuchos—, esa elección terminará en el Tribunal Electoral
Nadie sabe cuál será el desenlace electoral del próximo domingo en Iztapalapa, territorio municipal que disputan los amarillos y que compartirá la atención mediática con Nuevo León, San Luis Potosí y Sonora.
Lo que sí se sabe es que en Iztapalapa no habrá un resultado confiable la noche del 5, tampoco el 6 y menos el 7 de julio. ¿Por qué? Porque cualquiera que sea el resultado —gane AMLO o Los Chuchos—, esa elección terminará en el Tribunal Electoral. Se confirmará que las elecciones entre perredistas —como la del domingo en Iztapalapa— son lo más parecido a tirar el jabón en la ducha colectiva, como lo ilustró el genial Calderón en Reforma.
Y nadie sabe lo que va a pasar, por una razón elemental, de sentido común. Porque se vivirá un inédito kafkiano harto difícil de entender ya no se diga para los electores de Iztapalapa, sino para los estrategas del propio mesías tropical. Resulta que se han prendido los focos rojos entre los socios de AMLO, porque buena parte del electorado de Iztapalapa vive bajo una profunda confusión sobre cómo deberán expresar su voto.
Para muchos electores resulta difícil entender por qué votar por Juanito —bajo las siglas del PT—, para que gane Clarita —que en las boletas aparece bajo las siglas del PRD—, cuando en el fondo lo que pretende “el demócrata” AMLO es convertir a Clarita en delegada por el PRD. Es decir, para que ganen Clarita y AMLO —que son del PRD— los electores tienen que votar por Juanito, candidato del PT. ¿Clarísimo, no?
Frente a esa claridad, resulta que diversos ensayos realizados por Los Chuchos sobre las tendencias del voto en Iztapalapa muestran que Clara Brugada literalmente arrasa a Juanito. Pero en esas mismas encuestas, cuando se confronta a Juanito con la candidata legal del PRD, Silvia Oliva, Juanito arrasa a Oliva. Los dos resultados son naturales y obligados. Y en la elección serán contundentes a favor de Los Chuchos, a pesar de que en la boleta no aparecerá Silvia Oliva.
A pesar del galimatías, propio de un engañabobos como AMLO, los hombres de Bejarano se aprestan para apoderarse del control físico de cada una de las más de 2 mi casillas que se instalarán en Iztapalapa, en tanto que AMLO denuncia en plazas y mítines que fue traicionado por Los Chuchos, dirigentes del PRD a los que desprestigia para restarles votos. El nerviosismo de AMLO y Bejarano aparece a la menor provocación, y crucifican a todo aquel que signifique un riesgo para sus mesiánicas ambiciones. Por eso la niña de los spots del PRD —que aparece con Chucho Ortega— es víctima de una ofensiva campaña. En Iztapalapa AMLO se juega la vida. Por eso sublima la estrategia engañabobos. Al tiempo.
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