23 de Junio, 2009 - 00:00
Las muestras de lo poco que le interesa al gobierno usurpador el bienestar del pueblo, especialmente de las nuevas generaciones, han hecho que la gente se unifique y se organice para revertir el perjuicio que le está ocasionando al país.
No importa que los medios distorsionen la realidad. Lo cierto es que esa realidad está ahí, enfrente de cada mexicano que ha perdido su empleo y no encuentra la manera de sacar adelante a una familia; la realidad está enfrente de cada joven rechazado de una institución educativa, enfrente de cada campesino sin apoyo para seguir sembrando, enfrente de cada anciano desamparado, de cada enfermo que no cuenta con un servicio médico que alivie su enfermedad y su dolor. La ineptitud del gobierno y su mala fe están enfrente de las víctimas y de los despojados.
Llegó el momento de actuar para salvar al país y a su gente.
La única vía pacífica que nos queda es la de las urnas. Sí, a pesar de que sabemos en qué manos están las “instituciones” encargadas de la elección, vamos a expresar a través del voto que ya no queremos más corruptos ocupando cargos públicos, sino gente coprometida con el pueblo. Tal vez sea la última oportunidad, para nosotros pero también para ellos, porque un agravio más puede detonar la bomba de tiempo que han venido fabricando.
Andrés Manuel López Obrador, atacado por los que se aliaron al poder económico, es hoy en día la única voz opositora que existe en México, y ha sabido encausar la ira del pueblo de tal manera que convirtió el coraje y la desesperación de la gente en esperanza.
No es una buena idea burlarse del pueblo que se ha sumado al Movimiento lopezobradorista. Tampoco es buena idea confundir, a estas alturas, la magnesia con la gimnasia. Vamos llamando a las cosas por su nombre.
Una cosa es violar la ley para proteger a corruptos, socios y parientes, y otra muy distinta es ejercer el derecho a la libre manifestación y a la denuncia pública de esos actos de corrupción que están acabando con nuestras instituciones.
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