lunes, 29 de junio de 2009

Posicionamiento post 5 de julio.

Manuel Camacho Solís

Las elecciones intermedias son un referéndum sobre el gobierno en turno. Sí, pero aquí son un referéndum que no corrige. Las elecciones no le darán la mayoría al Presidente (tendrá muchos menos diputados) ni habrá unas oposiciones que puedan obligar al gobierno a modificar el rumbo o a recomponer al gabinete. Aunque las oposiciones podrían tener la mayoría, se comportan como minorías divididas.
Cuando se está ante una debacle de la economía (-8% anual del PIB) y con un nivel de violencia sin precedente (el mes más violento de la historia registrada), esa fragilidad política es inestable. Si hay pericia, puede ser suficiente para sortear la tormenta. Pero si no la hay, podría derivar en parálisis, desorden y autoritarismo.


Para sortear la crisis y evitar la parálisis, Calderón puede intentar maniobrar el resto del sexenio con base en acuerdos pragmáticos con los gobernadores, los medios, el PRI, los gremios y una parte de la izquierda que le permitan evitar la descalificación de los inversionistas y contener la inconformidad social.


La maniobra, sin embargo, tiene sus límites. Los efectos de la crisis económica están siendo devastadores para la sociedad. El número de desempleados, la mayor afectación a los jóvenes y a las mujeres, el empobrecimiento de las clases medias que alcanza niveles de verdadera emergencia. La acumulación de conflictos sin solución, las divisiones en las élites y la deslegitimación de las instituciones, crean una situación política cada vez más compleja. Los errores en la conducción y las fragilidades en el equipo agudizan la dificultad. La resistencia política verdadera de Calderón está por probarse.


Ante esos riesgos, lo que algunos quisieran que ocurriera es un ajuste “final de cuentas” que le otorgara al gobierno poderes sin control, para tomar decisiones económicas impopulares, enfrentar a la delincuencia sin respetar los derechos humanos y asegurar la continuidad de la coalición conservadora, aun sin el apoyo de la opinión pública.


Un gobierno autoritario —sin control constitucional— en vez de arreglar la situación no haría otra cosa que catalizar la inconformidad y terminar de desprestigiar a la autoridad.


Contra lo que muchos creen que va a ocurrir, estoy convencido de que, precisamente por la gravedad del momento y la fragilidad de los resultados electorales próximos, lo que más ayudaría a reducir el riesgo, a calmar la inconformidad y a mantener el apoyo externo, es más democracia. Sí, para fortalecer la gobernabilidad en la crisis hace falta tener más en vez de menos democracia.


Lo que se necesita es democratizar. Aumentar la autonomía de la justicia. Distribuir equitativamente las cargas y los beneficios fiscales. Reducir la impunidad. Abrir la oportunidad de que sea por la vía pacífica que pueda canalizarse la inconformidad social, resolverse los conflictos y abrirse las puertas a una elección presidencial libre y equitativa. Lo urgente es contener la tentación autoritaria que engendrarán la gravedad del momento y la debilidad resultante de la elección.


Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista

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