Golpe de Estado en Honduras
El mandatario constitucional anuncia que regresará a su país el jueves, luego de ir a EU
Inmediaciones de la Casa Presidencial, escenario de la represión; soldados usan gas lacrimógeno
Civiles responden con piedras; militares dispersan a manifestantes con disparos al aire
Integrantes de las fuerzas armadas detuvieron en Tegucigalpa a un número indeterminado de partidarios del presidente Manuel ZelayaFoto Ap
Arturo Cano
Enviado
Tegucigalpa, 29 de junio. Con todo y toque de queda, los seguidores del mandatario Manuel Zelaya permanecieron frente a la Casa Presidencial la primera noche de la ausencia de éste, y piensan seguir en las calles, alentados por el respaldo internacional que solamente el gobierno surgido del golpe militar no quiere ver.
Quieren quitar a Zelaya a cualquier costo, pero lo único que han conseguido es mostrarnos como un país salvaje, donde no se respetan las reglas de la democracia. ¿O se recuerda otro caso en el mundo en que una encuesta haya originado un golpe de Estado?, pregunta Rafael Alegría, dirigente hondureño de la Vía Campesina, mientras recorre, con toda la discreción que le es posible, las inmediaciones de la Casa Presidencial, escenario de escaramuzas a lo largo de la tarde, con saldo de al menos 50 heridos y un número indeterminado de detenidos.
A media tarde, los soldados avanzan en formación espartana. Traen escudos de granaderos, para protegerse de las piedras que lanzan los manifestantes, pero no dejan sus armas largas.
Por delante del grupo de militares, tres hacen de vanguardia, con las armas listas.
La mayoría de los defensores de Zelaya echan a correr. Sólo unos cuantos jóvenes se atreven a permanecer cerca de los soldados. Pocos lanzan piedras. Los militares responden con tiros al aire. Con 10 minutos de disparos ahuyentan a los zelayistas.
Sacó de sus jaulas a los gorilas
A unas calles de distancia, en el otro extremo del cerco que el ejército traza en la zona, ocurre una batalla campal. Los de este lado no son tan pacíficos, dice un líder de colonos. Llueven piedras y botellas sobre los efectivos castrenses. Los jóvenes han levantado barricadas y queman llantas viejas. Al menos tres veces hacen retroceder a la policía.
El aire se llena de gas lacrimógeno, del tronido de un helicóptero y del ulular de las sirenas de la Cruz Roja. Más tarde, los socorristas reportarán decenas de heridos por balas de goma.
Eso dicen que me tiraron a los pies, narra un anciano, empleado público, quien masculla su rabia a pocos pasos de los soldados. “Esa basura de Roberto Micheletti (presidente de facto) sacó de sus jaulas a los gorilas. ¡Carajo! Si fuéramos como el pueblo venezolano, ni se hubieran llevado a Mel (así llaman sus seguidores a Zelaya).”
La estudiante Karina Ávila tiene otra explicación: la mayoría de la gente cree que el presidente Zelaya renunció. Los medios de comunicación están secuestrados y nosotros, como pueblo, también.
Los golpistas sacaron del aire no sólo a las estaciones radiofónicas independientes, sino también a cadenas como CNN y Telesur, de modo que la información que reciben la mayoría de los hondureños es sólo la versión oficial. Ya entrada la noche, por ejemplo, Radio América recomienda a los automovilistas evitar una carretera. No hay manera de cruzar por ahí, dicen los locutores, sin mencionar que el motivo es un bloqueo de los apoyadores de Zelaya.
La misma estación dedica 30 segundos a informar la postura del Departamento de Estado de Estados Unidos y cuatro veces más a las declaraciones de un dirigente opositor a Hugo Chávez, quien condena la injerencia del presidente venezolano en los asuntos del país centroamericano.
La mayor parte de la emisión, sin embargo, se dedica a reportar los estragos de un tremendo aguacero sobre Tegucigalpa.
De boca en boca, y por algunas notas que escapan a la censura, se sabe que las protestas no se limitan a la capital.
¡Somos un pueblo desarmado!
Tenemos la decisión de ir hasta las últimas consecuencias, y en esa ruta las próximas 48 horas serán cruciales, afirma Rafael Alegría. Los sectores que apoyan a Zelaya no se han limitado a armar piquetes en los alrededores de la Casa Presidencial.
Aquí se daba un golpe de Estado y no pasaba nada. Pero ahora vamos a responder con acciones más fuerte y bien planificadas, asevera Eulogio Chávez, presidente del Colegio de Profesores de Educación Media.
Los maestros decretaron este día un paro indefinido de labores, y aseguran que a partir de este martes se les sumará el resto de empleados públicos y, poco a poco, los del sector privado.
Las organizaciones populares con presencia nacional, agrega Alegría, han dado instrucciones de realizar protestas en todo el territorio, y ya se han efectuado marchas y bloqueos de carreteras, al menos en los departamentos de Colón y de Atlántida. Diez mil campesinos de Olancho, la región de origen de Zelaya, trataron de llegar a Tegucigalpa. Fueron detenidos en retenes que el ejército ha instalado en las vías que conducen a la capital.
Las cadenas comerciales de radio y televisión no informan acerca de estos hechos, pues se dedican, abunda Alegría, a venderle a la gente la idea de que no pasa nada, y al mismo tiempo a decirle que mejor no salga a la calle.
Buena parte de los comercios de la zona de conflicto permanecían abiertos, pese a que el domingo cerraron sus puertas. Pero volvieron a cerrar cuando comenzó el desalojo de manifestantes.
Este martes podrían seguir igual, pues el Frente de Resistencia Popular espera que se sumen los estudiantes y otros sectores que no han estado presentes en las protestas.
En el frente externo, Zelaya tiene el apoyo de la Organización de Estados Americanos y de prácticamente toda la comunidad internacional, que ha condenado el golpe. Aquí, sus apoyadores son maestros, campesinos pobres, colonos, trabajadores. El Partido Liberal, que lo llevó al poder, hace tiempo que le es adverso.
¿Cómo se explica eso? Hay que entender que la clase política hondureña es extremadamente atrasada, explica Alegría. Lo que Zelaya ha hecho son pequeñas reformas. Él no es un socialista ni un revolucionario, pero esas reformas, que no tocan un pelo de la oligarquía, han sido suficientes para que lo ataquen furiosamente.
Alegría relata, para dibujar el retrato de Zelaya, que una persona de escasos recursos, cercana al presidente, le pidió que hablara con el sindicato del ramo antes de vender la empresa portuaria estatal. Los sindicalistas le informaron que el Estado se quedaba con 28 centavos de cada lempira que ingresaba por los puertos.
Luego, los empresarios que querían el sector informaron al mandatario que ellos entregarían seis centavos de cada lempira. ¿Y dónde está el negocio?, preguntó. El negocio es para nosotros, le respondieron.
Hechos de esa naturaleza propiciaron el viraje de Zelaya, quien realizó reformas para aumentar el salario mínimo y resolver el rezago agrario, gracias a lo cual se acercó a sectores populares.
En el frente externo, Zelaya se acercó a los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela; Evo Morales, de Bolivia, y Rafael Correa, de Ecuador. Y eso no se lo perdona la burguesía.
A mí no me interesa que el comunismo entre aquí. Soy estudiante, amo la paz y soy cristiana. Pero no puedo ser cómplice de este atraco, expresa la joven Karina Ávila, mientras un camión de soldados pasa a unos metros y unas señoras les gritan ¡cobardes!
Karina apresura el paso porque llega un contingente de policías: Necesitamos la ayuda internacional, ¡somos un pueblo desarmado!
“¡Urge Mel!”
Varios países, incluido México, retiran a sus embajadores. Manuel Zelaya anuncia que luego de su viaje a Estados Unidos, donde hablará en la asamblea de la Organización de Naciones Unidas, volverá a su país.
(Un cable de la agencia Afp fechado en Managua informó que Zelaya retornará a su país el próximo jueves. Citó declaraciones del Ejecutivo: voy como presidente electo; voy a cumplir con mi mandato de cuatro años.)
Cae la noche en medio de rumores e informaciones no confirmadas. Se habla de la detención de dirigentes y periodistas, del levantamiento de batallones del ejército contra el gobierno de facto de Micheletti.
Todo por una pregunta que se quería hacer a los electores hondureños: ¿Está usted de acuerdo (con) que en las elecciones generales de noviembre de 2009 se instale una cuarta urna para decidir sobre la convocatoria a una asamblea nacional constituyente que apruebe una nueva Constitución política?
Era, según los golpistas, el preámbulo de la relección de Zelaya, el principio de una copia de Hugo Chávez en Honduras. Y, según quienes lo apoyan, como resume Alegría, apenas más participación del pueblo en las decisiones, democracia directa y algunas transformaciones sociales.
Las calles se vacían. El toque de queda entra en vigor y en el asfalto húmedo apenas circulan unos cuantos vehículos, en medio del silencio. Una tregua apenas. Pronto volverán los gritos de “¡Urge Mel! ¡Urge Mel!”
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