Miguel Ángel Velázquez
La imagen que, cifra a cifra, dibujó el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, durante su cuarta aparición en la tribuna de la Asamblea Legislativa de la ciudad, pretendió, más que informar sobre el uso de los recursos público en bien de la comunidad, fijar, desde su perspectiva, las razones de por qué quiere ser presidente de México.
Pareció un discurso triunfalista, ausente de autocrítica, como lo mandan los tiempos políticos, sin olor a tragedia, pero sembrado de advertencias sobre lo mal que pueden ser las cosas si no se da un cambio en la vida del país que nivele las desigualdades.
Ebrard no parecía el mismo de años pasados, se miraba más decidido, más firme, mejor orador, y seguramente más político, es decir, más ducho en eso de esconder bajo la alfombra discursiva los yerros de su quehacer, aunque para nadie pasaba inadvertida, por ejemplo, la presencia de Jesús Ortega en el recinto de Donceles y Allende.
No, Ortega no pasó desapercibido y tampoco la farsa de los panistas que pretendían poner en un predicamento a Marcelo, su cómplice en eso de las alianzas que hasta ahora siempre terminan en favor de las derechas, y que presuponen cambios que nunca se dan. Total, era cosa de montar un poco de espectáculo para el respetable, que daba bostezos de aburrimiento a eso del mediodía.
Pero no sería el último capítulo. Los priístas tenían su número preparado. Cuentan que Enrique Peña Nieto, invitado de Ebrard, arribó a las inmediaciones de la ALDF con tiempo suficiente para ingresar al recinto y presenciar el comienzo de la sesión, pero decidió esperar hasta el último momento para hacer notoria su presencia.
Y parece que así fue. El gobernador del estado de México, sin el menor respeto por los trabajos de la sesión, partió plaza entre los aplausos de sus correligionarios, que ya lo esperaban. Es más, sabían que ya venía. Todos miraban a la puerta en espera de montar el numerito. Y sí, frenaron, momentáneamente, el discurso de Alejandra Barrales, que les deslizó un recargón cuando señaló que unos y otros, azules y tricolores, no son más que lo mismo.
No obstante, el gobernador, que sin duda ha perdido un tanto de copete, pero ha ganado en las plataformas de los zapatos, aunque ni así llegue al 1.60 de estatura, dicen quienes lo tuvieron cerca, no se dio por aludido, aunque en Toluca había muchos alarmados por el desplante del priísta. Pero otros aseguran que eso de montar el numerito es práctica común del candidato de la tele.
Pero eso sí, los más agudos aseguran que lo de Peña se montó para quitar reflectores a Marcelo Ebrard en este Informe, que sea como sea le puso alas al jefe de Gobierno, quien como colofón ha puesto en todos los espacios posibles su deseo de competir por la candidatura de izquierda a la Presidencia de la República. Así van las cosas.
De pasadita
Desde el 6 de agosto pasado, el jefe de Gobierno notificó a quien tenía que hacerlo un nuevo cambio en la dirección de comunicación social. El anuncio se haría público un día después del cuarto Informe de gobierno. Hasta donde se sabe, el asunto está planchado, aunque los tiempos han ido posponiendo la noticia oficial. Los nombres de quienes se pueden colar al puesto que estará vacante se manejan a modo de adivinanza, pero según se cuenta ya se tiene al hombre, aunque por cuestiones tácticas, y para irle midiendo el agua a los camotes, aún no le han avisado.
Y para cerrar, les comentamos que ayer se dio una reunión de la mayor importancia entre algunos jefes de corrientes perredistas que buscan, en serio, formar un frente común para lanzar candidato a la jefatura de Gobierno y lograr que sea la izquierda la que siga en poder. Si lo logran será más que importante para las próximas elecciones. Ya veremos.
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