lunes, 4 de abril de 2011

Astillero
Alto a la muerte
Protestar, salir a las calles
Emergencia nacional: Sicilia
Tres escenarios en Edomex
Julio Hernández López

Eruviel Ávila Villegas, aspirante del PRI a la gubernatura del estado de México, visitó el municipio de NezahualcóyotlFoto Mario Antonio Núñez López
A
diferencia de otras personas de renombre que han sufrido la injusta muerte de sus hijos en el contexto de la violencia criminal desbordada, el siempre poeta Javier Sicilia no tendrá campañas televisivas de respaldo a sus palabras y convocatorias ni es probable que vea instalarse, con él al centro, sesiones cumbres de poderes que prometan y propongan las soluciones que sabidamente no cumplirán.

Caminos y expectativas distintos: con su dolor a cuestas, personajes relevantes han recurrido al mismo aparato de poder que ha incubado las violencias, tanto la institucional como la reactiva de los cárteles, y se han enredado en los andamiajes burocráticos y los ceremoniales ejecutivos, sin que a fin de cuentas se logre algo más que la producción de material propagandístico utilizable por los comandantes de la guerra estúpida. Las pocas veces que la indignación ha rebasado las fronteras de la simulación calderónica (como sucedió con algunas madres de jóvenes asesinados, en sesiones de diálogo en Ciudad Juárez), todo ha vuelto casi de inmediato a la normalidad sometida, ignorados los reproches, hostilizadas las voces discordantes, abandonados todos a las leyes implacables del imperio del terror.

En el caso del padre de una de las siete personas torturadas, asesinadas y luego descubiertas el pasado lunes en un automóvil en el municipio de Temixco, conurbado al de Cuernavaca, el análisis y los planteamientos hechos no se quedan en la denuncia pública ni en la espera de los resultados que produzcan los canales policiales de indagación de esos crímenes, sino que van más allá de la indignación personal y familiar, del dolor natural y explicable, y abordan una muerte, varias muertes, las decenas de miles de muertes del México doliente de hoy, desde el plano de la descomposición política nacional, de la insuficiencia de las instancias representativas, de la incapacidad de la clase política toda para entender y atender oportunamente y con eficacia la actual emergencia nacional.

El llamado de Javier Sicilia pasa también por la necesidad, la urgencia de la movilización, de la protesta para generar cambios. Salir a las calles para demostrar el hartazgo ante tanta sangre derramada. Ya en la propia Cuernavaca una parte de la sociedad ha comenzado a romper la barrera del miedo y camina en público exigiendo paz y justicia. Pero es necesario hacerlo a nivel nacional, una y otra vez, no a partir de campañas electrónicas que convoquen a marchas multitudinarias luego desechables u olvidables, sino como un proceso de organización social, como una legítima defensa colectiva ante la desgracia que se vive en todo el país.

Mientras tanto, en el estado de México los emplazamientos y los acompañamientos denotaban visiones e intereses. En Ecatepec, el municipio que gobernaba quien hoy es candidato priísta a gobernador, se aparecían Alejandro Encinas, Marcelo Ebrard y Jesús Zambrano para iniciar la precampaña de una figura creciente que, sin embargo, tiene en su itinerario la posibilidad del litigio sobre su residencia para fines electorales en la entidad (riesgo por el cual, en un movimiento que hace recordar circunstancias zedillistas de 1994, aunque sin los ribetes mortales, se pretende colocar a la senadora Yeidckol Polevnsky como coordinadora de campaña, por si debe entrar a última hora como relevo). Ebrard llevó maquinaria electoral, catálogo de programas sociales exportables y discurso de oportunidad para avenirse a los nuevos tiempos, deseoso de despojarse de los aires aliancistas que semanas atrás formaban su orgullo y oferta pública. En cambio, el presidente formal del PRD, Jesús II, se llevó abucheos al insistir, de manera explicable e institucional, en el mantenimiento de las expectativas de alianza con el PAN que tanto Ebrard como los Chuchos propusieron y empujaron pero ahora solamente quedan en los activos de la Nueva Izquierda y su Zambrano descolocado. La cartelera de lujo presentada en Ecatepec no contó, desde luego, con la estrella principal, Andrés Manuel López Obrador, que a esa hora realizaba acto público en la plaza principal de Atlacomulco, el sitio emblemático cuya mitología de poder está siendo confrontada precisamente por el alzamiento moreno secundado por aliancistas remisos. Más tarde, Alejandro Encinas habría de alcanzar en las inmediaciones de Toluca al precandidato tabasqueño triunfante, para compartir estrado sin acompañantes secundarios.

En el asfalto toluqueño, Luis Felipe Bravo Mena también dio inicio a su precampaña, con la solidaridad presencial de Josefina Vázquez Mota (la hija desobediente), el secretario Lujambio (señor telenovela: Ernesto... Alonso), el senador Santiago Creel (Fox ataca de nuevo), Javier Lozano (garrote laboral) y alguien llamado Ernesto Cordero (míster seis mil pesos al mes), más los dos personajes locales que buscaron ser precandidatos pero a la mejor usanza priísta declinaron sus aspiraciones en favor del predestinado de Los Pinos, el jefe yunquista Bravo Mena que aún quiso aprovechar discursivamente la escasa redituabilidad del tema de la alianza con el PRD para conminar a este partido a cumplir su palabra, a no desdeñar los resultados de una consulta pública dominical y a ir juntos contra el priísmo corrupto y opresor. Estampas de increíble obsolescencia reivindicada: Calderón en Los Pinos comiendo con miembros de la elite nacional panista para insistirles en que apoyen la alianza en el estado de México, y el precandidato único, Bravo Mena, hablando todavía de ese mismo cadáver político. A menos que sepan algo que la inmensa mayoría de los demás ignoran...

El esforzado Eruviel Ávila Villegas, por su parte, abría fuego clientelar en el Nezahualcóyotl de la pobreza con cara de credencial de elector. Y exigía a los distinguidos visitantes de otros partidos que dejaran a los mexiquenses arreglar sus asuntos por sí mismos, como si no fuese orgullo priísta la incursión de las brigadas electorales peñanietistas en otras entidades y los asomos a ellas, en plan de gelstar, de su gobernador abiertamente injerencista... Y, bueno, se acabó el espacio. ¡Hasta mañana!