Javier Sicilia se reunió con Felipe Calderón antes del día de la marcha por la paz, por el-no más sangre- que México clama. Que él exige ante su triste pérdida y demás víctimas nacionales del macabro modo de asesinar que ha espantado al mundo y que se desató durante la presidencia ilegítima 2006-2012.
Luego de la cita, expresó que Calderón fue lo suficientemente humilde para aceptar que en su guerra “se habían cometido errores”. También dedujo, que se muestra terco en su insistencia de continuar por el mismo camino, que no habrá cambio de estrategia.
Que no da ninguna garantía, sino todo lo contrario, de que los” errores cometidos” no vuelvan a repetirse. No se le cuestionó con el debido énfasis ante tal declaración, que explicara cuáles habían sido esos errores. Se le dejó que se saliera por la tangente. No hubo respuesta, ni forma de atestiguar ningún arrepentimiento de su parte sobre esas “malas decisiones ya ejecutadas”.
Por tanto no puede existir la auténtica humildad en este caso cuando no va acompañada del deseo de rectificación, cuando no se actúa con transparencia luego de la aceptación, hacia una real solución. Cuando no se detienen las faltas cuya consecuencia resulta en la constante pérdida de vidas. Porque un cese al fuego no es considerado opción, que es lo que demanda la ciudadanía.
El gobernador del Estado de Morelos, recibe línea e intenta apaciguar al señor Sicilia cesando a algunos, remplazando a otros, pero este no cae en la trampa. Expresa que estas acciones no han sido y no son la respuesta correcta para esclarecer culpabilidades o para llegar a la justicia.
Si la administración pública en funciones al declarar la guerra entre las piernas de la nación, ha causado un daño irreversible y pretende seguir igual, lo que esto evoca es una total falta de humildad para recapacitar.
El daño causado ha arrasado con activistas anteriores al poeta; con mujeres y hombres valientes que no se rindieron hasta que los cazó, los desechó con facilidad e impunidad el enemigo, como simples estorbos. Seguirán matándose y matando los jóvenes sin apoyo sin cariño que han cedido a delinquir porque nos han asegurado la violencia nos acompañará hasta siete años más.
“La humildad” de Calderón, que quizá de buena fe quiso encontrar Javier Sicilia, no es, pues, sino una simulación, una condolencia “patito” totalmente ajena a sus intenciones de continuidad. Una gran dosis de velada prepotencia la suya, que automáticamente lo descalifica para este loable adjetivo, para el que no hay hueco ni eco dentro de sus erróneas decisiones, ya que de rectificar o de replantear, ni hablar.
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