El poder presidencial tiene su ciclo y la razón obliga a entender la nueva circunstancia: tener presente lo finito del cargo y sus límites. Calderón ha logrado lo que ningún presidente: obligar al embajador del imperio a la renuncia. Allí, al igual que cuando conminó a buscar un candidato presidencial no panista, no hubo sentido político. Se requiere de su parte mayor inteligencia.
Agendas públicas. Abril de 2011. Foto: Nelly Salas
Los partidos son más fuertes que nunca, pero no han avanzado a la par del poder que se les ha concedido. En su descrédito, ha sido una suerte que no hayan surgido opciones de iluminados para dirigir el país. De hecho la disputa por el poder nacional en 2012 se dará en el marco de las organizaciones políticas y candidatos serán los que triunfen en su interior. Las alianzas debilitan a los partidos porque se pierde la vinculación del mandato ciudadano con el proyecto de gobierno; las autoridades que surgen actúan con autonomía con el deterioro de las fuerzas políticas que las llevaron al poder y de la causa que les hizo ganar. En Nayarit con Antonio Chavarría y en Chiapas con Salazar Mendiguchía se estrenaron gobiernos a partir de alianzas de contrarios. Nada hay que presumir. Gobiernos igual de ineficientes, corruptos y manipuladores. La incógnita queda abierta para Oaxaca, Puebla y Sinaloa, y de alguna manera Guerrero por una coalición de facto. En los dos primeros casos hay avances institucionales de reconocimiento, no tanto así Sinaloa, aunque el gobernador es muy popular.
Se equivocaron quienes desde la oposición pretendieron hacer de la elección del Edomex la madre de todas las batallas. La idea de formar una alianza de opuestos no se construyó desde la base o con un candidato aceptable para las partes, sino en el acuerdo de la cúpula del PRD con Felipe Calderón. El rechazo a las alianzas de la mayoría de mexiquenses no lo puede ocultar una consulta desairada y con los dados cargados; líderes y ciudadanos ajenos a la política mexiquenses pueden insistir en ello, pero eso no cambia la realidad, aunque sí la percepción de algunos despistados.
Es cuestión de elemental inteligencia el dicho de Josefina Vázquez Mota de que en el Edomex no habrá de decidirse el 2012. No debe ser cómodo escucharlo de una potencial opositora de Peña Nieto, pero es cuidar que un resultado previsible por un entorno muy favorecedor al gobernador mexiquense se vuelva definitorio de lo que venga. Lo más sensato es separar el proceso local y el nacional. La diputada cuenta con la misma información que sus correligionarios y asociados del PRD, pero tiene la habilidad para anticipar un resultado adverso y de allí salvar el proyecto de su partido y darle fuerza y vigencia a su pretensión de ser candidata presidencial.
Inteligencia ha faltado en los opositores de PAN y de PRD a Peña Nieto. Podrían aprender del senador Manlio Beltrones, quien en una guerra perdida y sin canicas pretende mover a la opinión pública en torno a propuestas razonables, aunque negadas por su propia gestión e historia. El problema para el PAN, el Presidente y la cúpula del PRD es que Peña no está solo; en su entidad ha construido una candidatura electoralmente competitiva y con un PRI unificado, lo que no se vio en ninguno de los comicios en los que el tricolor fue derrotado o ganó con apuro. También tiene a un dirigente nacional de garra, a lo que no estaban acostumbrados en el PAN, quien en los primeros escarceos derrotó a sus pares Madero y Ortega, lo que ha obligado a Calderón a enviar en cargada a su gabinete con magros resultados. Por primera vez el PRI marca agenda y ocurre de manera pública, no en negociaciones a puerta cerrada.
Mayor perspicacia ha habido en López Obrador. Doctrinario e intransigente, pero calculador y con la sensibilidad social de la que han carecido muchos. Sabe que hay que recuperar al PRD del colaboracionismo calderonista. En unas pocas semanas ha revertido la adversidad y día que pasa transita como la opción más convincente de la izquierda. Ebrard ha quedado de lado, aunque al igual que Beltrones juega con diseño pero sin cartas. AMLO se las ha sabido cobrar a Calderón, a quien le dio por trabajar en terrenos ajenos, el de la izquierda, la que siempre ha cohabitado con vividores oportunistas, los interlocutores del Presidente.
El poder presidencial tiene su ciclo y la razón obliga a entender la nueva circunstancia: tener presente lo finito del cargo y los límites que le acompañan. Calderón ha logrado lo que ningún presidente: obligar al embajador del imperio a la renuncia, secuela de una querella más personal que sustantiva, por lo que nadie da valor o significado. Se sabe que es un error. Que lo pague Calderón, no el país. Allí, al igual que como cuando conminó a su partido a buscar un candidato presidencial no panista, no hubo sentido político. En el cuarto menguante le salva la estabilidad de la economía, al tiempo que la violencia le condena. De él todo se puede esperar, mucho puede para bien o para mal. El señalamiento del Departamento de Estado sobre la violación de derechos humanos demanda prudencia, no las ya habituales y fastidiosas baladronadas.
Los militares han sido expuestos por una lucha que resulta del fracaso de las autoridades civiles para ofrecer seguridad. Su intervención extraordinaria pretende hacerse regular. Combatir al crimen es tarea de todos y desde muchos frentes. El propósito de concertar el mando único estatal pasó a segundo término. Los senadores Labastida y Beltrones dieron la espalda al nuevo modelo policial. A pesar de la urgencia de este cambio, nada les costó porque en este país se es deficiente hasta para exigir y reclamar. Tiene razón el Presidente, los militares continuarán mientras no haya buenas policías, pero ¿qué está haciendo para lograr buenos cuerpos de seguridad?
No hay lugar para el distanciamiento con el gobierno del país vecino, tampoco para que los intereses partidarios lleven al país al desencuentro en lo interno. Hoy se requiere del Presidente y de todos mayores cuotas de inteligencia y prudencia.
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