Mientras Genaro García Luna defiende la posición bélica de Los Pinos y le es necesario ” informar” a la ciudadanía que las marchas multitudinarias contra la violencia en México no son contra el aparato de “seguridad” que él representa, sino contra los “delincuentes”, lavándose unas manos que sin darse cuenta nos asegura trae bien sucias, resurge el aún embajador Pascual, alabando su valiente enfrenta a los cárteles, dando cátedra de la ya muy desgastada y omnipresente doble moral transnacional. La jefa de la DEA haciendo eco, declara que la escalada de violencia en México es síntoma de que se gana la guerra contra el narco, que los cárteles se encuentran acorralados “como animales enjaulados” y se están exterminando unos a otros. Pero la interrogante que nadie se explica es, ¿cómo se les ha acorralado, si el negocio sigue rolando viento en popa?
¿Si estuviesen destruyéndose a sí mismos por el control del negocio, significa acaso que los militares, las policías, los elementos de la seguridad nacional bilateral, han sido o son simples observadores de la sangría?
Continuará entonces la batalla campal en la que “se cazan entre ellos”, sin importar sigan surgiendo sin tregua los muertos constantes del entretejido social que transita por las calles del país. Los inocentes que han dejado sobre el pavimento el instante animado de sus cuerpos. No mencionan en ningún momento las cúpulas guerreras a aquellos que han sido ejecutados por mandos supuestamente no delincuenciales con rango de ”autoridades defensoras”.
A miles ascienden las familias enlutadas que no asimilan el que la justicia no se responsabilice de averiguar el paradero de quiénes asesinaron a sus queridos, de súbito convertidos en cifra aumentativa y nada más. El padre, la madre que los entierra, no pueden entonces resignarse.
Las redes sociales han fraguado las insurgencias de los pueblos heridos sin aparente remedio. Desde Cuernavaca, Morelos, ha crecido y se ha expandido una respuesta más a esta impotencia global que ha derivado en la caída de gobiernos corruptos, ineficientes, represivos y antidemocráticos.
Otra mecha que permanecerá encendida a raíz del asesinato múltiple en el que murió el hijo del literato filósofo Javier Sicilia, que reclamará que exigirá el derecho a vivir sin esta lacra, sin esta violencia incesante y provocada por una decisión unilateral de ataque contra los delincuentes cuya organización aparente sobrepasa su poder, que nos devela la latente existencia de una interrelación entre gobierno y hampones. Decisión que a la ciudadanía no se le consultó, sino que se le impuso el peligro de una agresión anunciada sobre el territorio que les pertenece, que es suyo.
Esperar la solución de una justicia, que se logre a base de una heroicidad impulsada por los medios, sucede. Lo intentan si pueden, si les ha quedado fuerza moral y si poseen la capacidad económica. Como han podido Alejandro Martí, Nelson Vargas e Isabel Miranda. Ahora toca el turno de no claudicar al señor Sicilia. Espero lo logre al aposentarse a acampar en protesta frente al palacio de gobierno morelense, víctima de la desesperación porque los responsables no hacen nada.
Si yo estuviera en su situación acudiría a la señora Isabel, ella luce ser la persona más capacitada en el país para atrapar asesinos realmente culpables, sin montajes. Ella sí cumple, ella si es de confiar. No como García Luna.
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