Quienes insisten en que la aplanadora del PRI hubiera sido detenida con una alianza entre el PAN y el PRD en el Estado de México olvidan que el supuesto triunfo del tricolor está plagado de irregularidades, ilegalidades, prácticas antidemocráticas, intimidación y represión a los opositores, y, lo más grave, constituye una elección de Estado.
El IEEM no sólo fue omiso ante las denuncias por las irregularidades presentadas durante toda la campaña, sino que actuó abiertamente a favor del PRI incluso el día de la elección. Sabedores de que ninguna queja sería tomada en cuenta, actuaron sin preocupación alguna, utilizaron vehículos con propaganda de Eruviel Ávila y se confabularon con los representantes del PRI en las casillas. Compartieron alimentos con ellos y no hicieron ningún señalamiento sobre la inducción al voto en la entrada a las casillas. En una palabra, dejaron al descubierto su complicidad.
En la mayoría de los medios de comunicación, los comentaristas dicen que nadie debe sorprenderse por el “triunfo” del PRI porque las encuestas ya lo habían anunciado. Si todo estaba bajo control, ¿para qué actuar con tanta suciedad?
Finalmente el que pierde una vez más es el pueblo, ese pueblo engañado que ante la ignorancia y la desesperación ofrece su voto a cambio de migajas en tiempo de elecciones, ese pueblo que seguirá deambulando entre la pobreza y la inseguridad hasta que llegue el día en el que al fin comprenda que la solución a sus problemas es, precisamente, ese voto que hoy regala.
Por fortuna, del otro lado de esta moneda amarga, por todo el territorio avanza el Movimiento de Regeneración Nacional que más temprano que tarde logrará la conscientización del pueblo para que nunca más mendigue lo que por derecho le corresponde.
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