sábado, 6 de agosto de 2011

Capital 21-- Bernardo Bátiz V.

De un par de semanas a la fecha ha sido motivo de notas periodísticas, más bien discretas, la noticia de que el canal de televisión del Distrito Federal comenzará pronto sus transmisiones en sistema abierto y por lo pronto con sólo un alcance local de 50 kilómetros a la redonda, pero con posibilidades de expandirse, quizá a nivel nacional en el futuro.

Es una buena noticia que despeja algunas inquietudes sobre la breve historia de este canal, abre oportunidades y anticipa un debate que tendrá que darse en su momento sobre el sentido o finalidad de ese nuevo medio. Respecto del pasado, amigos enterados me manifestaron su inquietud por la tardanza en el aprovechamiento de la licencia o permiso del canal del Distrito Federal; se dice que hace cerca de dos años que la Comisión Federal de Telecomunicaciones concedió al gobierno de la capital el título para la salida al aire de la televisión local y no había explicación clara o razón que indicara por qué no se aprovechaba un medio tan valioso de comunicación.

La especulaciones iban desde un arreglo con el duopolio para retardar la presencia de un competidor independiente, sin compromisos y con muchas posibilidades, por tanto incómodo, hasta que estaban de por medio cálculos políticos para detener el uso de la televisión capitalina para épocas políticas más propicias.

Sea lo que sea, ahora ya se dan pasos para que Capital 21 comience actividades abiertas al público amplio, pues hasta hoy las trasmisiones han sido por Internet, lo que sin duda ha servido de entrenamiento al equipo. Los programas que me ha tocado conocer de cerca fueron debates y mesas redondas sobre temas de actualidad con invitados diversos y escogidos con criterio plural. Su audiencia, como es natural, es aun reducida, pero el trabajo actual ha mostrado capacidad e imaginación.

Ahora sabemos que en esa montaña peculiar e inconfundible del norte del valle, que es el cerro del Chiquihuite, donde hace 50 años practicábamos escalada y rapel, tendrá una antena más que se sumará a las que confieren a la cumbre el aspecto de un gran alfiletero. Bueno para las comunicaciones, malo para el paisaje y el perfil del valle.

Por lo que toca a las dudas sobre la tardanza en el aprovechamiento de la autorización inicial, sería (casi) ocioso volver al tema; lo importante ahora es lo que viene y al respecto se tendrán que decidir algunos puntos clave.

Uno, determinar quién tendrá a cargo la responsabilidad del canal de televisión; puede ser el aparato gubernamental mediante funcionarios directamente dependientes del jefe de Gobierno o bien, un organismo autónomo integrado por ciudadanos propuestos o surgidos de la sociedad civil, de las universidades y escuelas de educación superior, de los grupos culturales, ONG y otros, que en la capital son muchos. El otro dilema de fondo es fijar una línea política a la televisora. Este punto dependerá en buena medida del anterior y es toral para el futuro de los medios electrónicos de comunicación masiva en la ciudad y quizá en el país.

Los collares se empiezan a desgranar por la primera cuenta que se sale del hilo. Si un canal no comercial tiene éxito y cumple bien sus funciones, otros pueden seguirle y la experiencia servirá como ejemplo y modelo; debemos a México una televisión de altura, de calidad, de información seria y con responsabilidad social, que sea verdaderamente una alternativa ante la basura que los medios comerciales nos proponen todos los días, creo que cada vez más degradante y burda.

El Canal 11 cumplió bien su papel durante mucho tiempo, pero fue modificado a imagen y semejanza de la televisión comercial. Lo menos que podemos esperar del nuevo canal es que no se sigan esos pasos, que mantenga la elevación de miras que tiene ahora que cuenta con el reducido público de Internet y que sea el canal de la sociedad del Distrito Federal y no del gobierno ni de nadie en lo personal, menos de intereses políticos.

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