Como era de esperarse, los precios de los alimentos crecen y crecen, mientras el discurso oficial no deja de presumir inflación a la baja. Lo cierto es que el subíndice de precios de alimentos (de acuerdo con el más reciente reporte del Banco de México, con información al cierre de junio pasado) se encuentra en un nivel similar al reportado en septiembre de 2009, el año de la crisis. Cómo no recordar, por ejemplo, los siempre certeros vaticinios del secretario de Economía, Bruno Ferrari, quien a principios del presente año sentenció que el precio de la tortilla no se incrementará. ¡Oh!, clarividente puro: en seis meses dicho precio aumentó cuatro veces más que el índice general.
Para julio, ya con la información del Inegi –organismo que sustituyó al Banco de México en eso de medir el comportamiento inflacionario– el reporte oficial revela que la carestía de los alimentos impulsó la inflación de julio en 0.48 por ciento, el incremento más elevado en este mes en los últimos 10 años después del 0.56 por ciento de 2008. El incremento mensual de los precios de las frutas y verduras fue de 6.25 por ciento en promedio, aumento 12 veces mayor a la inflación general, debido al encarecimiento de productos como el aguacate, que tuvo una elevación de 20.37 por ciento respecto de junio; el tomate verde, con un alza de 43.36 por ciento; la cebolla, con un incremento de 24.99 por ciento, y el jitomate, con un crecimiento de 11.57 por ciento.
Pues bien, con la nueva zarandeada que todos ven, menos en Los Pinos, nada raro sería que el virtuoso Ernesto Cordero ahora proponga a los mexicanos lo mismo que les recomendó cuando ocupaba la silla principal en la Secretaría de Desarrollo Social, es decir, brincarse una comida para atemperar los efectos de la crisis. Mientras el simpático funcionario-candidato afina otra de sus brillantes frases, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados advierte que los precios al mayoreo de productos básicos dentro del mercado nacional continúan elevados debido a múltiples factores, tanto internos como externos, que influyen en el comportamiento del mercado, entre los que destacan la oferta y demanda, los fenómenos climatológicos, el nivel de existencia, los costos de los insumos y los factores especulativos.
La prolongada volatilidad con tendencia al alza que han mostrado los precios de estos productos podría empezar a generar mayor incertidumbre y riesgo a los productores agrícolas, comerciantes, consumidores y gobierno federal, ya que generalmente tiene efectos negativos en el sector agrícola, en la seguridad alimentaria y en la economía en general, apunta el CEFP. Entre los factores externos se esperaría que la caída de los precios internacionales sea temporal debido a los bajos inventarios, la creciente demanda y los movimientos constantes de las divisas que favorecen el alza de los precios locales de los productos básicos.
A nivel nacional crece la posibilidad de una reducida oferta debido al incremento en el precio de los insumos (energía, combustibles y transporte) y la presencia de fenómenos climatológicos atípicos y extremosos como las heladas ocurridas en el norte del país a principios de febrero, las sequías ocurridas durante el ciclo agrícola primavera-verano que afectaron a más de 23 estados de la República Mexicana y las recientes e intensas lluvias ocurridas en más de 12 entidades, por lo que los elevados precios de los alimentos podrían mantenerse ante la incertidumbre del abasto de productos básicos. Presente, también, se mantiene la especulación ante el posible desabasto de productos básicos, lo que explica el incremento importante en los precios al mayoreo de algunos granos y leguminosas de granos, como el garbanzo chico, maíz blanco y frijol negro de importación, ya que hasta la primera semana de julio de 2011 registraron tasas de crecimiento de 78.57, 57.89 y 25 por ciento, respectivamente.
Dentro de esta escalada de precios sobresale el incremento del precio del maíz blanco, que al 8 de julio de 2010 costaba 3 mil 800 pesos la tonelada, mientras para el mismo día de 2011, el precio de este grano se elevó hasta 6 mil pesos la tonelada, lo que revela el significativo aumento en el precio de algunos alimentos derivados de este grano, como la harina de maíz y la tortilla, que al 11 de julio del presente año promedió 10.02 pesos por kilogramo; es decir 15.98 por ciento más caro que el precio registrado hasta el 11 de julio de 2010. El 11 de julio el mayor precio de la tortilla se registró en las ciudades de Mexicali y Hermosillo, donde el kilogramo de este alimento alcanzó 15.40 y 15.25 pesos, respectivamente; en contraste, los precios más bajos a nivel nacional volvieron a encontrarse en la zona metropolitana de Puebla, Distrito Federal y Toluca, con 8.60, 9.21 y 9.36 pesos por kilogramo, respectivamente.
Por lo que toca a la canasta básica, el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados señala que de acuerdo con cifras del Banco de México, durante junio el índice de precios de los alimentos creció 4.65 por ciento anual, con lo que se confirma que los precios de los alimentos continúa creciendo a un ritmo mayor al del índice nacional de precios al consumidor, que en el mismo mes aumentaron 3.25 y 3.28 por ciento respectivamente. En marzo de 2011 el precio de la tortilla de maíz reportó un incremento de 14.86 por ciento anual, la mayor tasa registrada desde febrero de 2007 (15.49 por ciento anual), con lo que confirmó ocho meses consecutivos de crecimiento; asimismo, el precio del pan dulce subió 11.15 por ciento anual, alcanzando así nueve meses seguidos de aumentos. Esta situación podría mantenerse mientras continúe la posibilidad de una reducida oferta por menores cosechas ante la ocurrencia de fenómenos tan extremosos y atípicos como las heladas ocurridas en febrero pasado y las peores sequías en 70 años ocurridas en el ciclo agrícola primavera-verano de 2011.
Las rebanadas del pastel
Comienza el conteo descendente para la economía nacional: el Banco de México redujo su pronóstico de crecimiento a 3.8 por ciento (aunque el anuncio lo hizo el propio Agustín Carstens, y como siempre le salen las cuentas al revés, igual nos llevamos una grata sorpresa); le siguió el BBVA, que lo llevó a 4.1 por ciento, como resultado de la menor previsión de crecimiento en Estados Unidos; analistas privados hicieron lo propio, y en los días por venir procederán en el igual sentido otras instituciones y sectores, en la segunda parte del drama denominado catarrito
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