martes, 2 de agosto de 2011

Obama derrotado: no quebró EEUU, pero viene la terrible recesión FEDERICO ARREOLA

A pesar de que el día de ayer se aprobó incrementar el techo de endeudamiento del gobierno de Estados Unidos, lo que evitó su quiebra, eso no significa el fin de los problemas, sino el principio de un complicadísimo periodo de inestabilidad económica para el mundo, en especial para la sociedad estadounidense, lo que desde luego se traducirá en muy serias dificultades para los mexicanos, siempre dependientes de lo que pasa en nuestro poderoso vecino del norte.
Lo más probable es que, a corto plazo, los bonos de la tesorería, conocidos comúnmente como T bills, instrumento financiero utilizado por la tesorería estadounidense para pedir prestado, pierdan el grado de inversión triple A (AAA) (grado más seguro de inversión) y pasen a ser doble A (AA) e inclusive A (A).
Como punto de comparación, los bonos emitidos por los gobiernos de países emergentes son calificados con grado de inversión BB o B. En términos simples, a mayor grado de inversión menor pago de intereses: un bono triple A (AAA) paga intereses promedio de 1.5 a 3% anual, mientras un bono doble B (BB) paga hasta 7% de intereses.
Si los bonos de la tesorería de Estados Unidos bajaran de inversión a AA o A, esto representaría un incremento sustancial en el pago de intereses, los que aumentaría aún más el déficit de la cuenta corriente del gobierno.
O sea, los estadounidenses se tendrían que endeudar más.
Tal escenario es altamente probable ya que la empresa calificadora Standard & Poors ha dicho que, para que los T bills conserven su calificación, las reformas y los ahorros en el presupuesto deberían de ser de por lo menos 4 billones de dólares, pero en estos días de intenso debate político en Estados Unidos solo se autorizó el equivalente a 2.4 billones.
El tema importante es lo que eso representa para la microeconomía, es decir, para las empresas y los ciudadanos.
Para las empresas representa un incremento en el costo de sus propias deudas dando como consecuencia menos utilidades, propiciando principalmente el recorte de gasto de la nómina (salarios y puestos de trabajo) y reducción en el pago de impuestos (se estima en Estados Unidos una reducción de hasta 7% en la recaudación).
Menos dinero para el gobierno representa recorte en los programas sociales y gasto gubernamental en general, indispensable en el crecimiento de cualquier nación.
Para los individuos representa disminución en su capacidad de consumo; el incremento a los intereses por el uso de las tarjetas de crédito y por el pago de sus hipotecas disminuirá su economía familiar, limitando el consumo.
Es decir, habrá recesión.
En el tema político está claro que el gran perdedor fue Obama, al aceptar la reducción a programas sociales de todo tipo por 2.4 billones de dólares, cero incrementos de impuestos a los más ricos y solo una disminución de 350 mil millones al departamento de Defensa.
Es claro que los republicanos le ganaron la batalla al presidente Barack Obama.
Este hecho llevará a Obama a enfrentar a los propios demócratas que consideran se ha movido hacia el lado de los republicanos, esto es, que lo vieron débil.
En términos de su reelección, los votantes demócratas se encuentran desilusionados porque no perciben que Obama peleó más para promover los estímulos indispensables en una economía que no está produciendo suficientes fuentes de trabajo y cedió en el recorte de programas sociales necesarios principalmente para las minorías (latinos, afroamericanos, gente joven, adultos mayores).
Sobran ya quienes piensan que Obama no conseguirá la reelección, ya que no le bastará para ganar solo con los votos de los electores independientes o de aquellos demócratas que votarían por él o por cualquier demócrata antes de hacerlo por un republicano.
Para el resto del mundo lo anterior representa una clara transición de poderes económicos, lo que abre posibilidades de desarrollo en algunos países emergentes, pero con grandes riesgos para todas las naciones.
Estados Unidos es, al día de hoy, el país más grande económicamente hablando, aunque seguido ya muy de cerca por China, y es más que obvio el impacto que tienen en el resto del mundo los movimientos en su economía.
Según cifras del Fondo Monetario Internacional, los países emergentes han tenido, en los últimos seis años, un incremento en el consumo doméstico (PIB) de casi 145%, y no parece haber ninguna razón para percibir una baja en esa tendencia.
Los países emergentes tienen la gran oportunidad de recibir los flujos de dinero que Europa (en crisis desde hace tiempo) y Estados Unidos han recibido hasta ahora, ya que en el momento que estos ahorros se conviertan en gasto doméstico tanto en el continente europeo como en la sociedad estadounidense, los inversionistas buscarán otros lugares donde guardar su dinero
Hay ahí, al mismo tiempo, una oportunidad y un reto para las naciones emergentes.
Países sin políticas monetarias fuertes y sin estabilidad social perderán la oportunidad.
Naciones como China, India y Brasil deberán permitir que sus monedas se aprecien y dejar que fluctúen con libertad, pero no es seguro que lo hagan, ya que eso naturalmente incrementa el riesgo de detonar inflación en sus economías y de disminuir sus exportaciones, lo que políticamente hablando no parecen dispuestos a permitir.
Para México es claro el panorama: Si en nuestro vecino del norte se alarga la recesión, nuestra sociedad será más que severamente contagiada.
Siendo el turismo y la la exportación de trabajadores (remesas) las fuentes principales de las que abreva la economía mexicana, es claro que no será fácil para nuestro país sobrevivir únicamente con el consumo interno, las precarias exportaciones con las que contamos y las políticas económicas actuales que distan mucho del modelo de desarrollo que se necesita para más o menos capotear la gran tormenta que viene.

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